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La chica del marido enorme | Visto en talleres (II)

En la entrega anterior, que puedes consultar aquí, describía desde mi punto de vista la historia de un sábado de taller en el que conocí a Nuria, una chica caribeña.

El final de la historia quedó en el aire así que le pedí a la propia coprotagonista de la historia que escribiese un breve relato de aquella tarde desde su punto de vista. Te dejo con ella:

La perspectiva de Nuria

Tarde de sábado!!! para mi, mi tarde libre de la semana, siempre dedicadas a compras, café con amigas y cosas varias. Pero este sábado no era de los normales para mi, ya que venía mi ex de Italia y ese café tocaba con él. Mi ex es de esos chicos físicamente perfectos a los ojos del mundo, de esos que hacen girar hasta a las farolas.

Cuando voy a nuestro encuentro llego media hora antes para ver tiendas, escaparates y tomar el aire del centro de Valencia, en una de las calles de la ciudad donde están todas las tiendas. En una de las terrazas que hay en medio de la calle estaban sentados cuatro chicos. Uno de ellos llamó mi atención, no sé si era el efecto de que él también me miraba o porque su belleza es de esas que inquietan, en mi cabeza surgió una pregunta: ¿Sábado libre, o sábado de ver chicos guapos?

Seguí andando con pasos firmes con ese andar que tenemos las caribeñas, y ese chico, con una mezcla de hippie de mirada intensa y labios perfectos, me detiene y me pregunta:

– ¿Cuál es tu nombre?

– Nuría – le contesto-.

Me pregunta qué opino de que un chico pare a una chica en la calle e intente conocerla. La conversación fluye con una naturalidad como si nos conociéramos de toda una vida, pero yo tenía prisas porque me esperaba mi ex para recogerle en la parada del metro.

taller-ligar-curso-seduccionLe di mi teléfono, le despedí con una gran sonrisa y con unas ganas locas de volver a verle algún día. Pero le mentí: le dije que estaba casada, para ver su reacción cuando me pidió el número de teléfono, y él me contestó que aun así quería tenerlo!

Me fui a recoger a mi ex y cuando nos encontramos nos dimos un abrazo fuerte y cariñoso ya que nuestra separación fue muy normal, nos separamos porque vivimos en países diferentes y ninguno de los dos sentíamos bastante amor por el otro como para dejar nuestros trabajos, amigos, costumbres y países…

Mi ex me dice de tomar algo en una terraza que estuvo el día anterior con un amigo, y de todas las terrazas de la calle elige tomar café en la misma terraza que estaba anteriormente hablando con Javier.

Me siento allí con mi ex, y disimuladamente miro a Javier con cara de “lo siento mucho”. Él me mira con cara una cara entre sorpresa y susto. Mi ex se levanta a pedir los cafés y le digo al chico de una mesa a la otra:

No era mi intención venir aquí! -pero no puedo parar de reir-.

-Vaya tío más bueno tienes de marido, ¡¿no?!

No puedo evitar partirme… en lo que llega mi ex y me encuentra riéndome y me pregunta: ¿qué te pasa?

Le cuento todo lo ocurrido, mira un rato a Javier y me dice: “me encanta ese chico para ti!”. Nos tomamos nuestros cafés y nos marchamos…

 

Nuria

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Lo que pasó más adelante entre Nuria y yo es harina de otro costal (adoro esta expresión). Pero sí hay algunas lecciones que podemos sacar de esta historia. Para no extenderme demasiado, me centraré en el hecho de que yo jamás podría haber anticipado la historia que la casualidad y el humor de Nuria provocaron. No sólo no podría anticiparla, sino que una vez dentro de la historia no podría imaginarme que (1) lo del marido era mentira y (2) que el hombre con el que se acercó a mi era su expareja con el que casualmente había quedado minutos después de conocerme a mi.

En lo social, muy muy a menudo nos equivocamos al interpretar la falta de información. Gracias a que las personas somos complejas y tomamos decisiones inimaginables, las interacciones sociales se pueden convertir en historias inolvidables, en obras de arte únicas. Una de las cosas que más alegría me da en todos los talleres es cuando los alumnos comprueban que con sentido del humor y educación las reacciones son mucho más positivas de lo que imaginan.

Afortunadamente, ninguna ciencia ha dicho que sea necesario saberlo todo ni conocer qué pasa por la cabeza de los demás, para que podamos disfrutar con la oportunidad de conocer a alguien.

Os aconsejo, a todos los que os gusten las personas, que viváis experiencias sociales fuera de lo común. Una y otra vez comprobaréis con una sonrisa lo impredecibles que podemos ser las personas y las historias que protagonizamos.

 

Contento de escribir,  Javier Santoro

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La chica del marido enorme | Visto en talleres (I)

La perspectiva de Javi

Un sábado más, comenzaba el taller práctico. En esta ocasión eran 3 los chicos con quien iba a pasar una tarde intensa, útil y divertida por las calles de Valencia. Es el día en el que más pienso y del que más hablo días después. Y por supuesto, jamás un taller se parece a otro.

Saludaba a Óscar, directivo de una famosa entidad en Valencia, Jorge, estudiante de medicina, y su amigo Andrés, comercial desde hacía unos meses. Siempre percibo nervios al comienzo del taller, empezando por los míos. Pero se disuelven en minutos entre las bromas, primeras presentaciones y las inevitables miradas hacia chicas que pasan a nuestro lado. Se respira la sensación de que esa tarde aprenderemos a ver más belleza en ellas y a saber comunicarla para no perder la oportunidad de conocerlas.

Les dirigí hacia una terraza cercana.

Observaba las calles, la gente, el movimiento, tratanto de tomar la temperatura social a lo que esa tarde se movía por mi ciudad. ¿Habrían muchas chicas jóvenes? ¿Muchas parejas? ¿gente con prisas? ¿de compras?

Sin dejar de observar, empecé a explicar las cuatro reglas básicas del taller, el contenido del mismo, y comencé a lanzar preguntas para conocer mejor quiénes son y cuáles son sus necesidades.

Andrés me comentaba qué quería lograr en el taller cuando mi mirada dejó de prestarle atención. Él sonrió, consciente de lo que iba a pasar. No me sentí mal gracias a que me ampara la segunda regla: “el único motivo por el que podemos dejar de prestar atención en el taller es por culpa de una chica”. Por detrás de Andrés caminaba ligera una chica. Delgada, piel de color ébano y con un palmario gusto por la moda femenina.

taller-ligar-curso-seduccion-Disculpa, es que justo comentábamos que da muchísima vergüenza parar a una persona cuando simplemente nos ha parecido atractiva físicamente. Y efectivamente tengo ganas de decirte que llamas la atención desde cien metros, pero la idea de decírtelo me aterra. ¿Tú cómo lo ves?

-Jajajajaja… pero, ¿y esto? —su mirada de sorpresa la hacía todavía más atractiva—.

-¿Cómo te llamas?

-Nuria

-Pues Nuria, yo soy Javi. Y cómo lo ves, ¿por qué crees que hacer esto nos da tanta vergüenza?

La conversación transcurrió de un modo cómodo y divertido, no debo ser yo el protagonista en los talleres pero nunca sabes lo que puede pasar cuando rompes la barrera social entre dos desconocidos. Yo debía seguir el taller, ella debía seguir su marcha, pero tenía claro que ambos íbamos a estar a gusto con la idea de seguir en contacto.

-Después de esta conversación me resulta más natural que nos demos el contacto que no hacerlo, ¿te parece?

-Bueno, tengo que avisarte, estoy casada, y a él no le haría gracia esto.

No sé si sería cierto o no, pero no me sirve de nada dudar de la veracidad de lo que me dice. Lo que sí me sirve es comprobar en su tono, su media sonrisa y su comodidad una especie de: “a ver ahora por dónde sales, niño”. Así que continuo.

-Igualmente, estoy dispuesto a que estemos en contacto aunque tenga que renunciar a decirte cómo te quedan esos pantalones. Si para conocernos tengo que portarme bien, me portaré bien.

-Javi, mi marido mide dos metros, y se puede enfadar… -noté un tono de “no sabes bien donde te metes”…-

-Qué bien que estés casada con un tío tan impresionante. Bueno pues procuraremos no hacer nada que le enfade. Yo enfado poco a la gente, has de saberlo, quizá es la cara de niño.

-Tú verás… anota: 63…

 

Con dos besos y una sonrisa me despedí de Nuria y obviamente, estando en medio del taller práctico, era el momento de analizar lo que había sucedido, de que mis alumnos se contagien entendiendo lo maravilloso que es que ni Nuria ni yo supiésemos uno del otro hacía siete minutos, y ahora ambos tuviésemos la oportunidad de generar una historia inolvidable.

A continuación retomé el guión habitual del principio del taller, comenzando a explicarles cuatro tipos de motivación que nos puede ayudar a actuar cuando surge el deseo en nosotros pero no nos atrevemos a actuar. Di un trago al té helado y paseé brevemente mi mirada entre la multitud, cuando casi me atraganto.

A lo lejos, volvía Nuria, cogida del brazo de una especie de ser humano que yo no sabía que podía andar por las calles de Valencia. Había visto algo así por la tele, cuando ponen las mejores jugadas de la NBA. Un Michael Clarke Dunkan en guapo (algunos conocéis a este actor como “el negro de la Milla Verde”). Venían directos a mi mientras mis palabras sobre motivación sonaban cada vez más desmotivadas.

Michael-Clarke-ligar-seduccion

Supuse que todo quedaría en un breve momento de incertidumbre y violencia imaginada, que ellos simplemente pasarían por delante, Nuria y yo nos miraríamos durante medio segundo de complicidad, y aquello quedaría en una risa… pero no. Se sentaron en la mesa de al lado.

Son esos momentos en los que notas como tu cabeza ha de gestionar dos cosas a la vez: seguir avanzando en el taller y a la vez decidir si ante ese marido enorme podría disculparme educadamente con un comentario gracioso o disculparme educadamente con un ojo morado gracioso.

En ese momento, el bueno de Michael Clarke se levanta para pedir algo al camarero. Yo miro a Nuria. Ella me mira a mi:

-No ha sido idea mía venir aquí, ha querido él! – susurra con la voz justa para que llegue a mi mesa-.

-Vaya tío bueno te gastas de marido ¿no? Me has dicho que medía dos metros, no ocho.

Mis alumnos disfrutan la escena deseando ver cómo se desenlaza.

-La verdad es que el taller me está gustando! -dice Óscar, el muy cab…-

En eso vuelve el marido visiblemente sorprendido porque Nuria no deja de reír. Veo que intercambian unas palabras, como si estuviesen discutiendo. Tras lo cual aquel enorme señor se giró hacia mi…

Interrumpí mi discurso hacia mis alumnos, para decirles:

-Pues chicos, ¿sabéis? Este puede ser el primer taller dónde veis cómo me dan una paliza

 

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