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Relato erótico: ¡Vaya Trío!, por León

Había llegado de viaje, en la mañana, en razón de mi trabajo como abogado, a un municipio de la montañera y quebrada geografía antioqueña. Asistí a mis diligencias en el juzgado municipal normalmente, como hacía siempre; todo lo hice muy rápidamente a fin de volver a tomar camino rumbo a la ciudad de la eterna primavera…

Cuando llegué a eso de las tres de la tarde al punto de venta de los tiquets, la mujer que los expendía me dio la noticia que había derrumbe en la carretera como consecuencia de las fuertes lluvias del día y que los despachos de buses con pasajeros estaban suspendidos hasta el día siguiente y eso si las máquinas lograban despejar en el resto de tarde y en la noche, el inmenso alud de tierra que había caído sobre la calzada en tres puntos diferentes.

No me desesperé ya que siempre ha sido costumbre en mí, desde mis años de seminario, no preocuparme por aquellas situaciones que estaban por fuera de mi esfera de acción, aquellas que se salían de mis manos…

-Doctor… pues aprovecha y nos damos una bailadita en la noche –  me dijo la expendedora de tiquetes.

Yo la miré detenidamente por primera vez; nunca la había mirado así anteriormente. Ahora me fijé en los detalles; tenía unos ojos color miel, muy lindos y brillantes, unos labios delgados pero muy bien delineados, carita redondita, un poquito cachetoncita, el cabello corto y asido con una cintilla de algodón en la parte de atrás.

Me tomé el atrevimiento y le dije:

Ponte de pie para mirar si me das la estatura para lo de la bailadita… Como ves soy un poco alto y quedaríamos como disparejos.

Me miró pícaramente y me dijo:

-De pie podemos quedar como dices pero horizontalmente lo único que importa es que cuadren y encajen los centros…

-Pues sí, tienes razón pero… ¿es que quieres bailar de pie o acostada?

Alzó su mirada, posó sus ojos fijamente en mí como para darse seguridad; luego se puso de pie, salió de la taquilla y se acercó a mí, me tomó de la mano, se elevó un poco y me dio un beso pequeño y mordelón en los labios y musitó:

-Con usted, mi doctor, bailo como quiera y si es en la cama, mucho mejor… usted no imagina las calenturas que me han dado cuando lo veo que viene a comprar sus pasajes. Me hago agua en la entrepierna.

«¡Qué lanzada!», pensé… pero la verdad está como linda y debe ser un polvorín en plena erupción; aguanta hacerle vueltica esta noche…

libro-egoland-comprar-descargar-ligarLa tomé de la cintura y la acerqué a mí, la levanté un poco, sus pies quedaron en el aire, ya que sí era de baja estatura como presumía, y le asesté un beso de esos que son con lengua y todo, le examiné su apéndice lingual, su paladar, sus amígdalas, su dentadura y casi llego hasta el esófago; ella me mordía con picardía y con pasión, su respiración se iba haciendo más agitada y su cuerpo temblaba ya que así lo sentía en mis brazos.

Con ella levantada del suelo sentía su pecho agitado; notaba como sus pequeñas tetas se iban endureciendo al roce de mi cuerpo; temblaba y un escalofrío la recorría por el cuerpo. La sostuve con mi mano derecha y con la izquierda comencé a vagar por su pecho; metí mi mano por entre la blusa de seda y ¡Oh sorpresa!, la muy guarra no tenía sostén y mis manos llegaron justamente a sus pezones los cuales comencé a masajear…

De un momento a otro ella me dijo:

-Cierra la puerta que puede llegar alguien a comprar tiquetes y no quiero que nos vean en estas.

La solté y presuroso corrí a cerrar la puerta de acceso a la oficina. Sin perder tiempo le quité la blusa y sus tetas maravillosas quedaron a mi disposición. La recosté en el escritorio y comencé a mamarle los pequeños senos; me aferré de sus pezones llevándolos a mi boca que ya hacía más agua que barco en naufragio; sus pezones comenzaron a crecer y crecer y crecer, se iban poniendo duros, erectos y erguidos. Los miré y tenían cada uno una longitud de unos cuatro o cinco centímetros; parecían pequeños penes que salían de sus tetas…

Mientras tanto, ella había terminado de desabrocharme la camisa y comenzaba a husmear con sus manos en la bragueta de mi pantalón… Mi cerebro volaba, había que apresurarse, el tiempo corría incesante y esto iba a ser un polvito de afán pero muy placentero…

Como ella no tenía bluyín sino una faldita tipo sastre de color marrón, simplemente se la levanté y de un soplo tajo le quité sus diminutas tangas. Sentía como ella había bajado mi cremallera y había tomado mi arcabuz que estaba a punto de reventar; le pasaba sus manos por el glande haciéndolo crecer más y más; gemía suavemente mientras que su pequeño cuerpo se agitaba en leves convulsiones.

-Tantas veces deseé esto cuando venías a comprar tu tiquete… todo creído y antipático que ni siquiera me mirabas.

-Nunca dijiste nada…

-Ustedes los hombres son una partida de tontos… todo hay que dárselos picadito para que no se ahoguen.

Ya la conversación se estaba haciendo larga y lo que había que hacer era continuar; ya habría tiempo para elucubraciones y reclamos; ahora lo importante era terminar lo que había empezado…

Como ella estaba recostada, casi acostada en el escritorio, simplemente me corrí hacia su rostro para que me diera una buena mamada mientras que con mis dedos le hurgaba las entrañas.

Su crica era pequeña como todo lo de ella, excepto sus pezones… pero de su gruta emergía un clítoris parecido a las puntas de sus senos… ¡Vaya trío!, pensé. Mis manos comenzaron la danza por su vientre, mis dedos se metieron, irrefrenables, en su agujero que estaba más húmedo que roca a bordo de charco y al pie de una cascada; ella se retorcía de varias maneras mientras con su boca seguía chupando y chupando de mi bombón, quería sacarle su centro de fruta líquida con la boca…

Yo sentía que estaba a nada de venirme y ella se movía de tal forma que su orgasmo estaba a una millonésima de segundo de hacer su llegada triunfal.

Llegamos a tal punto de compenetración que lo que seguía sería la penetración. La tome entre mis brazos y la puse de frente con las piernas abiertas. No sé donde recostó su cabeza ni me importaba. Alcé sus pies con mis manos abriéndola mucho más. Su chocha hizo como un pez al abrir su boca y mi pene que estaba justo al frente se arrimó. Abrí sus pies y su pecera se abrió simultánea, entonces le introduje suavemente la punta del tolete que ya lo tenía en su máxima etapa de crecimiento y goteando.

-Ahhhhhhh, justo como me lo imaginé muchas veces aquí sentada en mi escritorio cada vez que venías…

Solo atiné a mirarla; era tanta y tan densa la emoción que había en el ambiente que podía partirse en rodajas, con un cuchillo, sentía que la oficina de tiquetes ardía como zarza en el desierto… Mientras que mi pene penetraba victorioso y erguido en su vagina, con mis dedos, índice y medio, comencé a masturbar su clítoris. Digo masturbar porque lo hacía como si fuera un pequeño pene al cual despojaba de su capuchón con mis dedos los cuales subía y bajaba por su pequeño pero erecto tallo. Era como si esta mujer tuviera dos órganos sexuales. ¡Hasta podría metérmelo en el culo si yo quisiera, lo tiene duro!… Aparté ese pensamiento de mí y seguí concentrado en clavarla a gusto…

Yo había comenzado con un bombeo suave que fue tomando velocidad al paso que las caderas de mi gordita se batían como licuadora a la máxima velocidad… ¡Creo que no aguantaré mucho este ritmo endemoniado!, pensé.  ¡Qué vieja pa´moverlo rico! 

-Dale mi doctor… dale, dale, dale… Ay, que rico

Yo ni abría los ojos tratando de aguantar un poco más. Agarraba mi pene de la raíz y lo apretaba; intentaba frenarla un poco pero tiene más frenos un avión en picada. Cada vez se hacía más cercano el momento del estallido, un  nuevo big bang se avecinaba y ya era imposible impedirlo… A esta mujer le entraba más que a una vaca de para abajo… Chiquita pero profunda ya que mi pene se iba hasta la cacha…

-Mételo, mételo, mételo…

El mío no es el más grande pero tampoco es pequeño… me han dicho que es un poco más que el promedio y esta vieja quería más y más y ¡De donde por Dios! si ya lo tenía acomodado hasta la empuñadura…

De todas maneras seguía golpeando con mi vientre, su cripta; le acomodé dos dedos más al lado de mi verdugo y así, tanto las sensaciones de ella como las mías, aumentaban, mientras que con la otra mano le seguía masturbando ardorosamente el clítoris. De pronto…

-Me vengo, me vengo, me vengo, me vengo, me vengooooooooooooo…

Y junto con ella, yo me vine… el chorro era interminable, eyaculé todo el semen acumulado en meses de abstinencia sexual en los cuales ni una pajita me había hecho siquiera… miré su pequeño clítoris y lo observaba completamente húmedo y mojado… Había tenido orgasmo vaginal y clitoridal… Vaya sensación la que sentía…

relato erotico trio doctorDe un momento a otro y sin sacarlo porque ella me tenía abarcada la cintura con sus piernas, sentí que ella se orinaba; su líquido amarillento mojaba mi pene, mis testículos, mis piernas, mi bóxer negro que estaba en los tobillos; ¡Qué bueno que preví quitarme el pantalón!, pensé. Dejé que el orín corriera libremente haciendo un charco en el piso de concreto.

-Se hizo realidad mi sueño con usted mi doctor, dijo ella mientras comenzaba a aflojar sus piernas de mi cintura – Nunca me había mojado tanto, pero es que quien no, con esa maravilla de bastón que tienes…

– Gracias, atiné a decir con voz aún agitada.

Terminé de separarme de ella, me dirigí al pequeño baño, como no había ducha me di una enjuagada en el lavabo, me quité el bóxer que estaba empapado y me puse el pantalón. ¡Tocó montar a pelo el resto del día!… salí y me despedí de ella con la promesa que en la noche bailaríamos un poco pero mi intención era otra muy distinta… esta vez la bailadita sería en una habitación inventando juegos para ese clítoris y esos pezones maravillosos.

Pero eso ya es parte de otra historia que puede que cuente o puede que no…

 
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Relato Erótico: La Doctora G

Una fantasía puede llegar a ser más poderosa y resistente que un ejército, pero la realidad resulta tan contundente como un huracán.

Siempre había jugado con la idea de vivir una noche apasionada con una mujer madura, una especie de sueño que arrastraba desde la adolescencia y que consistía en dejarme llevar por unas curvas generosas y una mirada intelectual. Ese tipo de mujer, real o no, me provocó más de una erección en aquellos años cargados de hormonas y desprovistos de experiencia.

En ocasiones lo soñado llega justo cuando hemos acumulado el saber necesario y cuando el deseo ha madurado más allá de los impulsos de la pubertad.

La doctora G comenzó a trabajar en mi departamento como parte de un programa de intercambio universitario. Es una mujer que en su rostro dulce y su mirada tierna deja ver una firmeza que resulta cuando menos cautivadora. Quedamos todas las tardes en el laboratorio para repasar las notas del proyecto, y mientras ella lee sus conclusiones yo desciendo de sus ojos a la carnosidad de su boca y de ahí a la línea en el centro de su escote, que deja asomar dos fuentes perfectas de redondez y tersura. Sigo viajando por su anatomía, a través de sus caderas que invitan a asirse, hacia unas piernas perfectamente torneadas.

Si su mera presencia convierte los comentarios académicos en palabras insignificantes y superfluas, hoy que su fina blusa insinúa unos pezones erectos por el efecto del aire acondicionado la investigación ha dejado de tener sentido para mí. Tras el repaso habitual de sus comentarios sonríe. Tardo en reaccionar porque mis ojos están centrados en esos dos círculos prominentes que parecen tener vida propia y me llaman por mi nombre.

La doctora G me acaricia la mano, tal vez para despertarme de mi auto hipnosis, pero su caricia se detiene unos segundos más, subiendo por mi antebrazo con un toque inconfundible. Al mirarle a los ojos detecto que ya no estamos en el laboratorio analizando una tesis, sino que vamos cogidos de la mano hacia un remolino inevitable de deseo. Cierro con llave la puerta del laboratorio y me lanzo sobre ella.

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Nos desnudamos desesperadamente y nos devoramos con besos húmedos, salvajes, mientras nuestros pies descalzos pisotean una alfombra de papeles llenos de conclusiones científicas. Resulta ser una fiera que se inflama al primer roce y arde incesantemente antes y después de la explosión del orgasmo. Recorro con mi lengua los ansiados tesoros de su anatomía, ahora desnudos y palpitantes. Me pide que lo haga suave y tiernamente, hasta que sus jugos comienzan a fluir como un río hacia su orificio anal y aprovecho para lubricarlo con sus propios flujos, primero con la punta del dedo hasta que ella misma decide que avance hasta el fondo de ese otro canal caliente y apretado de su cuerpo mientras se agita como una posesa.

Juego acariciándole el clítoris, pero no nos detenemos en ese preámbulo, porque desea que la llene. El slow-sex con ella es magnífico, se deja penetrar a fondo y gime dulcemente. Disfruto escalando con mi lengua las dos cumbres de sus pechos hasta ver que se convierten en dos puntas agudas y excitadas.

Está a punto de pedirme que la posea por detrás. A medida que sus orificios se dilatan,  las piernas le comienzan a temblar y ella misma no resiste la tentación de masturbarse. Nos turnamos jugando uno encima del otro. Le gusta y estalla en un orgasmo.

En ese momento alguien golpea con fuerza la puerta y reconozco la voz de mi madre.

― ¡Gabriel! ¡Levántate de una vez que llegas tarde!

 Me limpio presuroso con una camiseta y me visto procurando ocultar mi erección entre las piernas. Me esperan el desayuno y cinco aburridas horas de clase, con profesoras que no se parecen en nada a la mujer que acaba de encender mi deseo. Me esperan varios años de estudios, la graduación, un trabajo, los postgrados y no sé si en todo ese tiempo tendré la suerte de analizar mi tesis con la doctora G.

GABRIEL

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Relato erótico: Erección y agua en el gimnasio

Hacía ya más de seis meses que Iván no pisaba el gimnasio y una sensación de ansiedad recorría su cuerpo al cruzar la puerta giratoria. El olor a limpio y la virginidad de las paredes blancas y lisas le recibieron amenazantes, sabedoras de que sus seis meses fumando cómo un carretero le haría pasar factura.

La recepcionista mascaba chicle apática al mirar el carnet del gimnasio de Iván y dijo “Bienvenido, gracias” con un tono de computadora programada para hacer sentir a la gente cómo un gusano. Su blusa blanca abrochada hasta el cuello atenazaba unos pechos que se intuían grandes y redondos y que parecían querer salir a respirar. Esos pensamientos rondaban a nuestro protagonista cuando se encontró ya situado en lo alto de una cinta de correr.

Apretó botoncitos, se encendieron lucecitas y comenzó a correr. Se puso los cascos y Calle 13 empezó a sonar en su cabeza. Se dio cuenta de que había elegido la maquina más cercana a la puerta y que desde su sitio sólo se veía el blanco de una pared inmaculada. A su derecha tenía la puerta azul plástica y a la izquierda y detrás de él decenas de máquinas. Así que el lideraba las filas de máquinas sin quererlo. Detrás de él, dos filas atrás, había un grupo de 3 chicas que corrían y hablaban que podían verlo a él, pero él no podía verlas a ellas.

[dropcap color=»#080080″ font=»verdana» fontsize=»40″]C[/dropcap]orría ahora más inquieto por dar una buena imagen a esas desconocidas que, según sus pensamientos, seguro que se reirían y reprobarían su ausencia de vigor físico o, por el contrario, hablarían en murmullos de su cuerpo y su buen hacer si daba la talla.

El  sentirse examinado encendió los motores y su pecho y sus piernas comenzaron a trabajar duramente, demostrándole a esas chicas que era todo un hombre. Su mirada al frente, sus brazos perfectamente coordinados con el movimiento de sus piernas e incluso se permitía el lujo de ponerlos tensos para impresionar más a las jovencitas.

Cada treinta segundos se giraba para mirar a esas chicas, no sabía si era demasiado evidente, pero quería disfrutar de lo que estaría provocando en ellas con su fortaleza física. Sólo podía ver con nitidez a una de ellas, y en lapsos de dos segundos, pero era una joven deliciosa con un top rosa, con los pechos muy grandes y un pelo rubio y rizado que tenía recogido en una media coleta. No era muy alta ni muy flaca, tenía unos muslos tremendamente apretados en unos leggins negros que parecían la cárcel más feroz del mundo en ese momento.

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Iván estaba excitado, emocionado por su alta demostración de capacidad pulmonar y contento porque estaba convencido, que esas jovencitas estarían hablando de él. Además, “Latinoamerica” una de sus canciones favoritas de Calle 13 sonaba en sus auriculares. Era un muy buen momento. Pero, el oxigeno comenzó a escasear en su sangre y sus ojos se desenfocaron provocándole un mareo considerable. Apagó la máquina y bajó al suelo firme en busca de estabilidad.

Dio unos pasos inseguros hasta la puerta metálica y buscó los vestuarios para mojarse la cara. Vio una puerta verde a su izquierda. Escuchó voces que parecían referirse a él, pero se encontraba realmente mal, así que se metió en la puerta verde.

Sentía náuseas y la sobre activación le había puesto en grave peligro de caer desmayado, así que se tumbó, medio escondido en el suelo en una esquina de un cuarto con grifos y azulejos azules. Parecía que había acertado, parecían los vestuarios. Cerro los ojos para que su tensión sanguínea se estabilizara…

El ruido del agua le despertó. No sabía cuantos minutos habían pasado. Se había escondido más de lo que creía. Estaba en una esquina con un tabique que cerraba por 3 lados la estancia, sólo había un hueco abierto. Miro a su alrededor: ¡Estaba en una ducha! Había unos bancos de madera a unos dos metros con mochilas abiertas y más duchas a unos 5 metros. Tres estaban encendidas. No conseguía verlas desde ese ángulo, así que se ladeo un poco y vio un cuerpo que recibía el agua desde arriba.

Tenía la piel clara , con curvas de mujer, con los pies enfocados hacía Iván. Unas piernas desnudas por las que caía agua limpia hasta los tobillos, los muslos prietos pero grandes  se balanceaban hacia delante y hacía atrás  del placer mientras canturreaba una canción desconocida.

Más arriba la cascada de belleza, su sexo, brillante y recíen lavado,  sin vello púbico parecía el plato estrella de un menú degustación.  El ombligo como punto de equilibrio de un vientre liso que se veía conquistado por dos pechos grandes y redondos que se mantenían firmes por la juventud de la chica.

Los pezones rosados y redondos, se difuminaban cuanto más se alejaban de su centro concéntrico. El cuello terso y elegante sobre unos hombros de princesa sostenía la cara de la rubita del pelo rizado que corría tras él un rato antes, ahora sin top que oprimiera su pecho redondeado. Tenía los ojos cerrados y estaba posicionada hacia el chorro que caía con la boca abierta, sus labios expulsaban de forma sensual el agua que se almacenaba dentro de su boca. Y ahora sus manos masajeaban sus pechos, apretándolos, contrayéndolos para luego soltarlos a su aire. Disfrutando del agua en su cuerpo, aún con los ojos cerrados y el cabello rubio mojado adornando sus hombros.

Iván estaba más excitado que en toda su vida. Nunca había visto una imagen tan bonita. Volvió a fijarse en el sexo de su compañera de vestuario. Sin pelo, elegante, femenino, poderoso…En sus pechos, firmes y apetitosos… Cuando vió que ella volvía la mirada al frente, se escondió en su ducha erecto cómo un cactus del desierto.

Espero, prudente, a que se vistiesen y se fuesen. No se atrevió a volver a mirar por si era cazado y le confundían con un “mirón” o un pervertido. Se hizo eterno.  Las escuchaba hablar sobre trivialidades y usar el secador, mientras la chica de la ducha, canturreaba la misma canción desconocida, Iván seguía erecto.

Imaginaba el olor de la vagina de la ducha, su textura, su sabor, mientras oía cómo se vestía y se arreglaba para salir con otras dos amigas. Desde luego, merecía la pena volver al gimnasio mañana. La experiencia estaba siendo increíble. Pero aún lo fue más cuando al oírse la puerta abrirse para que ellas salieran, la canción que canturreaba cesó y esa voz femenina y juguetona dijo:

-Adiós guapetón. Hasta mañana. 

Relato Erótico: Encuentro inesperado

Abro la puerta y me la encuentro tumbada, piel desnuda y blanca como la nieve. Observo su pequeño tatuaje en forma de enredadera. Muchas veces he pensado en cómo sería sumergirme en su piel hasta que su tatuaje me cubriese totalmente, interrumpiendo mi respiración como hace con su mirada.

No quiero mirarla a los ojos, no aún, no hasta que sepa que he logrado mantener el control. Esa mirada ya me ha embrujado antes, haciéndome perder la noción del tiempo. Permanece tumbada bajo mis órdenes, esperando que mis manos se aventuren a explorar todo su ser, esperando que posea cada milímetro de su piel, de sus labios…de su mirada. Dios, sólo deseo tener el control absoluto de esa mirada desafiante y ardiente. Es de ese tipo de miradas que hace que tengas ganas de salir corriendo pero quieres enfrentarlas a la vez. Desafiante y sumisa a la vez.

No sabe a lo que se enfrenta, no sabe los peligros que aguardo. Por ello parece tan inocente, tan irritablemente inocente y, sin embargo, tan consciente de lo que le aguarda. Sabe que no podré estar en control mucho más tiempo y se atreve a desafiar mi fuerza de voluntad. Me sonríe y me mira, obligándome a responderle y clavar nuestras miradas de manera recíproca.

Ya está, ya lo sabe. Es consciente de que no me puedo controlar y mis manos reflejan mis más internos deseos. Empiezo a acariciar su piel suavemente, sin quitar la mirada de sus ojos. Sin duda es el encuentro más emocionante que he tenido en mucho tiempo, tanto que la excitación cobra vida dentro de mí. Me abandono al deseo y comienza el masaje alrededor de su pecho. No sabe que es habitual en mí hacer estas cosas, me cree tan inocente como ella. No es consciente de mi oscuro secreto pero yo sé todo acerca de ella. Empiezo a notar la excitación en su rostro y su deseo de abandonarse a la pasión. Es difícil para ella, pero ha provocado todo esto. Es culpa suya, me repito. No debería haberme mirado de esa manera, no debería tener esos labios cargados de lujuria.

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Me aventuro a masajes más estimulantes y precisos alrededor de todo su cuerpo y por fin decide rendirse. Me besa apasionadamente olvidándose de quién es y quién soy. Acaricia mi piel suavemente y yo la suya salvajemente. El deseo es mi dueño y sólo deseo hacérselo saber de una manera dura y suave a la vez. Nos vamos desnudando hasta que el frío se hace eco en todo nuestro cuerpo. Noto la lujuria en sus manos, sus labios y su mirada y así me lo hace saber devorando cada parte de mi cuerpo.

Me siento como en una nube. Elevándome hasta el séptimo cielo, se hace dueña de mí y de mis instintos. He sucumbido a sus encantos y ella lo sabe. Se siente poderosa ante mí, pero yo aún tengo algo que decir. Cuando me dispongo a dominarla, se oye la inoportuna llamada en la puerta:

–       ¿Se puede pasar?

–       Un momento, por favor, enseguida estoy contigo.

Tras la inoportuna interrupción nos vestimos, no sin besarnos apasionadamente antes y sabiendo que este encuentro debería acabar en otro lugar.

La invito a que se vista y se siente en la silla. Me peino mi pelo post-coitus interruptus  y me acomodo al otro lado del escritorio.

–       Adelante – digo con convencimiento.

–       Doctora, ya tiene usted al siguiente paciente listo para la revisión.

–       Dame unos momentos, aún no he acabado con esta chica.

Tras unos segundos de silencio que parecen una eternidad, la vibración de mi teléfono móvil nos trae con una sacudida a la realidad. La dura realidad de haber caído rendida a los pies de una paciente en mi propia consulta.

Decido que esto debe continuar, nadie me deja jamás a medias…y, desde luego, nadie con esa mirada. Nos miramos de manera cómplice y ambas sabemos que esto aún no ha acabado…

JORGE

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Relato erótico: Podría ser mi hijo

«Podría ser mi hijo.» Esas palabras me atormentaban y refrenaban mis impulsos más básicos. Pero ambos sabíamos que pasaría esa noche…

Sonriente, desvergonzado y atractivo. Creo que el reflejo de mi antigua juventud se veía en sus vidriosos ojos. Él sabía que esa era su mejor baza y la estaba aprovechando con cálculo milimétrico.

No podía sentirme así, no con él.

Podría ser tu madre

Creo que ese fue el momento en el que me di por perdida. Simplemente sonrío y se fue. Me sentía vacía, ¿qué estaba ocurriendo? ¿Acaso es tan excitante que te entre un veinteañero?. Era mejor así, podría continuar bebiendo mi copa y luego me iría a casa a dormir.

En ese momento algo empezó a descuadrarme, ese estúpido niñato me miraba en la lejanía mostrando la misma sonrisa pícara que hace unos segundos me había deslumbrado. ¿Le da completamente igual?

El dialogo mental continuo unos abrasantes minutos mientras él lanzaba intermitentes miradas recorriendo mi cuerpo de los pies a la cabeza. Me sentía deseada y sé que lo necesitaba, pero no podía ser, no con él.

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No sé qué ocurrió pero estaba cansada y me apetecía dormir, me acerqué a él para despedirme.

-Me voy a casa

-¿No piensas invitarme? (otra vez esa maldita  sonrisa)

Ni en tus mejores sueños

Me apartó el pelo de la oreja muy lentamente, se acercó a esta y susurró:

-A veces la realidad es más excitante que el mejor de los sueños.

Nuestros labios se encontraron durante unos instantes, mientras yo pensaba:

Podría ser mi hijo

 

Pero ambos sabíamos que pasaría esa noche…

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Alfredo The End  

Relato erótico: La gata sobre el tejado de Zinc

Había tenido un día complicado y llegué a casa con unas ganas locas de darme un baño.

Me encantan los baños de espuma, es casi un ritual tras un complicado día de trabajo,

Cierro la luz, pongo música para relajarme, enciendo unas velas ,lleno el agua muy caliente, y me dejo ensoñar sin tiempo…

Esa sensación fantástica del vapor transpirando en  mi piel mientras mis manos me acarician resbalan  y escapan libertinas hasta mis  mas escondidos secretos…

No sé que me sucedió  esa noche…

Quizás fue ese calor que humedeció mi cuerpo imaginando que me bebías hasta dejarme sin aliento …

Tal vez  aquella sensación mojada  que me era tan  agradable cuando mis manos imaginaban ser las tuyas…

Tal vez el recuerdo de tu boca que quería secar mis húmedos rincones…

De repente salí del ensueño  en el instante mismo donde las aguas rompen el umbral del sueño y grité tu nombre

Pero quería más, te quería a ti, deseaba sentirte  tenerte en mi  y sin pensar me levanté para  abrí el baúl donde guardaba mi locura , mi aspecto mas salvaje , aquel que sólo tu sabes despertar ,  mientras mi rostro cambiaba en una  metamorfosis ,  felina, picara y peligrosa.

Había  despertado Ella.

Desdoble  mi traje de látex negro  y centímetro a centímetro fue apareciendo mi parte felina

De repente necesité subir al tejado y maullar,

Maullar hasta la locura gritándote para que arrancaras de un zarpazo mi disfraz.

 Allí estaba yo, encima de un tejado de zinc mientras mis caderas se movían de un lado al otro bailando a cuatro patas, como gata en celo, maullando para ti al que siempre desatas mis instintos más básicos.

Mi traje de látex estaba tan ajustado que mi cuerpo acalorado  sentía las gotas de sudor, resbalando sobre mi piel.

Sí, tú, es a ti a quien espero…

Esperándote así, Felina, dulce , Gata …

Miiiiiiaaaaaaaaaaauuu !  ¿Vienes?

ANTIFONA

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Una mirada vale más que mil palabras…

Decido conciliar el sueño, apago la electricidad, desnudo mi feminidad, juego a la pasión y tras la intensidad de placer, siento la calma de una noche de verano; Cambia mi pensamiento y de forma sigilosa, decido vestirme y salir de casa a escondidas, como si de un abandono infiel se tratase…

Mis pasos incesantes bordean las calles de este barrio de anciana vitalidad, llevándome a una tienda abierta a altas horas de la madrugada.

Mi cuerpo se adentra, y en el pasillo de la entrada, cruza la mirada con un muchacho de ojos verdes que clavan su deseo en mí, continúo, deteniéndome frente al departamento de gominolas de colores, que me permiten observarle con escasa visión mediante el rabillo del ojo; Aquel muchacho de camisa a cuadros y pantalones grunges, elige situarse frente a la sección de profilácticos y geles aromáticos corporales, mientras avanzo y selecciono el título de una lectura de Norah Jones » Al rojo vivo»…lo ojeo, le visualizo…

El muchacho gira la cabeza hacia la derecha, fijando su excitante mirada en mí, me recorre de arriba a abajo con gran seriedad, puedo imaginar, sentir su tacto, mientras coge un paquete de preservativos, sugiriéndome tras un gesto firme y masculino, que le acompañe.

Camina hacia mí sin un abrir y cerrar de ojos, me traspasa y se detiene para hacer el pago.Yo, escojo la sección de ropa interior, invitándole con mi sucia  mirada a una noche de placer.Su verdoso espejo decorado con un piercing, enseguida realiza la compra y sale del local…
!Cuál es mi sorpresa que al dejar la puerta de salida, su profunda mirada está allí esperándome para desnudarme, ofrecerme una hoguera de caricias, una ardiente luna donde el placer será el canto del amanecer…!

La conexión sexual que nos atrapa, humedece mi entrepierna conduciéndome hacia la sensualidad,la provocación, el deseo…la incontrolable infidelidad…

Ahora, puedo decir que… he pecado…

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LANDER

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El festival había comenzado

La tienda ya estaba montada, las cervezas estaban listas y de fondo, la música empezaba a sonar. No cabía duda: el festival había comenzado. No es que yo sea muy de acampar en los festivales, pero éste en especial así lo requería y yo soy chica de pocas quejas.

La tierra de las Pilares y los acentos en todas las vocales había decidido dar una tregua al frío y ofrecernos un fin de semana que se auguraba espectacular. Y no sería yo quien lo iba a desaprovechar.

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Las expectativas eran difusas. Este tipo de eventos sirve para reencontrarte con gente que hace mucho que no ves, conocer gente que no volverás a ver y ver a gente que desearías no haber conocido nunca. Entre ese tumulto de personas dispares se esconden polvos antiguos, buenos y malos, espinitas que te quedan pendientes y gente que se cuela en tu lista de “objetivos primordiales y urgentes”. No sé porqué, en este festival a mí me apetecía estar con alguien con el que posteriormente pudiera presumir de haber estado. Como una especie de groupie, pero con elegancia, molancia y siendo yo quien ponga las reglas, o la falta de ellas …

El festival se desarrollaba con total normalidad dentro del absurdismo que rodea este tipo de actos multitudinarios. Conciertos, música, alcohol, gente, mucha gente … pero nada interesante de momento, y tampoco me importaba, la verdad … me lo estaba pasando en grande, y no necesitaba nada más.
Por coincidencias de la vida, justo cuando tu cerebro se relaja, no espera nada y simplemente se deja llevar, aparece de entre la densa masa de gente aquel tío con el que un día tuviste algo y, además, cumple los requisitos de “hombre que todo el mundo conoce y está muy bueno”. No hay más que hablar. Melena al viento y … ¡¡al ataque!!
Enseguida congeniamos. Al ya tener algo de confianza fue más fácil entablar conversación y juegos de seducción. Hablamos mucho, vimos conciertos dándolo todo, bebimos, estuvimos entre amigos … el caso es que aún habiendo ese juego entre los dos tan obvio, se despertó en mi la duda: no tenía claro si sus intenciones eran las mismas que las mías. Eso me puso muchísimo más … se había convertido en un reto.

Él supo mantener viva esa incertidumbre … me había topado con un tío que jugaba al mismo juego que yo, incluso me retaba y empezó él a dominar la situación. Me daba una de cal y otra de arena … había perdido las riendas completamente, y necesitaba encontrarlas de manera urgente, aunque realmente, si en ese momento me hubiera quitado las bragas, se hubiera demostrado que su juego me tenía a su merced. Y eso que ni siquiera nos habíamos besado …

Al cabo de las horas, o minutos … no importa, el tiempo no existía, me cansé de hacer el tonto … le quería dentro de mí o una enfermedad mortal y ardiente iba a hacer estallar mi vagina. Con todo mi furor fui y le besé. Tras el beso, apasionado, caliente, excitante y vital me dijo “por fin te tengo COMO quería” … Sí, tenía razón, iba a hacer exactamente lo que me pidiera.

Nos fuimos al coche, la tienda de campaña no era apta para ese tipo de Big Bang sexual que iba a acontecer.
Creo que no me di tiempo ni a quitarme los pantalones ni por supuesto se lo di a él. Salvaje, sucio y YA, necesitaba saciarme. Y así fue. Fui “la entrega” hecha mujer. No hizo falta que me pidiera nada, lo sabía. Intenso, ardiente, largo y sobretodo, complaciente. Así fue el polvo. Y encima, con el aliciente de que conectábamos muy bien. No nos faltaron las risas ni los momentos de placer extremos. Creo que supo darme la caña que me hizo ponerme a mil … y que posteriormente hizo que yo le pusiera a cien mil.
Este chico, por supuesto, está en mi agenda de oro macizo. Polvos así bien lo merecen. Y polvos así merecen segundas y terceras partes …

DIDI

Relato erótico: Sexo seguro

Satanás – No acabo de entenderlo, Belisa, lo siento pero no lo entiendo, explicamelo otra vez porque joder, no lo entiendo.

Satanás se sentó en su trono de carbón con dos salientes verticales en la parte posterior a modo de cuernos y asió con desesperación su tridente despuntado. Era un buen tipo el Satanás este, hacía esfuerzos inmensos por comprender lo que esta mortal le pedía, pero la verdad es que era una petición en exceso extraña, así, se concentró y estudió los ojos de Belisa, eran unos ojos fogosos, más incluso que los suyos mismos, de un marrón claro parecido a la madera utilizada para crucificar a Cristo (eso le gustaba aún más al diablo), algo menos astillosa, se notaba cierto atractivo en ella, esos ojos encerraban algún tipo de misterio, se veía la lujuria en ellos a dos o tres kilómetros de distancia, quizá más.

BELISA – Pues es sencillo, solo quiero eso que te digo, y a cambio te doy mi alma y todas esas tonterías que tanto quieres: fe, espíritu y lo que quieras hasta las llaves de mi coche, aunque el radiocassette es una mierda, te aviso.

No sabría decir si había o no sarcasmo e ironía en sus palabras, era una mujer bastante enigmática, guapa por supuesto, y sobretodo muy directa, todo era posible a su lado, cualquier cosa, pero esto…

S -Vamos a ver, explícamelo todo otra vez, necesito analizarlo, pero espera, Adolf tráeme un whisky con agua, bastante cargado esta vez, y córtate ese bigote de idiota, te lo he dicho mil veces, si te lo vuelvo a ver asciendo Kurt Cobain que tiene más estilo.

BELISA -¿Tenéis a Kurt aquí? ¿A Kurt, el de Nirvana?

S – Por supuesto, era un autentico torpe, por cien años de su alma le di unas clases de guitarra, aunque tuvimos que llegar a los ciento cincuenta por que era algo lentito el chico, de hecho las letras se las escribía yo, ¿no se notaba? Courtney le costó trescientos años, se vende cara la chica. Y muchos más, ¿tu eras de España, no? Pues allí también le enseñé a un tal…como se llamaba… cantaba no se que de un corazón no se qué de partido o destrozado, no lo sé, de ese no me acuerdo.

BELISA -Bueno a lo nuestro, te lo vuelvo a explicar, lo que necesito, es que anules mi maldita regla, que elimines mi periodo para siempre, es una mierda, necesito hacerlo todos los días del año, de mi vida, siempre.

S – -Joder, no se…

BELISA -Tu no comprendes lo que es no poder pasarme todo el día haciéndolo, es un autentico castigo, una mierda de las gordas. Nadie quiere hacérmelo si estoy con el periodo. Solo de pensar en una buena y dura…

S -Bueno, tranquila, no hace falta que me cuentes esos detalles, pero es que creo que eso no puedo hacerlo, hay muchas soluciones humanas.

BELISA -¿Ah si? A ver cual, listo -Belisa se conocía el sermón, tantas veces lo había oído…

S – -Pues puedes quitarte el útero o algo así…

BELISA-Me acabaría tirando al cirujano seguro…

S – -¿Y si es cirujana?

BELISA -Me la tiraría también, es que a mi los uniformes -Belisa hizo un movimiento difícilmente explicable por su alto contenido erótico.

S -¿Y que me dices de que la puerta de atrás, aunque tengas la..bueno eso que tienes, puedes hacerlo así, y con la boca se hacen maravillas no? –Se empezaba a detectar un cierto humo por el rojo cuerpo del diablo.

BELISA -Si, si eso esta muy bien, pero ¿y yo? Necesito que notarlo por donde toca, es tan…

S -Y no prefieres otra cosa?, mira lo que he conseguido con Yola, y mira Marujita, por no nombrar a Bibi, es una obra de arte, estamos haciendo progresos con su voz, ¿Y si te consigo un actor en lugar de eso?

BELISA -No

-¿Que tal un político? Aquí tenemos muchos.

BELISA -No

-¿Un futbolista quizás?

BELISA -No gracias

-¿Una estrella de rock?

BELISA -No, de esos ya tengo unos cuantos en mi palmarés.

-¿Que tal Nacho Vidañ?

BELISA -Demasiado pequeña, no

-¿Un astronauta?

BELISA -No

-¿Un negro?

BELISA -No

-¿Un perro?

BELISA -Prefiero un caballo, pero no.

-¿Que tal una gran mansión en Nueva York, con espacio para que tengas siempre trescientos hombres esperando erectos a que te lo tires?

BELISA -La mansión no la tengo, pero si la cola, déjalo Sat, quiero eso, y ya.

S -En fin pero debo avisarte de algo, el de la puerta de enfrente se va a cabrear conmigo y contigo, estamos yendo en contra de la naturaleza, y no creo que nos deje impunes, se va a vengar, mira lo que hizo con Lady Di, solo por irse con un árabe.

BELISA -Asumo la responsabilidad, con tal de poder hacerlo siempre.

S –En fin lo que tu digas, pero luego no digas que no te avisé, lo dejaremos en cuatrocientos años bajo arresto de tu alma, no, mejor quinientos, por el riesgo que supone; con un interés del cinco por cien, más mil extras por los pecados, que hacen un total de años de infierno de…

BELISA -Mejor no me lo digas, no me importa y tengo prisa, he de pillar un buen percal. -Belisa tenía una gran sonrisa y en sus dientes apretados se podían ver escenas sexuales si te fijabas bien, el diablo lo hizo y luego añadió:

-Por cierto, vas a tener que hacer tiempo, el BOCI no sale hasta dentro de dos horas.

BELISA -¿El BOCI?

S -Si, el Boletín Oficial de Cielo e Infierno, allí damos cuenta de los cambios y las novedades, es para evitar el monopolio, es que quien tú y yo sabemos es muy meticuloso con esas cosas, ya sabes, así que hasta que salga tendrás ir por ahí siendo mujer, guapa.

BELISA -Vaya mierda! Pues aprovecharé para elegir.

S – -Vale pues chica, que tengas suerte, y ten cuidado, ya sabes que habrá una venganza segura -Se notaba cierta prisa en el ángel caído y pegó el ultimo trago de su whisky antes de girarse hacia su sirviente, que ya no llevaba bigote, pero si un uniforme militar que parecía para montar a caballo- Adolf acompaña a la señorita a la salida, y quítate esa mierda de uniforme que es ridículo, ¿que quieres que piense la gente que viene a verme?

El demonio estaba verdaderamente nervioso, necesitaba que la chica saliera de allí; cuando casi alcanzó la puerta Belisa se paró y se tornó de nuevo hacia su anfitrión diabólico:

BELISA -Una ultima cosa, ¿el cantante de Placebo es un tio o una tia?

-Es una promesa señorita, no puedo contestarle, me hizo prometerlo por la anulación de su condena. Y ahora váyase que tengo mucho que hacer.

Belisa se giró de nuevo pero esta vez hacia la puerta, bastante satisfecha y preguntándose sobre el color del pene de su negociante.

Una vez fuera Adolf y la chica, Satanás se quitó la mano con la escondía su gran erección y se destapó la zona en cuestión, se escupió en la mano y comenzó a masturbarse sin dilación.

 

B

 

Belisa iba teorizando mentalmente sobre la cantidad estimada que caerían en un mes y estaba bastante contenta con la suma. Siguió subiendo la cuesta asfaltada y se topó con un hombre que portaba una cadena sujeta a una gran roca, al condenado le costaba mucho arrastrarla, además en la cara llevada una nariz postiza roja como las de los payasos y dos orejas de burro en lugar de las suyas. Se le acercó, tenía curiosidad, ¿quien merecía tanto castigo?

BELISA -Oye, sí, si tu. -El condenado se acercó

-¿Que me vas a hacer?

BELISA -Nada, nada, pero dime, ¿que has hecho tu para que te castiguen así?

-Bueno yo… era publicista de televisión, ¿te suena la frase «me gusta ser mujer»? Pues es mía.

Belisa comprendió la gravedad del asunto y siguió con su camino reconfortada por comprender que las leyes divinas eran justas.

Cuando estaba a punto de abandonar el edificio central de oficinas del infierno la megafonía se disparó y se pudo oir la voz del diablo delirando de placer:

– Wowwwwwwwwwwwwwwwww!

Belisa sonrió.

 

C

 

Ya estaba en casa, y al ir al baño vio que todavía seguían las cosas igual, solo había pasado media hora, así que se puso sus gafas de sol y cogió las llaves del coche aparcado justo debajo de su solitario piso. Bajó las escaleras pensando donde ir, que clase de tío le apetecía, tenía que ser guapo, tampoco en exceso, aunque tampoco se preocupaba demasiado por eso, solo quería tirarse a alguien, hacía dos días que le había bajado y necesitaba que le dijeran las palabras adecuadas.

Paseó con el coche haciendo tiempo y justo cuando solo faltaban cinco minutos decidió aparcar, el destino le había llevado a la puerta de un bonito y alegre videoclub, y al entrar se respiraba un agradable y divertido ambiente con tropezoncitos de buen humor impartido sin duda alguna por el guapo y atractivo dependiente, un chico de unos veinte años, alto, moreno y con gomina para parar un tren o dos. Era un gran chico, así que hizo caso omiso de la diferencia de años y se acercó al entrañable joven que ya la miraba con ojos de lobo. La situación era inmejorable sin duda, dos depredadores frente a frente.

BELISA-Hola

Él -Hello -dijo resuelto el chico

BELISA -¿Que tal?

Él -No se… bien supongo – El dependiente es que tenía una chispa…

BELISA -Pues yo también, ¿oye que hora es?

Él -Son las… cuatro menos dos minutos más o menos

BELISA -Dos minutos…

Él -¿Perdona?

BELISA -No nada, cosas de mujeres.

Ambos se sonrieron durante tres momentos, el parecía saber que ella iba a monitorizar la interacción y había aceptado su papel. Belisa procedió con la inspección.

BELISA -¿Como te llamas?

Él -Henry

BELISA -¿Eres inglés o algo?

Él -No mucho ¿y tu?

BELISA -No yo tampoco, me llamo Belisa

Él -Eres italiana?

BELISA -Para nada.

Él -Menos mal, no me gustan nada las italianas.

Se dieron dos besos

El -¿Querías algo?

BELISA -Bueno sí, puede.

-¿Puede? ¿Es esto un concurso de la tele?

BELISA -No, es que no se si eres el adecuado, no se… quiero… es que un poco complicado

-Ya se, ¡tu quieres una película! Pues has dado con el chico adecuado.

BELISA -No exactamente, ¿que hora es?

El -¡Joder con la hora! Las cinco y un minuto

BELISA -Vale, espera un momento

Mientras Belisa se metió la mano izquierda por dentro de la falda hasta alcanzar su parte del cuerpo favorita mientras preguntó:

BELISA -¿Eres bueno en la cama?

Él -En mis mejores momentos sí, hoy es ese mejor momento.

Sacó la mano y comprobó que tenía la mano mojada pero el liquido no presentaba ningún color, así que levantó la mirada y la mano, la mostró a Henry y le miró a los ojos como esperando respuesta.

BELISA -Baja las persianas.

Henry no opuso resistencia, al contrario y como cabía esperar de un Aven cómico como él, bajó con rapidez las persianas y tumbó a su «victima» encima del mostrador, junto a los huevos kinder.

Ella solita se bajó las bragas, que estaban más blancas que las de una monja, y él procedió a hacer estragos.

 

BELISA-Bueno ya esta bien de tonterías, déjame ver esos veintiún.

Belisa se bajó del mostrador y le cortó con los dientes el cordón que sujetaban los pantalones de nuestro fabuloso e increíble videoclubero, solo quedaban los calzoncillos de Mickey Mouse; Belisa paró un momento y cerró los ojos para disfrutar del momento, recordaba con ilusión lujuriosa la transacción realizada hacía dos horas y tres minutos, recordaba la voz del diablo por megafonía, recordaba la emoción al sacar la mano de sus bragas, ¡un momento! ¡Que diablos! También recordaba la segura venganza divina; abrió los ojos con rapidez y le bajó los calzoncillos al animoso dependiente.

BELISA -¿Que es esto? -Algo la había consternado, estaba paralizada, daba miedo, lo juro.

Él-Veintiún centímetros, ya te lo he dicho, yo solo le miento a mis padres y a mis jefes.

BELISA -Mírate imbécil

Henry hundió la mirada y ahora eran cuatro los ojos que contemplaban su entrepierna. Había una cajita, no había falo, no había nada que meterse, dentro había un botón rojo y dos agujeros pequeños en la parte superior, colgando de un cordoncito se encontraba un papel que Belisa arrancó y examinó.

«Modo de uso:

1-Abrir el arca y presionar el botón.

2-Esperar cinco minutos aproximados según la potencia de cada individuo, y recoger la cápsula espermática.

3-Aplicar la cápsula a la vágina femenina y esperar nueve meses.

Firmado: Dios»

Belisa gritó con histeria y apartó el artefacto de castidad de su rostro, tiró las instrucciones al suelo y huyó ante la atónita mirada de Henry, que no acababa de comprender, aunque tampoco empezaba a hacerlo, así que apretó el botón para comprobar los resultados.

El -¡¡Solo tres minutos, de puta madre!!

Las persianas estaban subidas y Belisa ya no estaba allí aunque tampoco muy lejos pues se oían todavía sus encolerizados gritos, Henry salió desnudo a la calle y pudo comprobar como Belisa entre gemidos y desesperados sonidos histéricos paraba a cada transeúnte masculino y le bajaba los pantalones, luego se acercaba a otro y lo mismo, nada.

Verlo era estúpido, pero divertido.


-A mi ex: Por dejarme e irte con otro, gracias a eso he podido empezar esta estúpida nueva vida. Te quiero mucho

 

VERNON