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Relato erótico: Recordando…

Desde su encuentro con el pintor,  las necesidades de ella habían cambiado.

Él seguía marcando su teléfono de vez en cuando, aunque ella no respondía, que él la requiriera le hacía sentir bien. Había hablado alguna vez más con él, pero siempre desde una distancia que en nada se parecía al encuentro en el que los pensamientos de ella  no se apartaban un momento de su miembro.   Ella tenía otra cosa en mente… algo sórdido…. pero con alguien diferente. Quizá el pintor no era lo suficientemente complejo para tal historia. O quizá no le gustaba lo suficiente. 

Había pasado un mes de aquello y empezaba a necesitar otra experiencia más fuerte. Por su cabeza pasaban imágenes  cada vez más y más sugerentes; un hotel y el novio de su amiga, el camarero de la esquina, hombres atándola y rasgándole la ropa interior,  sus propios compañeros de trabajo arrodillados en la oficina… Cualquier cosa le resultaba excitante, aunque tenía mil contradicciones, sabía que aquello solo le traería problemas.

Por un momento se paró a pensar… la luz tenue de su mesilla alumbraba la cama de su cuarto. Hacía tiempo que no ponía una lavadora así que solo tenía ropa interior limpia y como hacía calor decidió no ponerse nada más.  Tumbada en la cama se empezó a acariciar, las cortinas ondulaban, sus pechos erguidos ya empezaban a exigirle más atención, deslizó suavemente una de sus manos al interior de las braguitas…

relato erotico mujer imaginandoSe acordó de cuando tenía 17 años, en aquel entonces todavía era muy inocente, le asustaba el mar, y los hombres con deseos ardientes y turbios, le habían contado que eran brutos y sin escrúpulos cuando estaban excitados. Ella ya había tenido sus primeras relaciones sexuales y le había ido bien, con su mejor amigo y novio del colegio.  Pero el mayor cambio vino cuando le conoció a él.


Tenía 36 años, era guapo y tenía un precioso mercedes rojo. Introvertido y muy observador, le conoció en un bar  andrajoso cerca de s casa al que iba ella por las noches después del instituto con sus amigas. Un día después de miradas furtivas la invitó a salir, ella se negó por pudor, pero la segunda vez que él preguntó ella no se pudo resistir.

El día que quedaron él apareció con otro amigo, este era demasiado hablador y también atractivo,  periodista, culto y menos complicado. Y también mayor. Él la había invitado a salir pero parecía ausente, algo le turbaba en su mirada, tan verde y  esquiva aunque de vez en cuando se posaba en el generoso escote que ella había elegido ese día para parecer mayor. También eligió ir sin sujetador,  era verano y se lo podía permitir.

Pasaron la noche entera bebiendo y riendo por los garitos del centro de la ciudad, los tres, ella a veces sentía que les deseaba a los dos, pero en ese momento era demasiado joven como para entenderlo.  Ella se alejaba de las insinuaciones evidentes que le hacía el amigo, para seguir con la mirada al inquietante chico tan mayor que le había invitado a salir. En un descuido del amigo, el se lanzó a su boca deseoso de tener un rato a solas con ella.  Sus manos concienzudas rodearon la cintura de ella que ya bailaba al son que el quisiera esa noche. Se humedeció tanto la ropa interior de ella que sintió vergüenza y se pregunto si pasaría el resto de la noche con él. Cuando cogieron el coche para volver a casa, el chico evasivo de los ojos verdes dejó a su amigo y fue directamente a su casa sin nisiquiera preguntar. Ella presa de la incertidumbre y de las parcas y escuetas palabras de su acompañante se excitaba cada vez más, le tenía miedo y ganas.

Él la invitó a subir, y aunque de nuevo las dudas asomaban en la cabeza de ella una vez más no pudo resistir.

Una vez en el ascensor el le subió la camiseta y la observó con la mirada perdida, los senos la curva de la cintura… La besó mientras la giraba poniéndola cara al espejo del ascensor y quedando él por detrás,  le introdujo sus manos por dentro del pantalón mientras miraba los ojos de ella, que extasiada no sabía donde mirar.  Jugó hábilmente con el clítoris de ella que se dejaba caer en sus brazos  que tenía el pelo despeinado y que se dejaba llevar. Cuando ella alcanzó el climax, avergonzada y tímida se puso de rodillas, abrió los pantalones de él y vorazmente se puso a lamer su miembro con algo de torpeza, que se fue diluyendo mientras la excitación en su pubis volvía a aumentar.

Le lamía el miembro mientras el la miraba sorprendido y extasiado, ella se tocaba, el miembro grande y duro apenas cabia dentro de su inexperta boca… Él le agarraba del pelo que caía entre los pechos desnudos, con firmeza pero sutil, y mientras ella con las rodillas desnudas clavadas en el duro suelo del ascensor, se asía con la boca y los dientes escondidos fuertemente al miembro. Ella movía su propia mano en el interior de su pubis que era fuego y que se derramaba. En una  de las ocasiones se clavó el miembro en la garganta y el semen recorrió toda la boca y ella terminó en un gemido de placer.

Ambos se vistieron y ella calló y él no dijo nada.

Mientras se retorcía en la cama, la luz alumbraba sus manos, una se introducía frenéticamente en su parte baja y la otra rozaba suavemente el clítoris, a cuatro patas, la cama barata que había comprado hacía unos días aguantaba el sexo solitario de ella, que se masturbaba hasta el agotamiento, mientras gotas perladas de sudor inundaban su cara.

 

Cuando terminó exhausta , volvió a pensar en él, hacía muchos años que se conocían, habían pasado demasiadas cosas juntos y separados, ella asintió en sus adentros, él fue quién desató  su locura.

 Enviado por PRADO

 

 

Erotismo masculino para chuparse los D2

 

Chicos y chicas, no estoy revelando ningún secreto cuando digo que los hombres en el sexo, una vez apagado el deseo por el orgasmo, nos sentimos saciados y necesitamos apartarnos, dormirnos, fumetear… El sexo, que al principio nos parecía vital y divertido, de repente, nos parece una catástrofe. ¡Incluso podemos sentir fastidio por estar cerca de ese cuerpo al que primero deseábamos tanto!

Si has visto la película “El Bar Coyote”, quizá recuerdes la escena en la que la propietaria explica el origen del nombre del bar. Hablaba de sufrir un “Coyote Ugly” a ese desagradable despertar junto a alguien al que ya no deseamos.

Como esto no es patrimonio únicamente masculino, le pregunto al aire ¿Por qué ocurre esto?

Y el aire va y me contesta con un chiste: ¿Te sabes ese del chico que conoce chica, se folla chica, expulsa de su casa a chica por ser «demasiado fácil» pero, misteriosamente, parece que el orgasmo lo tiene mientras lo está contando, curiosamente a voces, a cualquier desconocido?

Afortunadamente ninguno de los dos, querido lector, es el protagonista del chiste, pero deberemos ponernos en su piel para seguir comprendiendolo. Por mucho que nos esforcemos en intentar aparentar, con ese tipo de exaltaciones de supuesta e insultante artificialidad masculina, que somos “machos muy malos”, tan solo estamos revelando, nuestra incapacidad para haber atraído a una mujer a nuestra altura y por tanto, nuestra incapacidad para sentirnos hombres realizados.

¿Pero quién es el guapo que, con el ego masculino “de serie” que traemos, acepta esto? Muy jodido. Nuestras disonancias particulares masculinas nos lo impiden cuando, la cruda realidad es que al final, atraemos y follamos lo que somos. Así, en realidad, no estamos atentando sobre la integridad de la chica, sino sobre la propia nuestra, pues ella es reflejo de nuestras actitudes masculinas.

Toda la charla anterior me sirve como preámbulo para mi visión sobre el tema del sexo: Egoísmo en Estado Puro. Utilizar la satisfacción de sus necesidades femeninas como vía para nuestra propia realización masculina, haciéndolo un arte a través de nuestra expresión erótica particular. Con juego de palabras incluido: Sentirse el hombre que eres en verdad para sacar la mujer que es en verdad.

Todos merecemos encontrar personas dignas y merecedoras de nuestra seducción, de nuestras complacencias y deseos e, incluso, de nuestros placeres post-orgásmicos. Nos merecemos polvos que traigan prietos abrazos y besos, conversaciones íntimas y ese sueño reparador del que duerme estrechamente abrazado. Despertar a mitad de noche y volver a rondar para, de nuevo, volver a repetir esa dinámica hasta el despertar de un nuevo día que, quizá, invite de nuevo al disfrute de los placeres y a la lujuria de un nuevo amanecer. Y sobre todo, no hacerlo por ellas, porque nos hayan dicho toda la vida que son más «románticas» y lo necesitan, sino por nosotros mismos, como una expresión de nuestra masculinidad real y latente, quizá oculta por limitaciones sociales y ambientales, pero que llevamos dentro y se contiene en secreto a cada respiración que hacemos.

Hombres y mujeres somos seres humanos que merecemos ser tratados con respeto y en el sexo, salvo que nos pidan expresamente lo contrario, jeje, tenemos que olvidarnos de la seducción egoísta que tan sólo deja dolor y víctimas en el camino (en el amor todos somos verdugos, jajaja*) y darnos cuenta que cuando se “da” libremente (aquí hay un doble sentido para los malpensados), desde la íntima sinceridad y la abundancia de sensualidad y emociones, se recibe más (no es el más de cantidad, sino de intensidad).

*(n.del. a: lo siento lectores, sé que suena a chiste malo pero sólo me puede hacer gracia a mí y a una personita que no creo que jamás lo lea. Espero que participes de un pequeño homenaje a ella y se te escape ahora una ligera sonrisa de complicidad ;))

 

El morbo de la confianza

Te aviso: hablando de romance y amor, a mí no debes hacerme mucho caso. Siempre he creído que, de una forma incomprensible y nada previsible, dos desconocidos que nos ponemos «ojitos» estamos destinados a aquel día y a ese momento concreto del tiempo, siempre que librásemos a nuestros ojos de las vendas que impiden ver y mostrar la verdad: tu, yo y ahora.

Así, necesariamente, cuando eres «el uno para el otro«, incluso para una efímera noche, es más fácil. Parece que algo viene «de serie», una especie de confianza, de intimidad entre desconocidos, de ese “siento que ya te conocía” que siempre ha impulsado mi líbido sobremanera. La complicidad generada me excita salvajemente, a la vez que, curiosamente, despierta mi lado más atento, superñoño y arropador.

Como hombres de este mundo emocionalmente moderno nos ayudaría identificar nuestros actos sexuales con nuestra forma natural de ser y con nuestras formas de amar como hombres. No es sólo mi pene o su vagina los que necesitan ser estimulados para alcanzar el placer: es todo mi ser el que quiere sus caricias y ternura para poder extasiarse. Por eso, para expresarme sexualmente en consecuencia, encuentro necesario descubrir el equilibrio entre lo que necesita como mujer y mis emociones y sensaciones masculinas.

Este es para mí el camino de la salud y el bienestar sexual y romántico: la terapia de hacer que la atención a sus preferencias como mujer y al deseo de su placer sea también lo excitante para mis necesidades de expresión emocional, sexual y romántica como hombre.

Predestinados por cupido o por un calentón en vías de extinción, creo que no debemos pasar la oportunidad de, con independencia de la naturaleza de la relación emocional-sexual que tengamos entre manos, entregarnos al placer y sensaciones que nos provoca nuestro sentir sexual masculino, a través de un erotismo que catapulte nuestro lenguaje corporal y poesía a cotas celestiales, un erotismo que se base en jugar atendiendo las necesidades del otro.

En el siguiente post os dejo algunas ideas, claves y tonterías que os ayudarán a sacar vuestro lado más viril, romántico y divertido en la cama. Espero que os sirvan de inspiración en noches tan bonitas como la de hoy :).