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Cómo comunicarse de un modo más original: Visto en talleres II

En este artículo, además de una visión mandanguera del tira y afloja de la seducción, os contaré una anécdota divertida y sugerente que ocurrió en uno de mis talleres de seducción diurna en verano y que muestran una manera de comunicarse de modo original.

La chica del balcón

Fue el taller con más sabor a verano que recuerdo. Podría haber ocurrido este o cualquier otro año, ya que mi sensación era de despreocupación veraniega, a pesar de estar impartiendo taller. Buen tiempo, veraneantes que sustituyen los lunes en la oficina por los lunes en barca, terrazas protagonizadas por cócteles de colores… y dos noticias para los amantes de lo bello. Una buena y una mala.

imagen de una historia de seduccion y comunicacion¿La buena? Las chicas. Hay chicas clásicas conscientes de lo bien que les sienta el uniforme del verano -short vaquero y camiseta blanca-, chicas impactantes que gracias a sus tatuajes y piercings muestran más personalidad en bikini que vestidas, chicas inimitables que tienen conjuntos y complementos para cada día del año, chicas que con mucho gusto se dejan un bronceado hombro al aire… bendito verano.

¿La mala? Cada vez se ven menos castillos de arena en la orilla. La crisis del ladrillo, imagino.

El caso es que al ser un taller de varios días, y dado el nivel de los alumnos, decidí que despediríamos el taller haciendo una fiesta de mojitos en el apartamento común. Yo felizmente me encargaría de hacer mojitos para todos, y mis alumnos de usar lo aprendido para garantizar que no estuviésemos solos en la fiesta. Recuerdo mis pensamientos cuando andábamos por las calles adyacentes a la playa. Les miraba satisfecho, ilusionado sintiendo lo que ya he sentido antes: sensación de justicia.

¿A qué me refiero? Mis mejores amigas son mujeres, y las oigo quejarse a menudo sobre cuán iguales, aburridos, predecibles e inmaduros son los chicos que se les acercan por la noche. Así que por justicia, por mis amigas, por las mujeres, que me alegra hacer que chicos generosos, interesantes, divertidos y honestos ahora ya no sólo imaginen acercarse a conocer a la chica que quieren conocer, sino que ahora lo logren hacer con educación, originalidad, buen humor y una sonrisa. Mis amigas no se merecen menos.

Andaba yo en estos pensamientos cuando llamó mi atención una chica que bien podría ser la elegida para que diese la bienvenida al verano a toda España. Lo curioso es que no estaba en la calle, sino que se situaba en el balcón de un primer piso. Sostenía un libro en una mano y un refresco en la otra mientras apoyaba un pie en la barandilla. La materia prima de la felicidad son momentos sencillos pero valiosos como los que esa chica disfrutaba. Mis alumnos ya iban solos, y yo demasiado me estaba fijando en esa chica como para que ahora simplemente me fuese.

¡Disculpa! -grité sin éxito-. ¡Perdona! -nada-. ¡Chica con pelo cayéndole por el hombro derecho que lee un libro y bebe…

Se percató.

¿Yo? -miró inclinándose un poco hacia delante, con cara de sorpresa-

¡Sí!, ¡buenas tardes! ¿cómo te llamas?

¿Por qué? -dijo casi rozando la molestia-.

En este momento no sonreía, pero como es esperable, estaba sorprendida. Siempre que en cualquier circunstancia de la vida no caminemos por los caminos esperables, alguien se sorprenderá. Como suele decir mi compañero Álvaro: “que no nos sorprenda su sorpresa”. La sorpresa nos sitúa en un escenario de incertidumbre, tras el cual iremos hacia la aventura, o hacia la desconfianza. ¿De qué depende? De nuestras experiencias pasadas, de las experiencias que hayamos visto en otros, de lo habituados que estemos a confiar en los demás… de factores que en gran medida escapan a nuestro control. Pero sabiendo que el comportamiento ajeno en gran medida no depende de nosotros, sí podemos aumentar la probabilidad de que confíen en nosotros, apelando al humor y a la empatía. Yo aquel día no me sentía especialmente creativo, así que usé una de las mejores fuentes de ingenio: honestidad y relatar lo que sucede.

¡Porque tengo una propuesta que hacerte, y ya es bastante extraño mantener una conversación a gritos desde la calle a tu balcón, como para que no te llame por tu nombre!

Apareció media sonrisa en su cara mientras levantaba levemente su mirada. Ella empezaba a decantarse por la aventura.

¿Pero qué quieres?

¿Cómo te llamas? -insistí, me cuesta renunciar a una pregunta que ya he hecho, luego duermo mal-.

Paquita -dijo con un tono más cercano al desafío que a la información-.

Sonreí. Esa mentirijilla indicaba que ella se había decantado por la aventura.

¿¿¡¡Paquita!!?? ¡¡Es mi nombre favorito!! ¿¡Cómo he podido tener tanta suerte!?

Por fin, ella dejó salir una carcajada.

Hazme un favor, ¿le darás la enhorabuena a tus padres por haber tenido tan buen gusto?

jajajaj, vale, ¿¿pero qué quieres??

Entonces plantee lo que vamos a llamar un cambio de perspectiva. Un modo de comunicarnos que aparte de resultar más original, ayuda a nuestro interlocutor a interpretar la realidad tal y como nosotros la interpretamos.

Bien Paquita, te voy a decir algo importante, así que tienes que mirarme a los ojos, o más bien a la cara ya que a esta distancia no me ves bien los ojos. Un día, en el futuro, estarás con tus amigas, contando cosas locas y divertidas que alguna vez habéis hecho. El nivel de anécdotas estará alto, pero entonces tú les contarás que una vez, estabas tan tranquila disfrutando de un libro en tu terraza, cuando apareció un chico con el pelo largo debajo de tu balcón, le llamaste la atención por lo a gusto que se te veía, y después de hacerte reír un poco, te invitó a que esa misma noche vinieses a una fiesta, donde él decía que ibais a ser felices y tomar mojitos con amigos. Les contarás todo eso, y ellas, un poco alucinadas, te preguntarán, ¿¿y qué le dijiste??. ¿Qué les dirás entonces, Paquita?

Que acepté. Y me llamo Susana. -me sorprendió su rapidísima reacción-.

Les encantará escuchar tu historia… cantame tu número Susana y te paso la hora y dirección.

Su cara era de haber entendido perfectamente lo que estaba pasando. Y por eso aceptó, y por eso me gustó más. He conocido mujeres que bien podrían no haber compartido mi humor, o no apreciar la originalidad de lo que estaba ocurriendo, o no estar acostumbradas a intercambios de palabras que vayan mucho más lejos de “no sé que ponerme para ir mañana en barca”. No hay nada malo en ello. Pero tengo todo el derecho del mundo a saber qué me atrae en una mujer, y qué no. Si quieres saber si una persona tiene las características que te gustan, lo mejor que puedes hacer es enfrentarla a esas mismas características. La persona original, apreciará la originalidad. La persona madura, apreciará que juegues con las cartas boca arriba en lugar de hacer tiras y aflojas como un adolescente. Y por su reacción, yo sabía perfectamente que iba a estar a gusto invitando a Susana al apartamento. Mucha gente no entenderá realmente este párrafo, son quienes al ver a un hombre tener iniciativa le tachan diciendo “a ese le gustan todas”, o quienes se les ocurre comparar a una mujer de pago con una chica que se siente lo suficientemente segura de si misma como para mostrar su interés por los hombres (en este ENLACE esta chica explica como nadie a qué me refiero…. Tú, que sí has entendido bien este párrafo, recuerda: tener iniciativa es perfectamente compatible con ser la persona más exigente del mundo.

El cambio de perspectiva

Susana y yo no nos volvimos a ver jamás… o quizá aquella noche comenzamos una relación de dos años… es algo que no contaré aquí. Pero sí quiero reparar en que es menos probable que ella hubiese aceptado si yo dentro de todo ese contexto fuera de lo común, hubiese preguntado simplemente: “¿quieres venir esta noche a una fiesta conmigo?”.

Mi planteamiento ayudó a nuestra protagonista a tomar una perspectiva en la cual merecía la pena aceptar la invitación. Como decíamos en “Qué es seducción y qué no lo es: Buscando el estímulo adecuado” todos estamos dispuestos a tomar una decisión u otra bajo el estímulo adecuado. Y el cambio de perspectiva es uno de los mejores estímulos para interpretar, sentir y reaccionar ante la realidad de un modo u otro. Además, como hemos visto, supone un modo de comunicar las cosas más original. Tanto en mi próximo libro “21 Claves para Seducir de Día” como en próximos artículos abordaremos otros modos de cambiar la perspectiva.

Y ahora, me marcho a hacer castillos de arena. Os veo allí, ¡traed rastrillo!

Contento por escribir,

Javier Santoro