Ganar / Ganar

Hemos hablado ya por aquí del paradigma Ganar/Ganar, una de las herramientas más valiosas de la resolución de conflictos. Vamos a profundizar.

Lo primero es tener claro que más que una técnica aislada frente a un conflicto, es una manera de entender el conflicto, una filosofía, una manera de pensar. Todos los días tenemos interacciones con personas, y en muchas de ellas se plantea una necesidad de acuerdo, de negociación, etc… Pensar en Ganar/Ganar significa pensar en el beneficio mutuo (sin dejar de pensar en el nuestro).

No es una perspectiva “solidaria” ni que denota poca personalidad o carácter como muchas personas pueden pensar al toparse con esto y no profundizar. La agresividad, la intransigencia y el demostrar “mucho carácter” (lo pongo entre comillas porque demasiado habitualmente se confunde esto con mala educación o agresividad, cuando en realidad no tiene nada que ver) no son rasgos positivos ni que nos hagan ser percibidos como poderosos. Al contrario, ser capaces de negociar nuestra postura pensando, a la vez, en la de la otra parte, ser conciliadores y capaces de razonar en base a la empatía y a la persona concreta que tenemos en frente situada en un contexto determinado en lugar de reaccionar igual ante cualquier conflicto, denota inteligencia, madurez y carácter (bien entendido). Y estos sí son rasgos que nos otorgan poder. Al fin y al cabo este es un proceso de pensamiento y razonamiento mucho más lógico que ponerse a gritar o exigir que sólo nuestra manera de ver las cosas se entienda como válida.

Se trata pues de entender la vida como un espacio en el que buscar cooperación frente a la competición que suele imperar. Nuestro éxito no pasa porque otra persona pierda, ni mucho menos. Ahora bien, quizá nuestro éxito pase por ganar un poco menos de lo que teníamos previsto, pero en compensación, podemos ganar también que el otro nos perciba de una manera mucho más positiva. En nuestra relación quizá no consigamos todo lo que le estamos pidiendo a nuestra pareja, pero si conseguimos el 60% y además, el extra de que ella se sienta aún mejor con nosotros porque nos percibe como personas inteligentes y conciliadoras, realmente quizá hayamos ganado más que si consiguiéramos el 100% y una imagen agresiva, de cabezonería y de personas con las que es frustrante dicutir ¿no creéis?

¿Cómo llevar esto a la práctica? Una manera muy gráfica ante un conflicto (o cuando queremos plantear una demanda que, obviamente, tiene unas consecuencias para la otra parte en tanto que tiene que ceder, aceptar o cambiar algo) de plantearnos seguir este paradigma es hacer las siguientes preguntas (y plantearlas con una comunicación empática):

  1. ¿Qué es lo que quiero yo?
  2. ¿Qué es lo que quiere la otra persona?
  3. ¿Cuál sería una solución válida para mí?
  4. ¿Cuál sería una solución válida para la otra persona?
  5. ¿Cuál es el punto medio entre mi solución y la suya?
  6. Verbalizar este acuerdo: “Nuestra solución entonces es esta: ….”

 

Veámoslo con un ejemplo, siguiendo estos pasos:

 

Imaginad que últimamente vuestra pareja no pasa demasiado tiempo con vosotros. Antes solía quedar con vosotros cada día después de trabajar y ahora, la mayoría de los días prefiere quedarse en casa viendo la tele en el sofá. Vosotros sentís la necesidad de retomar ese espacio común y de pasar más tiempo juntos, ya que sentís que estáis entrando en una situación rutinaria, aburrida y que si no solucionáis, os llevará a un punto en el que no queréis estar.

 

  1. Planteamos que, aunque entendemos que las personas cambian, que hay épocas y etapas y que sabemos que últimamente está más cansada, queremos volver a recuperar esos momentos juntos.
  2. La otra persona, por ejemplo, argumenta que últimamente está muy cansada y que cuando sale del trabajo lo único que le apetece es tirarse en el sofá.
  3. Para nosotros, una solución válida es recuperar más tiempo
  4. Para la otra persona, una solución válida es invertir el tiempo en algo que no sea muy cansado ni que requiera un gran esfuerzo mental
  5. Un punto medio sería quedar tres días, dos de ellos en el sofá de ella, pero nosotros elegimos una película para ver juntos (o un programa, serie, etc..), y el otro día nosotros elegimos el plan
  6. Planteamos “Entonces hacemos esto ¿te parece bien? Dos días son para ti sola, los otros tres, dos los pasamos en tu sofá pero yo elijo una serie para que la veamos juntos, y el otro yo elijo el plan ¿vale?”

Obviamente no es un contrato inamovible ni un corsé: todo se puede renegociar, no se trata de verlo como una obligación que tenemos que cumplir a rajatabla, pero es una manera de, simplemente, iniciar una nueva manera de gestionar una situación que en principio nos estaba causando disgusto. Es importante entender esto, que más que firmar un contrato o hacer un horario, lo realmente trascendente es plantear la necesidad de comunicarnos y de solucionar entre los dos una situación que a nosotros no nos gustaba.

¡¡Espero que os guste!!

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