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La extravagancia y el hecho social (II): La resistencia social

En la primera parte vimos que extravagar tenía una connotación positiva:

Si “extravagamos” nos aventuramos, buscamos con valentía modos nuevos de llegar donde queremos.Puedes y debes leer la primera parte aquí:

Vamos con la segunda parte:

Como el que avanza por un lugar nuevo o se adentra en una selva virgen, el que “extravaga”, no tiene el camino hecho, por lo que encontrará resistencia. Y es aquí donde debo introducir un concepto y un autor tan enorme que probablemente hablemos de él en el futuro. A finales del Siglo XIX, Émile Durkheim, uno de los padres de la sociología, definía el hecho social:

Los hechos sociales son formas de actuar, pensar o sentir externas a los individuos y que están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se le imponen”.

De momento lo que nos interesa saber, es que el modo más evidente de identificar un hecho social es por lo que sucede si no lo sigues: recibirás resistencia social.

EJEMPLO DE RESISTENCIA SOCIAL:

Pongamos que en 1950, Carmen, que acaba de cumplir los 25, no ha encontrado un chico con quien quiere tener ninguna relación, y además tampoco está muy preocupada por ello por motivos que ahora no vienen al caso. Pues sea cual sea la conciencia y voluntad de Carmen, se encontrará con bromas de su entorno (“se te va a pasar el arroz”), con que los personajes de las películas o novelas que ella ve ya han encontrado el amor de su vida a su edad, que en su entorno la mayoría de mujeres de su edad no solo están casadas sino que esperan su segundo hijo… y ella incluso bromea aceptando la anormalidad de su situación diciéndole a su madre: “¡me voy a quedar para vestir santos!”.

Ella además se ha enterado que su tía abuela va diciendo que si sigue así será una solterona. Esto le sienta como un tiro. Y en su interior, le molestan mucho más esos comentarios y el hecho de empezar a no sentirse cómoda en ciertos ambientes por no estar casada, que el hecho mismo de no estarlo. Carmen, por actuar como actúa, e independientemente de su voluntad y conciencia, recibe resistencia social constante.

EJEMPLO 2

¿Qué pasa si Marcos, año 2011, ha decidido casarse con 19 años? Algo muy similar. Recibirá resistencia social manifiesta, cuando su primo le diga “Marcos no te cases, disfruta de la vida que eres muy joven”. Y resistencia social latente, al sentir cierta incomodidad cuando se vea a sí mismo de botellón con su mujer y la presente a todos: “esta es Ángela, mi esposa. Trae los hielos”. Nos suena raro, ¿no? Deliberadamente estoy usando el verbo “recibir” resistencia social. Y evitando usar “percibir”. ¿Por qué?

En primer lugar porque el hecho social es de difícil percepción. Lo que es más perceptible son sus efectos: desde una mirada sutil de reproche o incomprensión hasta un duro castigo (en el caso de un delito, por ejemplo), pasando por sentir que debemos dar explicaciones por actuar de cierto modo. Y en segundo lugar porque en general, y si no estamos educados para ello, las personas aceptamos los hechos sociales, los naturalizamos, y consideramos que actuamos por nuestra propia voluntad. Mucha gente afirmará simplemente que es más natural hablar del tiempo con un desconocido que hablar sobre lo emocionado que te encuentras hoy por haber aprendido algo nuevo. Que la coerción o resistencia social no sean aparentes o sean latentes no le resta contundencia, sino todo lo contrario.

En muchas ocasiones, esta coacción está directamente vinculada al miedo. El miedo al qué dirán, qué pensarán y otros “qué” nada significativos pero que terminan condicionando la conducta individual en pro de los condicionamientos colectivos. Un miedo que paraliza y nos hace retroceder a la fila, que nos hace tragarnos esa pregunta tan esencial porque tal vez es una tontería y que nos inhibe de sonreír a esa persona que nos gusta, porque lo más seguro es que ya sale con alguien.

Es tal vez por ese miedo que hay pocos aventureros reales en nuestro mundo y que la aventura (otra maravillosa palabra del latín ad + venire, algo así como “enfrentar lo que está por llegar”) sea una especie de falsedad disfrazada que se reduce hoy en día a excursiones muy bien protegidas y planificadas, con un margen de riesgo casi nulo.

Un hecho social necesita casi siempre prescindir de dichos riesgos. Esa resistencia social condena a todo el que se resiste a someterse o amoldarse a conductas “aceptadas” como comprarse una casa, un coche, terminar una carrera universitaria, o hacerse un seguro de vida (nada más paradójico en una sociedad donde hasta donde yo sé, la muerte es infalible). Muy bien, concepto explicado. ¿Y esto para qué nos sirve? Para aprender, y de modo gratuito, ¿qué más queréis? Algo útil para vuestros propósitos mandangueros eh… Pues no os perdáis la próxima entrega, donde aprenderemos a aprovechar la resistencia social a nuestro favor. Gracias a que ya tenemos la teoría clara, la próxima entrega promete ser la más práctica

TERCERA PARTE: