La Camarera Vegana

La cosa estaba clara. No me iba a comer esa deliciosa, gigante y fotografiable hamburguesa que se estaba comiendo la camarera sentada en la mesa de enfrente durante su descanso.

El restaurante kOLEVES es la perfecta representación de la gastronomía en Budapest que no de Hungría. Algo moderno y tradicional al mismo tiempo, resuelto con poco dinero poniendo en valor precisamente el ingenio de solucionar la presentación. Utilizan “jugar las debilidades” de una forma insuperable ya que lo han convertido en su marca personal.

Mi segunda camarera preferida del local, teclea el móvil con una hamburguesa de olor expansivo y cautivador.

¡Cuánto me perturba! Mi plan era comerme “oca asada”, pero ya no lo tengo claro. Eso supondría romper mi dieta. Se me eriza el pelo al escucharme a mí mismo, el heavy metal que era capaz de desayunar cerveza algunos fines de semana sin dormir oliendo a sexo, estaba contando calorías. ¡Pero las estaba contando! Nos hacemos mayores. Y comerse esa hamburguesa sería, una vez más, dejarse llevar como toda la vida por ese Luis que cae en la tentación pronunciando “ya lo arreglaré” y que tantas infidelidades había ocasionado en mis relaciones.
Me doy cuenta del hambre que se ha dado cuenta de cómo miro su hamburguesa. Entonces ubicamos la mirada en el otro y noto ese momento de tensión en mí mismo: Ese por el cual deseo algo que requiere un movimiento y aparece una resistencia. “Quizá no haces gracia”, “quizá no te entiende”… y entonces, en una milésima de segundo aprieto “el acelerador” de ir contra la sensación suicida tan adictiva de dirigirme contra “el muro”, convencido, después de tantos años, de que es la única salida para poder recordarme con una sonrisa. Hago un movimiento de negación con mi dedo índice levantando la mano.

Ella sonríe y me mira extrañada.

-No no no…. le digo en inglés- Tú y tu hamburguesa no vais a arruinar mi dieta. El año que viene quiero que mi bikini me quede bien para el Instagram y túuuuuuu eres un peligro.

Ella se ríe de una forma quizá más airada de lo que yo esperaba. No siempre me encuentro con las interpretaciones cómicas que pretendo con este idioma. Sobre todo con mi humor, irónico y lleno de dobles interpretaciones y exageraciones.

-Es vegana-contesta con una voz grave y potente. ¡Me encantan esas voces en las mujeres!

-Mi plan era pedir la oca asada pero tu hamburguesa vegana me está volviendo loco.

Ella mira hacia la derecha para asegurarse de que en la barra no la oyen y entonces achina sus ojos extiende su cuello, se orienta hacia mi como si su tronco fuera un cohete que quiere ser lanzado hacia mí, para susurrarme a un nivel que yo pueda escuchar…

-No te comas la oca. No comas animales.

Noto entonces en mí la semilla de la duda inoculada a la perfección por ella. Por una parte su esfuerzo por ser entendida, su coquetería creo que voluntaria para hablar conmigo y sobre todo, su inteligencia al generar una complicidad difícilmente renunciable en el cable emocional.

Mi parálisis es evidente. No sé pedirle que no diga eso y finalmente opto por el la primera de las Haches alargando mi cuello, inclinándome hacia ella e imitando su nivel del voz:

-Ahora mismo voy a decirle al dueño del restaurante que su camarera vende hamburguesas veganas baratas a los clientes que quien ocas asadas caras.

Los dos reíamos mucho. Incluso permitidme cierta inmodestia al percibir cierta admiración y sorpresa en mi humor. Como si fuera lo último que esperaba escuchar y le ha encantando.

-El dueño no está.

-De esa te has librado.-le contesto comprobando que estamos en el punto D. Llamo al punto D, cuando estás con alquien que te divierte y se divierte contigo lo suficiente como para que tengas que despreocuparte de ese dimensión en la relación hasta nuevo aviso. Esa conexión. En un taller diría,” olvídate del cable emocional hasta que no propongas algo distinto de lo que estáis haciendo ahora. A no ser que ves un cambio en su actitud, disfruta de como te sientes y confía en lo que estás haciendo. Céntrate en el cable racional e intercambiaros información respecto aquello que os puede ayudar a percibiros útiles.

-¿Vives aquí o estás de turismo? –su pregunta me relaja porque detecto en ella una comodidad evidente. Parece haberse quitado de encima la asimetría de camarera-cliente que a tantos hombres despista. Cuando alguien trabaja de cara al público tiende a querer caerte bien, a impostar un interés incluso personal que siempre hace dudar. En este caso la cosa estaba clara. Por otra parte, ella me había atendido más veces con anterioridad. Con lo que, entendí entonces que realmente esto suponía un punto de inflexión. Todos hacemos nuestros cálculos de forma consciente e inconsciente y esta chica estaba intentando aclararse conmigo (cable racional). Quizá como cliente, quizá como amigo, quizá…

-Sí. Tengo un piso aquí. Voy y vengo, Soy psicólogo y sexólogo y trabajo online y hago cursos de vez en cuando en España. Pero los próximos meses voy a estar aquí.

-Eres un hombres con suerte

Entonces nos interrumpe un chico joven de piel blanca y cuidada barba castaña. Ronda los 30 años y su figura, como la de la mayoría de húngaros es fibrosa y estilizada hacia arriba. Sus ojos grises nos miran y nos sonríe sin especial descanso en el gesto. Con cierta obligación profesional.

-Hola. ¿Va a comer?

-Sí.- contesto, sintiendo que me quedan escasos instantes hasta tener que decidir. Mi oca es sana y es el Megadeth del “salgo a comer fuera”, pero esa hamburguesa ahora tiene tres ventajas: que me pone muy cachondo, que la “veganez” no me hará engordar tanto y que generaríamos complicidad y cierta “gratitud” en el cable emocional. Sin pronunciar palabra señaló con el dedo su hamburguesa y ellos se hablan en húngaro. El chico se va entendiendo la jugada.

-No te arrepentirás- me dice con suavidad y lo que quizá es una cara juguetona en esas facciones.

-Eso espero –contesto. Y entonces me doy cuenta de que se cierne una pausa que puede parar absolutamente la conversación y distanciarnos como si el final de una primera parte se tratara. Y es entonces cuando busco algo a lo que acogerme que genere una conversación útil típica del cable racional para acomodar nuestra relación de una forma cordial y diplomática ya que son las 2 de la tarde, estamos en su lugar de trabajo y sus compañeros están pululando por la sala.

Su pelo es rubio, no especialmente estilizado, ya que lleva una coleta de media melena, su maquillaje es escaso, su ropa es ceñida pero cómoda, con un vaquero negro y una suéter de cuello blanco y… sus zapatillas son asics! Corroboro con un examen visual minucioso que sus piernas adheridas a prenda parecen torneadas, duras y su vientre plano.

-Una pregunta. ¿Sabes aquí algún sitio cómodo para hacer running?

Sus cejas se levantan antes de contestar:

-Por supuesto. Y comienza a detallar distintos lugares que ya conozco. Hasta que confirma mi hipótesis. –Yo voy todos los días a correr.

– Eres la persona que necesito porque estoy empezando a intentarlo… empezando a intentarlo, que quede claro!

Ella vuelve a reír.

-Yo soy muy estricta cuando corro. Pero si quieres un día quedamos y te doy algunos consejos, si no me puedes seguir, no te desanimes ve a tu ritmo.

-Claro. ¿Cuándo Vas?

-Por las mañanas. Muy pronto.

-¿Tipo las 8 y media?

-No. tipo las 6.

El silencio es atronador. Me mira como si lo que hubiera dicho no pareciera un chiste. ¿Está loca?

-¿Seis de la mañana correr?-digo con mi clásico movimiento de manos para remarcar que contemple alguna alternativa razonable. Pero ese pelo rubio tostado y esas facciones magiares ni siquiera captan mi marco de “yo me rio de tus horarios con esta gracia que me caracteriza, así que tu propuesta no mola. Cambia y mola para mi”. No sólo no dice nada de cambiar la hora sino que no parece entender que mi gesto implica “auto-cuestiónate, rúbia”. Yo sólo me he levantado a las seis en los últimos años para largarme de la casa de una madre antes de que se levanten sus hijos.

Me veo arrinconado por mí mismo… Entonces pregunto “cuando” y ella contesta que mañana en Varosliget.

-Mañana me tendrás allí. Pero que quede claro que soy un aprendiz en esto.

-Tranquilo. Iremos poco a poco. Si hace tiempo que no corres tus músculos necesitan aclimatarse.

-No. Soy un aprendiz levantándome a las 6. Pero iré.

Ambos reímos.

Calculo inconscientemente si de aquí a mañana me veo haciéndole cambiar de opinión

-¿Hasta mañana tu plan de hoy es?

-Trabajar, trabajar y ayudar a mi madre que está enferma- Pronuncia con cierta resignación y apartando su mirada de la mía.
Mi intuición no me ha fallado una vez más y sus palabras me arrinconan. No puedo escaquearme del madrugón. Entonces sonriendo al techo busco todo tipo de excusas para no ir mañana. Total es mi segunda camarera preferida. Mañana harás el ridículo corriendo y las mujeres ya no son tan comprensivas como lo eran antes…

El camarero viene con la hamburguesa vegana… Con otra muestra más de cordialidad forzada echando una mirada fugitiva a la camarera para volver a depositar su atención en mi. Entiendo entonces algo evidente.
-Aquí hay tomate entre estos dos…

Entonces se escucha la puerta y aparece … mi verdadera camarera preferida. Entra con un abrigo negro. Un gorro de lana y una trenza que le llega a mitad de espalda. Saluda en húngaro a sus compañeros y me sonríe en dos tiempos. En un primero cordial y en otro reconociéndome de meses anteriores donde había charlado con ella entre platos.

Le devuelvo el entusiasmo hasta darme cuenta de lo que ha supuesto su retraso….

-Cabrona, si hubieras venido antes, ahora me estaría comiendo mi oca y mañana no me tendría que levantar a las 6….

Ligando en la Embajada – Parte 1

Llovía en Budapest y mis zapatos no eran los adecuados. Digamos que me he empeñado en
vestirme aquí de una forma que jamás he hecho en Valencia. Si tuviera un psicoanalista le
preguntaría por qué en Budapest me pongo zapatos y camisas verdes incluso hasta dos días a
la semana. Si yo fuera mi psicoanalista y alguien me preguntara algo así aprovecharía para
pensar si yo hago cosas parecidas. Seguro que encontraría.

-¿Así que se viste usted de color verde? ¿Qué significa para usted el color verde?

Básicamente, la vida de un sujeto que se autopercibe como un heavy rockero es transmitir que
eres un tipo malo y rebelde. El verde precisamente no transmite esa idea. Así que supongo que
el usar ese color en Budapest implica renunciar a una parte de mí y buscar otra menos
beligerante.

Lo cierto es que con zapatos y camisa del color la esperanza, traje de pana marrón
(absolutamente innecesario en una ciudad que no es la tuya) y un suéter de lana por encima,
entro en la embajada para mandar una urgente carta al ministerio de cultura. Hoy es el último
día de plazo para subsanar los requisitos que faltan para ser admitido en una subvención como
escritor español para escribir en el extranjero. Y tras pelearlo bastante con la universidad de La
Habana, con una universidad de Suecia, finalmente elijo un centro de sexología en Bogotá que
ha aceptado mi propuesta de investigación enviándome la invitación oficial.
Al entrar por la puerta de la embajada y superar las barreras, accedo a un mostrador
acristalado donde me escucha un hombre que desaparece y vuelve a aparecer con una
mascarilla.

-¿Tenia usted cita previa?

-No. –pero antes de esperar a que me recite las normas, le digo que es urgente, que ayer me
contestaron y me avisaron de la urgencia de los tiempos. “No es culpa mía. Es de tus colegas
funcionarios, my friend” pienso.

A regañadientes me pide la documentación y me hace esperar unos minutos. El trámite no es
rápido y está lleno de pausas. Parece que esté él solo en toda la embajada. Desaparece y
aparece de vez en cuando en esa sala que permite ver el cristal. A la izquierda hay una puerta
misteriosa por la que uno se imagina “cosas de embajadores”. En una mente como la mía,
cosas relacionadas con fiestas eróticas. Y aunque me esfuerzo por imaginar otras cosas,
siempre acabo suponiendo que ahí se esconden grandes salones en cuyas mesas se realizan
distintos tipos de sexo oral.

Todas las embajadas están en el mismo barrio. Discurren por una gran avenida y un par de
calles adyancentes. Con lo que mi pervertida mente, crónicamente erotizada, como la fuerza
de obelix, imagina un grupo de whatsupp donde embajadores y embajadoras se citan cada día
en una sede para follarse secretarias, becarios, personal de limpieza y ministros nativos con su
personal diplomático.

-Por estas cosas me caes bien, Luis- me digo en silencio.

Así que me río de mí mismo al volver a mirar por esa ventanilla que permite vislumbrar la
puerta oscura del pecado.

Tras unos minutos, el mismo señor de pelo blanco, me llama por mi nombre para firmar unos
documentos.

-Ahora se envían por valija oficial y mi compañera saldrá darle una copia.

Dado que estamos en plena crecida de infectados covid, el hecho de que haya una pareja
esperando, me incita a esperar fuera de la sala. Hay una especie de patio interior comunicado
con la entrada del edificio. Espacio inspirador de más orgías entre la embajadas de Nigeria,
Rusia y la de Francia, con derramamientos de champaigne a pieles, pubis, piernas, genitales y
sobre todo, bocas abiertas mirando desde abajo y sonriendo al estamento diplomático por
algo de dinero, influencia o el placer de sentirse cosificado.
Miro el móvil y contesto a un match de tinder.

-¿Qué busco en tinder? -Me pregunta la chica a la cuarta pregunta.

-Busco grabar videos de sexo y poder ser un irresponsable afectivo-contesto en inglés-
La chica húngara parece estar escribiendo. No puedo evitar contestar cosas así cuando me
preguntan cosas tan predecibles. Y ya sé que no todo el mundo entiende mi humor. ¡Pero…
vale la pena! A mi me encantaría que una mujer me contestara algo así. Seria como un gran
síntoma de inteligencia de humor. Humor exagerado, provocativo y “extra large”.
En ese momento escucho.

-¿Luis?
-Si.
-Hola. Soy Alicia.

El primer impacto visual me obliga a autochequearme de forma inconsciente. ¿Estoy atractivo?
Se activa entonces la pulsión involuntaria de saber que estamos en una situación de seducción.
Yo lo llamo «sensor de mandanga», pero llamémosle «sensor del amor». Estar ante esa figura
femenina en mascarillada, con esos dos grandes ojos oscuros y esas gafas no muy alejadas de
las mías, me hacen consciente de que estoy ante una chica atractiva y alta y me recuerdan que
voy disfrazado de “no se sabe qué” verde. No es el aspecto que hubiera firmado para ligarme a
alguien en una embajada.

-Mira, aquí tienes una copia de esto, de esto y de esto…
-Estupendo. Magnífico. Muy bien -Voy contestando cada vez que ella me enseña cada uno de
los documentos enviados. Y acudiendo a la herramienta «el espectador de la película
subtitulada», me doy cuenta de que está prolongando esta entrega de documentos. Nunca ha
sido una herramienta descriptiva sino orientativa. Así que, sin certezas, empiezo a pensar que
esta chica tiene interés en alargar la conversación. Y eso es buena señal. Quizá porque así
aprovecha para salir de esa puerta oscura, quizá porque quiere charlar con el chico escritor
español, o quizá porque ella es la que lleva el tema de las orgías del embajador español y está
chequeando a un posible nuevo elemento en ellas.

Su pelo rubio acaba en un flequillo cerca de su frente. Sin poder mirar explícitamente su
cuerpo, lo intuyo atractivo. Entonces se acerca ese momento en el que no hay nada que añadir
respecto a los documentos. Están en mi mano y cualquier demanda de más datos respecto al
tema sería forzar una situación hasta lo incómodo. Para todo hay unos tiempos.
-Pues gracias. Nunca había venido a la embajada. Yo es que vivo aquí desde hace cuatro años,
salvo en la pandemia, que me pilló en Valencia. -comento para meternos en el primer bloque
de conversación.

Hablamos de mi ciudad y de lo que tiene que ver con ella. Lo omitiremos por privacidad. Pero
con sagacidad ella retoma la pandemia para explicarme cómo la ha vivido aquí. E interpreto
que también está interesada en que sepa de su persona- Habla también de cómo son los
húngaros… Aprovechamos los dos para criticar algunas actitudes magiares que nos generan la
complicidad que necesitamos. Nosotros molamos. Los húngaros no molan. Y ese tipo de
códigos tan simples y tan eficaces cuando dos personas tienen la voluntad de encontrarse
vínculos. Entonces le cuento lo que implica el proyecto de libro y por qué puedo vivir aquí. Ella
aprueba mi situación con interés. Y en cuanto puedo, informo de lo soltero que estoy ahora.
Ella lo escucha en silencio. Le hablo de que Bogotá solo serían dos meses, no mucho más, para
eliminar posibles disonancias en el cable racional sobre poder imaginarse un posible frustrado
por mi viaje.

-¡Claro!- dice ella. ¡Qué interesante! –pronuncia mirando el techo para recordar que le han
contado de Bogotá. Entonces aprovecho ese instante para mirarle el cuerpo y comprobar que
es una estilizada mujer deportista, hoy con altas botas encima de unos leotardos oscuros.
Estos empiezan dentro de una falta apretada como un suéter de punto, generando una
curiosidad notable en mí respecto al tacto. ¡Ya decía yo que se me había encendido el sensor!
Además de ser una funcionaria del estado, con sus contactos y utilidades, parece una jovial
chica de trato encantador. Y no me andaré con sinónimos inncesarios: Está muy buena.
Tras escucharnos durante unos diez minutos lo que nos parecía Budapest, aparece el señor del
principio para interrumpirnos y decirle a ella que le ha llegado el documento de la embajadora
que estaba esperando. Es respondido con un “Gracias. Ahora voy”, que el señor aprovecha
para estirar al máximo su mirada a nuestra escena. Un segundo después cierra la puerta y
desaparece.

Entonces interpreto perfectamente este momento como el momento de la propuesta, que
tantas veces he dicho a mis alumnos y alumnas : “antes te cortas una mano que te despides sin
proponer algo”.

-Pues Alicia, yo no sé si por trabajar en la embajada hay que pedir un documento o una
instancia o algo para tomar un café contigo.

-No. No. apunta- dice con una sonrisa.

Saco mi teléfono y apunto uno a uno cada uno de los números y aprovecho para intentar
captar el máximo de su olor corporal. Siento un suave pero profundo olor que consigo
etiquetar como canelizado. Su piel parece tostada y evoca un dulce oscuro. Como el azúcar de
caña.

-Pues te escribo este martes?

-Mejor el miércoles.

-Perfecto. Así da gusto venir a la embajada.-contesto despidiéndome con la mano.
Encaminándome hacia la puerta me alegro entonces de haber venido.

Y separando la puerta de la cerradura, con medio cuerpo en la calle, me giro para poder
cerciorarme de cuanto me atrae su cuerpo y, es entonces, cuando corroboro que sus piernas y
su culo forman parte de una figura «ecodeportistas» firme y trabajada. Pero al subir hacia su
cara me topo con su mirada.

Que ambos nos hayamos girado para chequearnos y que ahora ya, nos concedamos
mutuamente esos segundos de reconocimiento me permite despedirme con más intención.

-Ciao, Alicia!.

Juegos de seducción en el tren

La cafetería de un vagón de tren suele ser el lugar donde más habitualmente se me encuebtra un domingo por la tarde. Tras los talleres del fin de semana, leo el periódico sorbiendo una taza de té, casi siempre satisfecho por la satisfacción que me han trasladado mis clientes. En otros tiempos, ese té era una cerveza, y en lugar del periódico, mis ojos se entretenían en buscar alguna mujer atractiva con pinta de inteligente que supiera mantener una conversación estimulante y pillara rápido mis gracias. Esos tiempos en los que podía acabar saboreando a alguien apoyada en la pila del baño, escondidos y atentos a los nudillos de otros pasajeros en la puerta. Tiempos en los que al besarla reconocía, el sabor de mi pene, escasos segundos antes relamido.

Desde luego no siempre se producían estos finales, pues la mayoría de veces se posponían a otros momentos en mi casa o en la suya al proponer una cita bien justificada.

¡Eran tiempos de solterío!  Y ahora que lo pienso…  ¡no hace tanto!

Mi té insípido se derramó por un movimiento de tren al tiempo que escuché un … -¡uuuhhhh!- muy femenino.

Al girarme me encontré con una chica rubia y una trenza acomodada en su lado izquierdo. Al mirarnos, reconocí una expresión algo avergonzada por su excesiva espontaniedad.

-Es que éste conductor va muy rápido – dijo para justificarse.

-Eso es cierto, pero si todos gritáramos ¡uuuuhhhh! cada vez que se mueve, este tren parecería el tren de la bruja. Así que, por favor, no vuelvas a gritar porque algunos tenemos cosas muy importantes en las que pensar.

Mi voz grave y seria le cambió el rostro. Su risa se tornó en seriedad y algo confusa dijo…

 -Perdón.

Al ver que no lo había pillado exageré más la situación.

-No te perdono. Estaba pensando una fórmula para la inmortalidad y me has despistado. Si algún día me muero será solamente por tu culpa.

Entonces sí que sonrió expresando un alivio que deseaba sentir.

Su sonrisa me recordó a la de una niña buena.

-Soy Luis.

-Carla.

Al presentarnos y darnos dos besos me pude fijar más en su cuerpo. Era estilizado, duro, trabajado. Sus pechos no parecían pequeños, pero una chaqueta cruzada no permitía medirlos. Llevaba gafas y sus ojos eran claros. Sus facciones y el color de su piel la podrían confundir con una sueca perfectamente, pero la calidez de su mirada y sus ademanes eran extremadamente latinos. Buenrolleros. Era una chica atractiva y con una actitud extrovertida.

-Veo que te gusta gastar bromas.

-No. No me gustan nada las bromas y menos las mías. Pero me ha parecido una buena forma de empezar a conocerte, Carla.

Entonces arqueó las cejas algo sorprendida.

-Vaya. Pero yo tengo novio.

-¿Tienes novio? –No pude evitar una sonrisa. ¡Qué bonica! Por una parte me hacía gracia que pensara  que sólo por querer hablar con ella ya implicaba que me la quería follar, o incluso ser su novio. Pero por otro lado, pensé… ¡Joder! ¡Qué intuitiva! ¡Si lo que esta chica piensa es justo lo que me he pasado toda mi vida haciendo! ¡Intentar follármela y luego intentar ser su novio!

Con el permiso mental de mi novia, quise juguetear un poco.

-¿Tienes novio? Pues vaya mierda, ¿no?

-¿Cómo?

-Si tienes novio ya no podemos seguir hablando, ¿no?

Una variante de la herramienta de persuasión Boomeregoland.

-Claro, claro… Podemos hablar.

-Incluso si nos caemos bien, hasta podemos decírnoslo.  ¿No?

-Pues sí..

-Y si por ejemplo me gusta tu mirada también te lo puedo decir, ¿no?

Carla estaba sorprendida. Estaba empezando a ser consciente de que nuestro diálogo era distinto. Quizá no estaba acostumbrada a que le dieran la vuelta a una expresión tan a la defensiva como “tengo novio” en un contexto tan poco amenazante.

-Vale, veo que eres un chico con labia.

-Tengo de todo, Carla. Labia, brazos, manos, poco pelo pero tengo…

-Ja j a ja… Ya veo, ¿a qué te dedicas?-me preguntó intrigada.

Nos pasamos un rato dándonos información, bien orientada, y vinculando nuestros intereses.

La conversación era amena. No muy brillante. Era una chica atractiva, pero no era mi estilo. Demasiado… rubia? Blanca? Rosa? Una chica estupenda. Pero no me estimulaba físicamente a pesar de que era una chica atractiva. Esas cosas que pasan por motivos misteriosos.

A pocos metros de la parada de Castellón ella me informó.

-Bajo aquí, Luis. Ha sido un placer.

Quise jugar a jugar. No había intención real, pero sí un poco de mantenimiento en esto de la seducción espontánea.

-Ha sido un placer, Carla. Pero voy a imaginarme que si hubiéramos hablado más tiempo, no pararas en esta parada y cenáramos esta noche… el placer se ampliaría, se acentuaría y abarcaría otros planos.

Ella se sorprendió una vez más. Parecía algo aliviada de que no se prolongara el viaje. Y no porque no estuviera a gusto, sino porque, desde mi humilde opinión, yo era un verdadero peligro para su relación.

-Sí. Pero no puede ser.

Quise acabar con esa palabrita que me inventé hace unos años para describir el fenómeno de que alguien te recuerde intensamente… VENENO.

-No puede ser en nuestros actos. Pero sí en nuestros pensamientos.

La miré un silencio unos segundos y saqué una voz más oscura…

-Yo, cuando te vayas, voy a imaginarme devorándote contra esa pared del tren… de espaldas… con la mitad de tu blusa quitada y los pezones apretados contra la ventanilla mientras te muerdo el cuello por detrás y te meto un buen repaso…

Ella me miró asustada, excitada…

-Me durará poco, esa idea, Carla, pero es que además de ser una chica encantadora, esa imagen me excitas mucho contigo. Espero que no te moleste mi sinceridad. No nos vamos a volver a ver y me parecería una falta de respeto a ti como mujer no hablarte de lo que me has generado. Con tu permiso… pensaré en ti hasta Valencia. Buena suerte…

-Adiós– me dijo roja como un tomate.

Y es que creo que estaba muy mojada.

Carla se fue con su novio… Y yo, en lugar de cumplir la palabra de imaginármela, entré en www.marca.com para ver cómo había quedado el Valencia c.f.

Había vuelto a perder.   

  

Leticia, mandanga y café

Llegaba media hora tarde más o menos. Mi recién estrenada soltería me ha hecho retomar viejos hábitos, entre ellos el llegar tarde a los sitios. Pero llegaba con una sonrisa. Jorge y Antoni esperaban en Matiz el bar donde solemos quedar antes de subir al despacho de Psicología en Positivo a trabajar. No les conté nada. Les di los buenos días y me disculpé.

¿Por qué había llegado tarde? Eran las nueve de la mañana. Me había parado en un bar nuevo a pedir un café. Habían otros dos tíos en la cola. Iban impecables. No hablaban entre ellos pero estaban lo suficientemente cerca cómo para saber que iban juntos. Encamisados, entallados y musculosos. Eran una mezcla perfecta entre Brad Pitt en Troya y Joe Black. Yo estaba detrás de ellos y veo aparecer detrás de la barra a una chica que parecía sacada de un cuento Disney, una delgadez sana, la espalda rectísima, piel doradita, una mirada oscura y unos labios carnosos que quedaban coronados en un pelo castaño recogido de forma muy exótica.

Uno de los chicos le dijo

¨Leticia, creo que eres la tía más sexy que he visto a estas horas en mi vida”

Ella sonrío complaciente. El otro añadió

“Vente a mi casa en Altea. Serás una reina durante un fin de semana”

Ella sonreía y negaba con la cabeza. El chico de la proposición le preguntó porque no.

A mi creo que ninguno me había visto aún. Ni ellos ni ella. Interrumpí para decir;

“Disculpa, creo que yo sé porque. Esta chica, no lleva bisutería, lleva un tocado bastante natural y teniendo una figura muy femenina y sensual, lleva ropa suelta. No tiene ningún interés en mostrar nada. Creo que le da igual que tengas un chalet en Altea o en Nueva York. A ella le atraen otras cosas”

Los chicos se quedaron mirándome con cara de pocos amigos. Ella sonreía mirando hacia el suelo.  Aunque creo que entendieron que yo la conocía. Murmuraron algo, recogieron sus cafés y se despidieron con un «adiós guapa». No me volvieron a mirar. Cuando llegó mi turno lo primero que dijo fue “¿Y tú, de donde sales?”

Me presenté y me pedí mi café. Ella se presentó y me dijo que me invitaba a ese café y que me lo agradecía mucho, que esos chicos eran muy pesados. Le dije que podíamos fingir que eramos novios siempre que quisiéramos. Me tomé el café en su cafetería, y pienso seguir haciéndolo de vez en cuando. Ya os contaré cómo va la cosa.

 

 

Ligando en bicicleta

Cada día me tiene más alucinado mi ciudad. Valencia está repleta de mujeres que parecen sacadas de las revistas. Los chicos también se cuidan más que en otras ciudades, supongo. Los bíceps esculpidos, espaldas de nadador, barbas perfiladas, caderas anchas y glúteos femeninos, pechos de mujer tan altos cómo el Empire State, miradas penetrantes…Desde luego pasear por Valencia se puede convertir en la cosa más excitante del día. Y de hecho, al ver a tantos chicos caminar solos y tanta chica paseando sola pensé irremediablemente en el dicho popular de “Si nos organizamos, follamos todos”

En esas estaba, cuando al pasar un paso de cebra, mi mirada se cruzó con una bestia. Una mujer con unas piernas tan perfiladas y una cintura y glúteos tan femeninos y tersos que daban ganas de denunciarla a la policía. Pelo rizado y negro que caía sobre los hombros y una mirada oscura y poderosa. Estaba subida en una bici en la calzada de la calle Jesús, una de las más transitadas por coches, así que estaba  ella sola rodeada de coches y yo cruzando enfrente de ella.

desarrolla tu ingenio y tu sentido del humor en una conversacionMil pensamientos se ubicaron en mi cabeza y todos giraban en torno a esa chica. Pensé en cómo se podría empezar una conversación en una situación así. Se me ocurrían cientos de posibilidades disparatadas y me repetía que en esta situación era imposible empezar una situación y que ojala me la cruzase otra tarde u otra noche. Al llegar a la otra acera me dí cuenta de que yo enseño a la gente a aprovechar cada oportunidad y a generar momentos únicos, así que me gire a y empecé a hacerle gestos con la mano. Ponía cara de sorprendida y yo insistí con una sonrisa. Ella se puso rumbo a la acera con la mano en alto hacía los coches para que aún no acelerasen.  Ahora faltaba la otra mitad del plan. ¿Qué diablos le iba a decir?

-Me llamabas a mí, ¿no?

-Sí sí…

-Dime

Había empezado así tantas veces en mi vida. Más de dos mil veces. Me dio mucha risa sentir los nervios otra vez, incluso un poco de temblor en el cuerpo.  Estaba disfrutando esa sensación de nuevo y estaba agradecido porque aún que lleve 6 años dedicándome a enseñar a hombres a acercarse, porque aunque haya sido un pájaro y aunque esta situación se haya repetido tantas veces en mi vida, aún sentía esos nervios.

-Pues mira, estoy nervioso y me gustas. Me gustas y estoy nervioso. Las dos cosas. Me llamó Álvaro ¿y tú?

La chica se puso a reírse.

-¿En serio me has hecho venir para esto?

-Estoy seguro de que hay muchas posibilidades de que pares a alguien para decirle esto y no se ría, así que si te lo tomas así, aún me gustas más y aún estoy más nervioso.

-No me creo que estés nervioso. Me parece a mí que esto lo haces mucho.

Yo tenía mucho que hacer y ya había cumplido mis dos objetivos; SER FIEL A QUIEN SOY Y QUIERO SER MOSTRANDO LO QUE SIENTO y SENTIR EL PODER DE QUE PUEDO MEJORAR EL DÍA DE UNA CHICA PRECIOSA SÓLO CON EXPRESARLE LO QUE ME TRASMITE.

-Sí, hago mucho esto, pero la sensación que he sentido cuando venías hacia aquí ha sido única. Gracias por hacerme sentir tan vivo. Sólo quería decirte que eres una mujer preciosa y que intuyo que además tienes muchas más cosas que ofrecer.

Ella desde luego estaba boquiabierta. Le deseé un buen día y seguí con mi día. Un día donde después trabajé con un cliente el cómo sentirse más libre en el sexo y a redifinir su identidad sexual que debe ser única. Al final del día recordé el episodio y sonreí mientras abrazaba a mi rubita que me había preparado un té calentito. Me gusta mi vida.

Os invitó a todos a que para que os guste más vuestra vida intentéis cumplir vuestros objetivos de:

SER FIEL A QUIEN SOY Y QUIERO SER MOSTRANDO LO QUE SIENTO y SENTIR EL PODER DE QUE PUEDO MEJORAR EL DÍA DE UNA CHICA PRECIOSA SÓLO CON EXPRESARLE LO QUE ME TRASMITE.

Historia de seducción con una camarera

**Memorias de un seductor directo y examinador… Año 2002 aprox

Fernando y yo teníamos asignados un salón cada uno dentro de uno de esos horripilantes y gigantescos restaurantes especializados en banquetes. Éste en concreto debía estar entre los tres más horripilantes del mundo. Cuando había doblete él era el cantante de uno y yo de otro, a no ser que sólo hubiera un evento. Entonces uníamos nuestras voces ante trescientos invitados, maleducados y borrachos en su mayoría. Al acabar la actuación y recogiendo cables, se acercaron tres invitadas para averiguar nuestros planes inmediatos.

Si bien es cierto que estar en un escenario ya te sitúa en un marco potente, es imprescindible que te lo creas. Y en eso siempre me ha llevado ventaja Fernando. Un escenario en Wembley ante cien mil espectadores cantando tus propias canciones me sugiere mucho, y es muy probable que existan pocas personas que sean tan susceptibles como yo para el pavoneo en ese caso. Pero mi problema en este ámbito, siempre ha sido que nunca he valorado, como podría haberlo hecho, el cantar los éxitos del verano. En el teatro, en mis actuaciones con mis grupos de rock o tocando el piano en hoteles y eventos ha sido otra cosa. Le he sacado bastante partido.

Fernando, en cambio, se siente como pez en el agua. Es mucho más profesional que yo en ese aspecto. Y con ello no quiero decir que se trate de cosas excluyentes. Creedme que, aunque Fernando sea un profesional en el escenario de un restaurante de bodas, también podría serlo en uno del Monsters of Rock. Él en concreto sí. En cualquier caso, yo decidí hace pocos años no volver nunca más a cantar en bodas y no sabéis cuanto me lo agradezco.
Además de por su atractivo, esta breve explicación sirve para justificar que las miradas se centrasen casi en exclusiva en Fernando que, como he apuntado, se encontraba bastante animado.

Y es que, acabar de trabajar a las tres de la mañana el día fuerte del fin de semana y además haber consumido una copa, elemento imprescindible para hacer digna una interpretación del “chacachá del tren”, te obliga sin remedio a buscar aventuras en cuanto recoges el último cable de tu actuación, fuera del horrible mundo de las celebraciones de nupcias. Durante más de seis años, al acabar de cantar salíamos de fiesta.

Así que acordamos acompañar a esas tres chicas por la zona un rato. Nos llevaron a una discoteca cerca del polígono industrial. El cansancio y el desinterés marcaron mis primeras palabras. No estaba con ganas de seducir a nadie ni como “hobbie”. Así que mantuve una actitud cortés permitiendo que Fernando disfrutara de halagos sutiles y silenciosos ¡Que noche tan aburrida iba a ser aquella! Ninguna de las tres contestaba con ingenio a mis propuestas de esgrima verbal. Una hora después ya no podía más. Así que, convencido de que la noche no iba a calificarse como memorable, me dirigí a la barra preparado para consumir e imaginar. Pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme a una belleza morena de facciones celestiales, ropa agresiva y una boca apetecible. ¡El corazón empezó a latirme a toda velocidad!

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Su cuerpo era delgado. Enseñaba un ombligo arriba de unas caderas semidesnudas. El pantalón vaquero bajo apretaba la redondez de un culo alto. Lacio y moreno, su pelo no exhibía artificios. Me quedé deslumbrado. Y es que la noche a veces te regala cosas cuando menos te lo esperas. Ella se movía con un ritmo constante pero no frenético. Con lo cual deduje que podría mantener una conversación, entrecortada pero constante. Saqué del repertorio la actitud de tímido pícaro. ¿Por qué? Porque ella me imponía mucho, porque mi timidez era real y porque una camarera está acostumbrada a que hombres alcoholizados, y por tanto envalentonados, la avasallen con insinuaciones sexuales o descorteses. Así que probé un poco de educación sin evitar comunicar interés y atracción.

—Hola. ¿Puedes ponerme un JB solo, por favor?
—¿Con hielo?
—Efectivamente. —Sonreí— Con hielo.
Ella sonrió. Mi plan debía ser una mezcla de indirecto y directo. Algo que implicara interés sexual por mi parte pero, a su vez, tenía que desmarcarme de las legiones de pretendientes que la acechaban incluso delante de mí. Al traérmelo, la recibí con una mirada intensa. Una muestra inequívoca de que la observaba, evitando las muecas sexuales. Quería que percibiese que había algo en ella que me intrigaba.
—Siete euros.
—Toma. Muchas gracias —me retiré de la barra con una sonrisa en los labios y manteniendo mi mirada. Ella volvió a sonreír. Objetivo cumplido. Mi lenguaje no verbal había sido eficaz. Ella percibió en mí un chico con un interés en ella poco habitual y de forma refleja le había provocado dos sonrisas.
Volví a la pandilla donde Fernando seguía con lo suyo. Las tres chicas estaban embobadas escuchándolo. Pero a mi llegada una de ellas me cogió del brazo y me preguntó algo personal. Con ello pareció dejar claro que había sitio para mí en el pozo de los deseos. Contesté con cierta gracia, pero mi mente estaba en otra cosa. Contestaba y preguntaba a mi contertulia con bastante mérito para el escaso interés que ella me generaba. Yo estaba en otra guerra, y en ese momento buscaba la forma exprés de conseguir interesar a la camarera.
Me bebí lo más rápido que pude el cubata mientras contestaba monosílabos a los murmullos que me llegaban de la conversación general. Fernando estaba más falcado que un Cristo en el despacho del director de cualquier colegio agustino y resolví largarme de allí cuanto antes. Contemplé a la camarera desde lejos. ¡Me estaba enamorando hasta las trancas! Algo tenía que hacer y no sabía qué.
Por aquellos tiempos eso yo ni me había planteado que algún día existiría el DIRECTO EXAMINADOR. Hubiera sido como decirle a un troglodita que tuviera en cuenta que existen discos duros con conexión USB de color rosa metalizado. Me enfrentaba a la improvisación instintiva contra un monstruo quince veces más grande que yo. Pero tenía claras dos cosas. Una, que yo quería hacerme con esa chica; y dos, que no podía comportarme como el resto. Así que me acerqué y saqué algunas conclusiones. Ella era camarera de una discoteca sita en un polígono industrial de pueblo. Y entonces se me encendió una bombilla.
—Hola. ¿Me pones otro, por favor?
—Claro. ¿Era JB solo?
—Es evidente que eres la mejor camarera del mundo.
—Gracias —
 —Te estoy mirando y aparte de que tu belleza es impresionante —marqué una pausa hasta conseguir de ella una sonrisa de vergüenza— tengo la sensación de que eres la persona perfecta para algo que llevo entre manos ahora mismo.
—¿El qué?
—Estoy buscando una chica para un papel en un corto. Es un papel de pocas palabras pero de muchos planos. Para una protagonista cuya belleza y situación debe hacer llorar de la emoción. Se trata de la historia de una chica que no se conforma con su mundo y decide tomar una decisión muy dolorosa pero que cambia su vida para siempre. Y tú, sencillamente eres perfecta. Te estoy mirando y no puedo dejar de verte en el corto.
—¡Joder!
Ella sonreía nerviosa, muy interesada, y agradecida por haber visto en ella una protagonista tan extraordinaria. No creo que haga falta decir que, por aquel entonces, ni yo tenía entre manos un corto, ni había protagonista en ningún guión, ni nada de nada de nada. Pero tenía claro como el agua que ahora pocas cosas tenía tan claras como escribir un corto y hacerlo con quien fuera para que esa chica saliera en una pantalla.

ligar con una camarera
—Pero es que yo nunca he hecho nada como actriz.
—Creo que para tu papel no va a hacer falta que tengas experiencia. Te estoy mirando y, disculpa si te incomodo, pero al menos a mí me emocionas.
—Gracias —me volvió a decir.
El monstruo quince veces más grande que yo ahora era una criatura diminuta a merced de mis palabras. Me asustó incluso la vertiginosidad del vuelco del marco. Ahora esa diosa era una niña sonrojada que dejaba de atender a los clientes para mirarme, estudiarme y escucharme.
Fue ella la que se presentó.
—¿Quieres un chupito? Bueno, me llamo N, ¿y tú?
—Soy Egoh. Y sólo me lo tomaré si te lo tomas conmigo.
No me lo podía creer. La camarera más salvaje que había visto en mi vida me estaba invitando a chupitos queriendo saber mi nombre. En ese momento contenía la euforia como podía. Pero os puedo asegurar que si alguien me hubiera retado en una apuesta a que se puede volar, hubiera volcado mi cartera en la casilla del sí. Supuse entonces que me encontraba en el momento de asegurarme lo obtenido. Me voy, y así evito cagarla. Aunque ahora sí entendemos lo que ocurrió, yo no tenía muy claro qué diablos había pasado para estar con la sartén por el mango en tan poco tiempo. Por una parte quería largarme pitando de allí con el trofeo de su sonrisa y este recuerdo tan grandioso. Y, por otra, quería averiguar qué es capaz de ofrecer la vida cuando uno rompe los hábitos habituales y se convierte en un valiente.
Ella iba y venía al rincón de la barra donde yo estaba. Me sonreía desde la distancia, se arreglaba el pelo y me miraba. Me dedicaba caras de aburrimiento al atender a otros clientes dándoles la espalda para ofrecerme su expreso interés.
Me preguntó cosas sobre mi edad. ¡Mi edad! Me preguntó incluso si tenía novia. Le dije la verdad. Hacía muy poco lo había dejado con una chica con la que llevaba seis años y ella se apresuró a informarme de que también lo acababa de dejar con alguien de mucho tiempo.
—Y dime una cosa, N. ¿Eres consciente de que esta noche me voy a ir muy ilusionado a casa?
—¡Ja ja! No.
—Pues, N, creo que necesitaba justo esto en mi vida. Eres la chica más guapa que he visto en mucho tiempo. Me siento inmerso en una conversación apasionante contigo y además vas a protagonizar mi corto. Esto a mí no me pasa todos los días.
—A mí tampoco. Te lo aseguro. Eres un chico… —levantó las cejas e hizo un corte con la palma de la mano en el aire. No pudo acabar la frase. Pero me sentí más halagado que si me hubiera dicho cualquier palabra.
Mis observaciones habrán sido acertadas. Para esta chica los temas que no le rondan diariamente como cortos y emociones, eran muy eficaces. En ese momento llegó Fernando y nada más presentarlo me lo llevé de allí a toda velocidad con alguna excusa para evitar que saliera a la luz mi nula relación con los cortometrajes.
Le conté la historia y me dio la enhorabuena.
—Me has dejado solo con esas tres.
—Amigo, vamos a ver cómo te explico que acabo de encontrar a la mujer de mi vida. Me quiero casar con ella mañana mismo y quiero tener seis hijos.
—¡Ja ja ja! Sí que está bien la chica. ¿Y qué hago yo con esas?
—Pues fóllatelas por turnos. A mí, por favor, no me desconcentres.
—¿Pero tienes su número?
—No, pero lo voy a tener.
Dejé pasar unos minutos en el baño. Cualquier corrección de mi peinado ante el espejo me parecía insatisfactoria.
Volvía a la barra y esperé a que pudiera acercarse.
—N. Dame tu teléfono y te llamo esta semana.
—Claro.
Trajo un papelito con su número y aproveché para olerle el pelo. Era un olor tan excitante.
—Vale, N. Pues te llamo esta…
—Dame el tuyo, Luis. Vamos a cerrar ya y tengo que hacer la caja. Luego tengo que llevar a una amiga a casa y no voy a poder estar contigo —me dijo con naturalidad. Yo accedí tan veloz como pude.
La despedida era inminente y sabía que mis últimas palabras debían estar a la altura de las expectativas.
—N. Voy a llamarte por lo del corto. Pero quiero que sepas que me has ilusionado en muchos aspectos. Y hace mucho tiempo que nadie lo ha conseguido.
—Gracias.
Mis palabras no pueden expresar su sonrisa.
—Tú también me has alegrado la noche.
Al acercarnos le di un beso en la comisura de los labios. Ella no lo evitó.
Acudí a la conversación de mi amigo y las chicas con una energía muy por encima del resto. Estaba eufórico. Muy eufórico. Fernando ya no podía más. Se había aburrido incluso de ligarse a las tres.
N. la maravillosa N o, como yo la llamo, “ mi pato” nunca fue la protagonista de ningún corto. Pero poco tiempo después yo empecé a dedicarme al teatro y a los cortometrajes. Ahora mi relación con los cortometrajes es profesional. Pero guardo una relación muy especial con una de las chicas más generosas y humanas que nunca he conocido. ¿Y sabéis qué? ¡Sigue siendo preciosa!

El mensaje de Whatsapp ante Gimena

Absolutamente satisfecho, me dirijo a  casa tras una de las sesiones prácticas del Plan Integral Personalizado. Los chicos han hecho maravillas. Teléfonos, besitos, enamoramientos y los más nuevos han  sexualizado con esfuerzo. Pero todos sin excepción proclaman una victoria honda y clamorosa contra sus miedos o hábitos corregibles.

Tras los abrazos, y últimas carcajadas, enciendo mi último cigarro ya con las botas en movimiento,satisfecho por ellos y por mí. Estamos  haciendo algo muy grande y es indiscutible. La oscuridad de la noche se cierne sobre Valencia con contundencia. Son las 03,45 y los coches se ponen en marcha solo con dos posibles opciones:  retirarse o seguir persiguiendo la energía lúdica del sexo y el cortejo. 

Tarereo Born Into This de The Cult y aunque el cansancio se torna detectable, la sonrisa aparece palpitante en mi boca y mi corazón.

En la acera de enfrente camina en dirección contraria una chica alta, ataviada con una minifalda vaquera, pelo liso y unas facciones ampulosas. Pelirroja ellaSu altura, estilo y cuerpo despertaría el instinto cazador hasta de un caracol jubilado. Así que la miro y llevo mi mano hasta mi sien. La saludo con un saludo militar que devuelve con una sonrisa.

Mensaje de whatsapp ligar

Sigo andando mirando al frente pero algo me parece oír junto a una risa… Me giro entonces… y se gira. SUFICIENTE. 

-Chica, Espera…

Entonces el estribillo mi canción suena con  más volumen en mi mente y camino hacia ella más flamenco y rockero que Ian Astbury. Al acercarme, detiene su paso y me recibe con una sonrisa de mueca inteligente. 

-Perdona. ¿Se puede saber por qué diablos has tenido que aparecer a estas horas de la noche?

-Eso mismo digo yo – Responde con una voz intencionadamente segura de sí misma.

-¡Mírala!… ¿Quién eres, la chica más molona y segura de todo el Barrio del Carmen?

-Seguramente – contesta conteniendo el juego. 

-En ese caso estoy muy enfadado contigo. Yo tengo más años que un loro y a estas horas yo ya no estoy tan seductor…

-Ese no es mi problema – responde ahora sí con una risa sonora.

-Sí que es tu problema. Estás ligando conmigo por algo y para algo. Igual que yo.

En ese momento se gira escondiendo una carcajada muda. Antes de que le de tiempo a contestarme le pregunto el nombre.

-Gimena.

-Gimena? ¡Qué nombre más inspirador! 

-¿Sí? ¿Te lo parece? 

-A mí es que me va mucho el rollito medieval. De hecho el verano pasado estuve en un monasterio de clausura durante una semana.

-¿Tú?

-Ya sé que tengo más pinta de protagonista de Sons of Anarchy pero las apariencias engañan. Por cierto yo me llamo Luis.

-Encantada.

El momento era absolutamente idóneo para hacer un NARRADOR. 

-¡Qué maravilla de momento! ¿No te parece, Gimena? Cuando parecía que nos íbamos a dormir nos encontramos, nos gustamos y encima nos ponemos tontitos…

-¡Ja ja ja! Pues sí.

En ese momento suena mi teléfono. Mensaje de whatsapp. Al leer la primera parte del mensaje me acuerdo de un pequeño detalle…

«Tejón…» 

-Gimena, créeme que si me hubieras pillado en otro momento de mi vida ahora nos iríamos a buscar un lugar tranquilo para husmear en nuestras historias y encontrar vínculos y utilidades mutuas… Pero… ella frunce el ceño esperando alguna mala noticia- me tengo que ir sin tu teléfono y sin nada de lo que parecía que iba a pasar. Es que resulta que soy muy feliz. Ciao

Gimena se queda quieta, sin hablar un par de segundos, y tras tres de mis pasos la oigo mover sus tacones a un ritmo acelerado. Soy despistado, sí. Pero soy feliz siendo fiel en este momento.

 

Siempre vuestro, egoh

Redes….¿más que sociales?

Es abrumador pensar cómo, desde sus inicios, Internet no sólo se ha convertido en la nueva era de la información sino que también ha transformado nuestras costumbres y modos sociales.

Si nos remitimos al concepto de Redes Sociales, vemos que éstas se encuentran básicamente formadas por personas que comparten alguna relación, principalmente de amistad, mantienen intereses y actividades en común, o están interesados en explorar los intereses y actividades de otros. Entre sus ventajas están: interacción con personas de diferentes ciudades e incluso países, conocer nuevas amistades, interacción en tiempo real, son plataformas de publicidad, etc. Y, entre sus desventajas: falta de privacidad, propician un alejamiento de la propia realidad, nos excluyen socialmente de nuestro propio entorno…

Ya todos conocemos de sobra dicho concepto, aunque algunos todavía no aprecien la diferencia entre algunas de las redes sociales más importantes: Facebook, Twitter, Google+, Badoo, Linkedin, MySpace, Meetup, Meetic, Couchsurfing, Internations

El propósito de estas comunidades virtuales varía desde compartir amistades, vínculos profesionales, noticias en tiempo real, a incluso encontrar relaciones sentimentales o casas donde pasar la noche cuando se está viajando. Las posibilidades son enormes, casi ilimitadas.

ligar en redes sociales

Sin embargo, aunque algunos podrían tacharlo de ilícito, es posible hacer un uso diferente de la mayoría de estas redes sociales dándole más un enfoque de Dating Site. En mi caso, decidí hace ya muchos años utilizar Couchsurfing para satisfacer de una vez dos de mis mayores pasiones en mi vida, viajar y conocer innumerables chicas de diferentes culturas y países.

Todavía recuerdo, antes de la aparición de las Redes Sociales, la vergüenza y las dificultades que se me presentaban y que me impedían echarle valor y acercarme a hablar con una chica en el instituto. Qué tiempos aquellos… En cuanto un amigo me habló un día de Couchsurfing, al registrarme en la página no era consciente todavía de que en ese mismo momento estaba abriendo mi “Caja de Pandora”. Toda mi vida dio un giro radical a partir de ese preciso instante. Cuánto he de agradecer al creador de dicha idea, ya que seguramente no habría ligado en mi vida ni un 10% de lo que he ligado si no fuera por dicha página.

Para el que nunca haya escuchado hablar de Couchsurfing (aún no está muy extendido a nivel mundial), se trata de una experiencia nueva a la hora de viajar y de forma más económica. No se trata simple y meramente de un alojamiento gratuito o de un intercambio cultural entre dos o más personas, los que alojan y los que “surfean” el sofá. Va más allá. El viajero busca el compartir con la otra persona contrastes entre sus culturas, observar y aprender sus tradiciones, y descubrir los entresijos del lugar al que viaja desde una perspectiva local y más auténtica. Es, sin duda, la experiencia perfecta para un viajero empedernido como yo.

Algunas de las principales características del viajero de CS son tener una mentalidad abierta, las ganas de conocer distintos tipos de personas, culturas y experiencias, y el disfrutar la vida en cada momento. En otras palabras, las chicas que utilizan la página son más románticas, abiertas y soñadoras que la mayoría que puedas encontrar en cualquiera de los bares de tu ciudad. Pueden ser más susceptibles a caer en tus encantos si te sabes “vender” bien. Por tanto, si además de permitirte viajar de forma única puedes sacarle más jugo a la página, ¡pues aún mejor!

Yo empecé a usar Couchsurfing en el 2005, para viajar de forma diferente y más económica por Polonia, y tras la increíble experiencia, a mi vuelta a España me dije a mí mismo que a partir de ese momento ¡seguiría usando la página en cada uno de mis viajes! No sólo me recogían las chicas a mi llegada a cada estación de tren, sino que me invitaban a cenar, a unas cervezas, y al final, reuniendo las necesarias cualidades para seducir a una chica, terminaba por enrollarme o tener algo más serio con el 80-90% de las chicas que me alojaban a través de la página o con alguna de las amigas que me presentaban.

Hasta el momento ignoro con exactitud el número ingente de chicas que he conocido a través de Couchsurfing, pero sí que puedo afirmar con seguridad que lo que hace años parecía una utopía para mí y muchos de mis amigos a los que les hablé de la red social, es ahora una realidad.

Este uso diferente al original que puede hacerse de CS puede aplicarse igualmente a otras redes sociales. Es cuestión de imaginación y de saber cómo sacar el máximo provecho de tus técnicas y habilidades de seducción en este tipo de páginas. En cuanto a esto último, ya lo comentaré en otro artículo J  ¡Hasta la próxima!

 FERNANDO

 

Lanzarse al Vacío (II): Volviendo a conocer gente

El principio de la historia…aquí:

[button color=»red» link=»https://www.egolandseduccion.com/lanzarse-al-vacio-i-el-principio-de-la-noche» size=»medium» target=»_blank» font=»georgia» textcolor=»#FFFFFF» bgcolor=»#500752″ align=»center»]El principio de la noche[/button]

A Coruña – Abril 2013 – 00:30 h

 

……….Fue Jorge quien se puso a hablar con dos atractivas chicas que rondaban los veinticinco para preguntarles que opinión les merecía que en Galicia se pusieran de moda las 9 Citas (Parecía ser un gran tema para iniciar una conversación). Por lo que Adrián y yo nos quedamos cerca de la barra, a lo nuestro. En un momento dado me di cuenta de que tanto Jorge como las chicas nos observaban y parecían hablar de nosotros, por lo que eso me dio pie a acercarme a los tres. Sin más dilación me puse a hablar con la que me interesaba:

Hola ¿Qué tal la noche?

Hola. Bien, muy bien. Jeje.

Imagino que Jorge os estará preguntando por el tema de las 9 Citas ¿me equivoco?

Pues sí, nos lo está comentando, sí –En ese momento me sonrió. Jorge por su parte se centró en la otra chica y Adrián los acompañó

¿Y qué os parece? –Pregunté con sincera curiosidad. Entonces ella se giró totalmente hacia mí, entregándome toda su atención. Hasta entonces había estado enfocada en parte hacia Jorge y en parte hacia su amiga, y de pronto era solo mía. Y todo por una sonrisa y una muestra de genuino interés.

Pues… la verdad es que suena interesante.

Me alegra que te guste la idea –Me sonrió de nuevo. Parecía nerviosa, pero seguro que no lo estaba tanto como yo.

Sí, pero…

¿Pero…?

Pero no sé hasta qué punto tendréis éxito porque aquí en Coruña la gente es muy orgullosa como para acceder a ir a esa clase de cosas.

No te preocupes, ya lo pondremos de moda. Vamos a hacer que la gente se olvide de una buena vez de tanto Facebook y tanto Whatsapp y así recuerden lo que es el contacto humano. Volver a conocer gente. Además, si a una chica tan atractiva como tú le seduce la idea, seguro que con el tiempo más gente se apuntará. –Ahora era yo el que le sonreía, y de una forma pícara.

Gracias por el piropo, pero yo no sé si iré. Solo he dicho que suena interesante. –Por mucho que lo intentó no fue capaz de reprimir una sutil sonrisa, y además se estaba sonrojando. Supuse que el cumplido le había gustado más de lo que quería admitir. Estaba jugando. Me estaba haciendo sentir inseguro y al mismo tiempo me hacía sentir su dueño. Fue una sensación extraña que saboreé con sumo gusto. Y luego me lancé:

Por cierto, que sepas que me encanta lo bien que te queda el sonrojo –Y le hice un guiño. Ella rio, y fue el sonido más agradable que había escuchado en mucho tiempo. Se puso aún más roja y me dio las gracias.

Que desconsiderado por mi parte, ni siquiera me he presentado. Yo soy Diego ¿Cómo te llamas?Me dijo su nombre y me pareció precioso, cosa que le dije tras darle dos besos. Pero aquí diré sencillamente que se llamaba Lucía (que también me parece precioso, un beso para todas las Lucías). Al acercarme a ella me di cuenta de que olía a algún perfume de jazmín ¿Qué tendrá esa flor que tanto les gusta a las mujeres y tan loco me vuelve a mí? Tras manifestarle lo mucho que me gustaba su olor me dijo que le parecía un chico muy agradable.

Y bien Lucía ¿Qué tendría que hacer un chico como yo para convencer a una chica tan cercana y sonriente como tú para que venga al 9 Citas? –De nuevo mi sonrisa y mirada pícaras.

Mmm… iría con una condición… -Recuerdo que en aquél momento pensé que se le daba bastante bien hacerse la misteriosa. Y también imitar mi cara de pícaro.

A ver si adivino… ¿Qué te lleve de luna de miel a París?Y entonces, tras una bella carcajada, soltó la bomba……

MUY PRONTO TERCERA PARTE

Lanzarse al vacío (I): El principio de la noche

A Coruña – Abril 2013 – 20:00 h

La noche prometía. Unas semanas después del primer taller de seducción de Egoland en Galicia, habíamos quedado en Mato Grande a eso de las ocho para salir de fiesta por Coruña. Éramos tres: Adrián, Jorge y yo. Tomamos algo y tras mantener una conversación distendida y con abundantes risas en una cervecería de la zona, nos dirigimos al centro para estar más cerca de la zona de marcha. La intención era ir al “Dux”, el local más “fashion” de Coruña, y es que, ¿a quién no le gustan las mujeres elegantes y coquetas? Pero como todo buen plan que se precie, acabaría por no tener lugar. Al fin y al cabo, cuando uno más se divierte es cuando improvisa y se deja llevar.

No nos costó encontrar sitio donde aparcar y menos todavía encontrar un bar un tanto Soso donde cenar, pero se ve que o somos de paladar poco exigente o sencillamente otros menesteres ocupaban nuestros esfuerzos intelectuales (lo más probable) como para preocuparnos por llevarnos al estómago algo más que un simple bocadillo. Por supuesto allí empezó el calentamiento. Jorge empezó con su sana y habitual costumbre de retarnos a “observar”, en este caso a un grupo de unas 20 chicas que estaban cenando allí. Rondarían todas ellas los 18 o 19 años y tanto Adrián como yo supusimos que o era una cena de clase o un cumpleaños. Craso error como bien nos ilustró Jorge, pues este juego se le da fenomenal. Lo normal sería que también hubiera chicos en el grupo, ya fuera una cosa o la otra las chicas no estarían solas, así que nuestras respuestas no encajaban; y al parecer, ni Adrián ni yo nos habíamos percatado de que estaban acompañadas por dos hombres, un treintañero y un cincuentón. Y era poco probable que fueran un padre y un hermano mayor. ¿La respuesta correcta? Eran integrantes de un equipo de fútbol femenino junto con su entrenador y quizá un preparador físico, como bien comprobamos por lo que llegamos a oír de sus conversaciones. Estos juegos pueden ser muy instructivos, y es que como se plantea en el Triángulo de Helio, la observación es fundamental. pero se ve que nos falta bastante práctica a Adrián y a mí. O eso, o Jorge lee las mentes.

Siguiente parada: “Sham Rock”. La conversación se ponía trascendente. Hablamos del comportamiento femenino en general, de tipos de mujeres, de sus tan temidas disonancias, también intentamos averiguar que opinaban dos desconocidas sobre el tema “9 Citas” y acabaron por demostrarnos que eran las dos mujeres más aburridas de Coruña… (Les mando un sonriente saludo desde aquí)- A base de reflexionar, llegamos a una conclusión que en el fondo ya conocíamos, pero que no estábamos teniendo en cuenta: el motivo por el cual en muchos casos una mujer no quiere volver a quedar contigo días después de haberte conocido, es sencillamente porque no le has transmitido ese «algo» que la haga verte como alguien diferente y especial. Y es que por muy a gusto que se sintiese contigo, ese estado emocional acaba enfriándose si no consigues que se implique lo suficiente. De modo que la orden (digo bien: “orden”) de Jorge fue clara: “Hay que ir a muerte, hay que sexualizar desde el principio y sin miedo, hay que cautivarlas desde el momento en que las conoces. Transmitirles tu carisma.”.

Supongo que esas palabras calaron hondo en mi subconsciente sin darme cuenta, pues en aquel momento no me imaginaba que en menos de dos horas las estaría llevando a cabo.

Así que tras hacer otra parada en un bar muy concurrido e intentar nuevamente “encuestar” a dos hermosas veinteañeras sobre las 9 Citas (y darme cuenta de que eran algo tímidas pero muy risueñas) pasamos finalmente al meollo de la cuestión. Llegamos al centro comercial del puerto y decidimos tomarnos algo en el Rocco antes de subir al Dux. Y allí fue donde pasó……………….

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