La chica que cruza (IV)

Si recordáis la historia (os invito a leer el transcurso de los sucedido en el apartado de Historias de seducción anteriores) ella había roto el diálogo e interrumpido nuestro beso por un motivo sorprendente.

-Estoy casada.

En ese momento me quedé helado. Y tras pasar unos segundos… reaccioné como suelo en situaciones de estres…

-¡Como en las películas!-dije.

Y sin poder contenerme me reí algo incrédulo y resignado.

Ella al verme, se desconcertó y sonrió sonrojada. Hasta que no pudo evitarlo y rió unos segundos conmigo.

La situación era la que era. Y había que aceptarla. Como os decimos siempre en esta casa, el humor es un forma de aceptarse, aceptar las situaciones más incómodas para convertirlas en cómodas y sin las presión de las soluciones express. Por otra parte, mi experiencia en la vida, con alumnos y sobre todo con las mujeres, me ha hecho darme cuenta de que quitarle hierro y gravedad a lo que la persona que tiene delante es infalible. Desdramatizar una situación de carencia, inferioridad o vergüenza va a facilitar que se sienta a gusto contigo.

Ella nos había jodida la fiesta por estar casada, pues la mejor demostración de que no ha hecho nada grave ni me debe nada es que compruebe que ni me ha hecho daño, ni la situación va implicar ninguna ofensa a nadie.

No podéis imaginaros como me lo agradeció sin palabras.

-Eso quiere decir que si acabamos siendo novios será mucho más densa la historia de como nos conocimos… ¿»eres consciente»?

 

Ella esta soltó una carcajada desconcertada. Ya se había solucionado la situación presente. Ahora había que solucionar la futura.

-Soy consciente. Lo siento.-dijo de nuevo bajando la mirada.

-Entiendo que lo sientas. No me parece ni el momento nio el lugar para estar casada.

Ella volvió a reir. Y yo también.

Pedimos otra ronda.

Me contó algunas diferencias entre ella y su marido sin entrar en detalles. Me habló de su momento.

Muchas veces he oído en la comunidad de seducción que escuchar cosas relacionadas con su vida con otros hombres supone «tragarse su basura» y que eso no había que consentirlo.

Es una de las cosas más peligrosas que he escuchado como norma en esto de la seducción.

DEPENDE.

Ella me estaba explicando su situación y necesitaba de mi la comprensión de un hombre y un confidente. Es la respuesta NATURAL de un seductor.

Y por supuesto, así lo hice.

Poco a poco, os iré revelando técnicas de escucha y guía que utilizamos en la psicología para que os sientan personas interesadas y empáticas con la historia de los demás.

Yo, por supuesto le conté mi situación sentimental y como me sentía en este momento de mi vida.

Ella me propuso cambiar de sitio. Y así lo hicimos.

Durante el camino le propuse pararnos en una esquina.

La apoyé contra la pared. Me acerqué en silencio milímetro a milímetro.

Ella no dijo nada. Volví a besarla y esta vez no hubo brazos en medio. Estaba asumiendo lo que estaba pasando y yo asumía mis riesgos. Me hubiera podido rechazar de nuevo.

¿Y qué?

Éramos un hombre y una mujer en un momento sensible, emocionalmente voraz, sincero e inmersos en una historia de cómplices.

Llegamos a nuestro destino excitados pero serenos. Ella sentía que conmigo no tenía nada que esconder y que yo me mostraba tal y como yo era.

Hablamos de cine, de música, de planes cada uno por su cuenta.

Y tras una hora de descubrimiento mútuo me dijo:

-Quiero intentarlo con mi marido. Lo amo.

Yo la miré en silencio. Con cierta resignación.

-Lo entiendo.

Volvimos a besarnos. Dió un trago a su vino, cogió el bolso y se levantó.

-Gracias, Luis. Ya sé lo que quiero.

Entonces se fue con una sonrisa mirando hacia abajo.

Acabé mi vino pensando en lo sucedido.

Me sentía tristemente bien.

Había ayudado a una mujer a tener claro algo: Después de probar a ser infiel o jugar con ello, iba a tomar las riendas de su relación. Amaba a un hombre con el que tenía un problema. Había probado lo que le pedía el cuerpo y el alma. VIDA y PASIÓN. Como todos, había cometido un error y se dió cuenta de que quería luchar por su relación porque yo le había hecho recordar por qué se enamoró de él.

LLamé a mi amigo Winnie. Compañero infatigable de mandanga.

-Winnie, ¿esta noche salimos?

-¿Estás «flamenco»?

-Esta noche me siento muy orgulloso del género femenino y quiero agradecérselo.

 

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