Cómo superar la ansiedad social al acercarte a alguien que te gusta

(Contribuciones de Yago Bader, Wilton Araujo y Fernando Díez, Antonio Martinez)

¡Bienvenidos mandangueros y mandangueras a un nuevo artículo! Seguimos con contenidos interesantes, hoy veremos un tema que puede parecer bastante peliagudo: cómo controlar la ansiedad a la hora de acercarnos a personas que nos resultan atractivas.

Muchos de nuestros alumnos y alumnas experimentan un miedo inconmensurable al intentar acercarse por primera vez a conocer a alguien. De repente, la ansiedad invade a la persona y ésta comienza a predecir múltiples desenlaces, a cada cual más catastrófico que el anterior. Al final terminan optando por no hacer nada, por no acercarse y por seguir con sus vidas, sin darse la oportunidad de saber lo que habría pasado realmente.

En este artículo recopilamos algunos temas tratados anteriormente

1 | ¿Qué es y cómo funciona la ansiedad?

2 | ¿Por qué algunas personas tienen más dificultades para vencer la ansiedad?

3 | Herramientas para aprender cómo controlar la ansiedad

En este artículo vas a aprender algunas nociones básicas sobre qué es la ansiedad social, qué ocurre y qué genera en nuestro organismo y cuál es la forma de desarrollarse que tiene. Veremos también cómo controlar la ansiedad, y cómo algunas personas pueden auto-bloquearse y otras generan recursos para afrontarla.

Después de aprender cuál es el funcionamiento y el origen de la ansiedad social, os regalaremos siete herramientas útiles para no solo experimentar menos niveles de ansiedad al acercarnos a conocer alguien, sino aprender cómo superar esa ansiedad social de una manera más adaptativa, cómoda e incluso divertida.

1 | ¿Qué es y cómo funciona la ansiedad?

Para empezar, vamos a matizar una de las diferencias entre las personas tímidas, las que padecen fobia social, o las que sienten ansiedad en un momento puntual (que somos todos como veremos más adelante).

A menudo, podemos encontrarnos con artículos donde se habla de estos tres conceptos como si fuesen lo mismo, y esto puede provocar que una persona se etiquete de determinada manera, por experimentar ciertas dosis de ansiedad social en situaciones puntuales, que son normales e incluso adaptativas.

Para entendernos, vamos a diferenciar estos tres conceptos por su nivel de intensidad. Yendo de mayor a menor encontramos:

  1. Fobia social: Cuando la ansiedad social es exagerada, hasta el punto de no poder llevar una vida normal, e impedir que nos relacionemos en numerosas situaciones.
  2. Timidez: Cuando la ansiedad es más tenue, no nos incapacita, pero nos afecta en algunas situaciones, y provoca que nos cueste adaptarnos o prefiramos situaciones más  “discretas”.
  3. Ansiedad puntual: Cuando sentimos cierto grado de ansiedad, en situaciones novedosas a las que nos exponemos, y que la gran mayoría de nosotros experimenta, sin que eso signifique que no podamos llevar a cabo nuestra conducta.

Pero ¿qué es la ansiedad? Podríamos comenzar diciendo que es un estado de activación de nuestro organismo, que cumple una función adaptativa. La ansiedad nace de una percepción de descompensación entre las demandas ambientales (retos o amenazas que nos toca enfrentar) y los recursos de afrontamiento (herramientas que tengo para resolver dichos retos o amenazas) que creo poseer.

De este modo, nuestro cuerpo valora que nuestros recursos no son suficientes para hacer frente al reto que se avecina y declara el estado de emergencia.

¡PELIGRO!

Es aquí cuando se desata la ansiedad, haciendo nuestro cuerpo eche leña al fuego para potenciar nuestras capacidades: más riego sanguíneo, aumento del tono muscular, liberación de adrenalina… con el fin de enfrentar o huir de un peligro o situación que consideramos amenazante. Este dato es importante tenerlo en cuenta, porque frecuentemente olvidamos una parte importante de la ansiedad: su utilidad.

La ansiedad es útil, en determinados momentos, grados y circunstancias.

Imaginemos ahora que estamos, solos en casa, en nuestra habitación escuchando ese disco de Jimi Hendrix que tanto nos gusta y, de repente, creemos ver una sombra pasar por la puerta, aunque no tenemos ni idea de si era una sombra de verdad, o si era otra cosa.

Sin embargo, a partir de aquí, anticipamos posibles peligros, causas, razones etc. Podría ser un ladrón, aquel camarero al que no pagamos el otro día, un terrorista o un hámster mutante. Podríamos estar en peligro de muerte, o podrían querer robarnos, o atacarnos.

Ante estas suposiciones, que anticipamos y que ni siquiera sabemos si son reales o no, todo nuestro cuerpo se activa, es decir, experimentamos estrés; que es un proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento como amenazante.

Resumiendo, nuestra mente genera una experiencia subjetiva de peligro, y por eso nos activamos; anticipamos esa alternativa tan temida, y nuestro cuerpo se prepara para hacerle frente.

Al final, esto nos puede llevar a ser aventureros, raqueta de tenis en mano, u optar por meternos debajo de la cama y apagar la luz. A toda esta anticipación de acontecimientos, y su consecuente activación del organismo, es a lo que denominamos ansiedad.

Sin embargo, a pesar de ser útil en ciertas situaciones, puede ser perjudicial en otros casos, como cuando sentimos ansiedad social al acercarnos a esa persona que nos gusta.

¿Pero cómo funciona? ¿Qué pasa con esa ansiedad social? ¿Es ilimitada? ¿Vamos a petar como una palomita en el microondas si hablamos demasiado tiempo con esa persona? Afortunadamente no.

De hecho, los estudios han demostrado que la curva de la ansiedad (y por lo tanto la de la ansiedad social) se ajusta a una curva normal como esta:

Una curva normal, no es más que aquella que sigue una forma de campana. Empieza en un nivel inicial, aumenta hasta un nivel máximo, y después disminuye de nuevo. Esta gráfica representa el hecho de que la ansiedad, es un proceso que a lo largo de un periodo de tiempo más o menos corto, aumenta hasta un punto máximo, y luego disminuye necesariamente, (porque de otro modo seria nocivo para el organismo).

¿Qué ocurre habitualmente cuando sentimos ansiedad social? Que decidimos huir de la situación y, de este modo, interrumpimos la curva antes de que empiece a descender, evitando esta situación incómoda. La huida evita que aprendamos a controlar la ansiedad.

Es decir, en nuestra experiencia esa curva solo es una curva que crece, y nunca disminuye, porque no permitimos conocer la segunda parte del proceso. Bajo esta interpretación, crecería hasta el infinito, hasta el descontrol, y experimentarla sería un problema porque no habría posibilidad de deshacerse de esa ansiedad. Por lo tanto parece lógico frenar nuestros avances evitando la situación.

Seguro que si me acerco me pondré nervioso, lo notará y haré el ridículo” o “Ya me estoy poniendo nerviosa, seguro que cuando me acerque irá a peor y fracasaré”

Sin embargo, este tipo de pensamientos provienen de una falta de conocimiento del proceso completo del ciclo de ansiedad, ya que no hemos experimentado la segunda parte de la curva: el descenso de la ansiedad. Es decir, que todas esas veces que hemos evitado ir a hablar con esa persona, o que hemos interactuado con alguien durante un periodo de tiempo demasiado breve y después hemos huido, hemos aprendido, que la ansiedad social siempre va a estar ahí, intensa y permanente cuando nos acercamos a conocer a alguien. Hemos aprendido que va a crecer inevitablemente, sin que podamos hacer nada y, por lo tanto, ¿para qué vamos a acercarnos a hablar con nadie? ¿Para vivir un pequeño infierno voluntariamente?

Afortunadamente, la ciencia ha demostrado que la ansiedad sigue ese proceso de forma natural, así que quizás nuestra mejor opción sea reaprender como funciona e interiorizarlo.

2 | ¿Por qué algunas personas tienen más dificultades para vencer la ansiedad?

Vamos a distinguir tres posibilidades que podrían darse en la vida de cualquiera de nosotros:

Rasgos de personalidad:

La psicología utiliza el concepto de rasgo personalidad para hablar de la tendencia a comportarse de determinada manera. Partimos de la Teoría de los 5 grandes, que agrupa los rasgos principales de la personalidad del ser humano. Estos rasgos son:

  1. Extraversión
  2. Apertura a la experiencia
  3. Responsabilidad
  4. Amabilidad
  5. Inestabilidad emocional (o neuroticismo)

Hemos de entenderlos de manera dicotómica, es decir, que cada rasgo tiene dos extremos opuestos que lo definen.

Vamos a centrarnos en los dos primeros, porque adquieren más importancia en el contexto de la seducción: la extraversión y la apertura a la experiencia.

La extraversión se divide en:

+ Extraversión es la tendencia a centrarse en lo social, en lo externo.

+ Introversión quiere decir estar orientado hacia lo interno, hacia su mundo interior.

 

Y por otro lado el rasgo de apertura a la experiencia se divide en:

+ Personas más abiertas: más creativas, abiertas a nuevas ideas, que disfrutan probando cosas nuevas.

+ Personas más cerradas: disfrutan con las rutinas, con lo literal, lo que no cambia.

Por decirlo de algún modo, a medida que estos rasgos aparecen en nuestra personalidad, varía la tendencia a vivir estas situaciones de una forma u otra.

Por ejemplo; en una fiesta, Carlos que es más extrovertido, tenderá a presentarse a la gente que conoce y que no conoce. Sin embargo, María que es más introvertida, preferirá saludar solo a aquellos con los que tiene más confianza.

Las investigaciones, Bermudez (2000) entre otras, plasman una correlación positiva entre las personas que son extravertidas y están abiertas al cambio, y bajos niveles de ansiedad social.

En conclusión, hay personalidades que tienen más tendencia a experimentar la ansiedad social y otras menos. De cualquier forma, estos rasgos son tendencias, que no determinan de forma inamovible la experiencia, otros factores, y nuestra propia interacción con el medio, pueden modificar estas condicionesO, dicho de otro modo, puedes haber sido una persona con cierta tendencia a sentir esta ansiedad durante mucho tiempo, pero si te dedicas a ir te viaje a menudo y buscar conversaciones por las plazas de Praga, tu ansiedad va a disminuir considerablemente.

Ambiente familiar:

La familia y los progenitores son referentes de educación en todas las áreas de nuestra forma de ser. Y esta área es una más. De forma que la manera en que ha sido nuestra relación con ellos, o la gestión de situaciones sociales, influyen directamente en cómo las experimentamos y afrontamos en otras etapas de nuestra vida.

Si la relación con nuestros padres, tendía a coartar nuestra socialización, evitar hablar sobre emociones, e incluso sobreprotegernos, es más probable que ahora tengamos más dificultad para comunicarnos, o para gestionar esa ansiedad.

Si por el contrario, fomentaba el ingenio, la comunicación, o las conversaciones sobre como uno se sentía en determinado momento, es más probable que el desenlace fuese una forma de vivir más productiva y adaptativa en estas situaciones. “¿Qué te ha pasado con tu amiga Marta? Cuéntame.”

La presencia o no de este aprendizaje y de estos recursos, influirán en cómo experimentar, cómo afrontar y finalmente cómo controlar la ansiedad.

Experiencias significativas:

Tanto si hemos tenido éxito como si no, las experiencias que han sido importantes en nuestra historia de vida, influyen intensamente en el modo en el que predecimos que se desarrollaran las experiencias futuras.

Por ejemplo, si con quince años nos acercamos a esa chica o a ese chico que tanto nos gustaba, y le dijimos “me gustas”, pero todo desemboco en un rechazo y en un montón de compañeros de clase riéndose de nosotros, es posible que en el futuro, hayamos desarrollado lo que se conoce como indefensión aprendida a este tipo de situaciones. En un lenguaje más coloquial:” No me voy a acercar a nadie más, voy a quedarme aquí quieto, sin moverme, no quiero volver a fracasar”.

Pero, por otro lado, puede que pese a ese “fracaso” hayamos puesto en marcha nuestros recursos y hayamos enfrentado este tipo de situaciones cuando han vuelto a presentarse, desarrollando nuestra resiliencia, nuestra capacidad de superación, algo que favorecería que redefine nuestra experiencia.

Si en el caso anterior, pese a haber recibido ese rechazo, no nos hubiéramos hundido y, meses después, hubiéramos repetido ese comportamiento con otra persona, aumentaríamos la probabilidad de obtener una respuesta favorable y empezaríamos a vencer la ansiedad social.

Las experiencias positivas determinan un aprendizaje adaptativo, que en el futuro nos capacita más para acercarnos a conocer a alguien en un momento dado.

En conclusión el desarrollo y el resultado de las situaciones que tienen importancia para nosotros, influyen en el aprendizaje que realizamos en torno a la ansiedad.

3 | Herramientas para aprender cómo controlar la ansiedad

Así que, chicos y chicas, vamos a plantearos algunas ideas para controlar la ansiedad social, y sentirnos mejor al acercarnos a conocer a esa persona que tanto nos gusta; teniendo en cuenta que tanto la destreza, como los resultados que obtengáis se incrementaran de forma progresiva con la experiencia. Estamos hablando de un aprendizaje que lleva su tiempo y por lo tanto esto no es un botón de ON/OFF que podemos cambiar instantáneamente.

  • No te enfrentes a la ansiedad

Hemos hablado de la función adaptativa de la ansiedad, así que vamos a darle una utilidad. Recordemos que la activación proveniente de la ansiedad nos permite estar más atentos, ser más ingeniosos y reaccionar más rápido al entorno. Los niveles adecuados de ansiedad pueden tener el mismo efecto que tendría tomarse un café, nos ayuda a espabilar y tener más claridad.

Sin embargo, muchas veces nos enfrentamos a esta ansiedad, tratamos de anularla y, lo que es peor, solo nos acercamos a la otra persona si hemos conseguido vencerla completamente (es decir, no nos acercamos nunca). La ansiedad es normal. No es un problema, ni nada de lo que avergonzarse. Solo se puede ser valiente cuando se tiene miedo, con lo que no deberías sentirte menos válido/a por experimentarlo. Lo verdaderamente importante es cómo afrontamos ese miedo. ¿Te paralizas o actúas?

Hazlo. Y si tienes miedo, hazlo con miedo.  

  • No ocultes tu ansiedad

Si bien es cierto que la seguridad y la confianza son características que potencian el atractivo de una persona, la ansiedad no se elimina a base de esconderla. De hecho, tratar de camuflar nuestra ansiedad provoca el efecto contrario, incrementando drásticamente los niveles de la misma. El temor a que nos perciban nerviosos provoca que nos centremos más en nuestros niveles de ansiedad y, al ser más conscientes de los mismos, provocamos que se incrementen.   

Si tenemos ese miedo a ser descubiertos, el único modo de acabar con él es empezar a aceptarlo, mostrando lo que somos, con lo cual pasa a ser un recurso más de nuestra comunicación y bienestar personal. De esa manera, el control de “ser descubiertos” no es de la otra persona, sino nuestro, porque lo hacemos voluntariamente y con sentido del humor.

“Disculpa, te he visto desde ahí atrás y, aunque estoy más nervioso/a que Frodo en una joyería, quería conocerte. Soy X, ¿Cómo te llamas?

Las dos herramientas siguientes, pretenden daros dos recursos diferentes para decidiros a tomar acción a pesar de la ansiedad:

¿Qué es lo peor que puede pasar?

¿Por qué somos tan kamikazes en Egoland? ¿Por qué ponernos en esta tesitura de imaginarnos el peor escenario? Porque cuando lo hacemos, cuando creamos ese escenario tan terrible, es la única circunstancia en la que podemos analizar el contexto y preguntarnos: ¿Es tan terrible? ¿Es el fin del mundo? ¿Podría continuar con mi vida si ocurriese esto? ¿Elimina las posibilidades de relacionarme con una persona de aquí en adelante?

De esta forma, es probable que nos demos cuenta, de que esa preocupación tan grande, se ha estado fundamentando en una interpretación nuestra de algo, que como tal, es errónea.

Estamos en la cafetería de la universidad, y tres mesas más allá está esa chica o ese chico de nuestra clase que nos llama la atención desde hace tiempo. Empiezan a invadirnos todas esas dudas, que a veces son un poco caóticas y ni siquiera podemos ponerlas en orden. Así que nos preguntamos. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Podría ser, levantarnos, tropezar con la silla justo antes de llegar allí, tirarle el vaso de café encima, y mientras se aparta con rapidez y con mala cara, decirle “¡Que aproveche!”, a la vez que salimos corriendo de ahí, avergonzados.

Y a partir de aquí esto puede servirnos para ser objetivos y preguntarnos: ¿Qué probabilidades hay de que se encadenen todos estos actos desafortunados? ¿Impediría aun así que mantengamos una conversación? ¿Lo recordaríamos dentro de 10 años como algo malo? ¿Lo recordaría la otra persona? E incluso ¿No podríamos usar esta situación aplicándole sentido del humor y disculpándonos para conocerle?

Jugar las debilidades: El sentido del humor

Esto es una de las aportaciones más relevantes de nuestro director, Luis Tejedor, al campo de la seducción, que está explicada, más detalladamente en el libro Seductor, en las páginas 87-89, que puede ayudarnos a darle cierto humor y colorido al tema de la ansiedad social.

Imaginemos que tenemos muy mal pulso, que nuestras manos tiemblan habitualmente y que cuando nos enfrentamos a esta situación, empeora y se hace evidente para todo el mundo. “Como se dé cuenta de mi pulso, seguro que se ríe de mí y me dice que me largue…”

¿Qué podemos hacer? Evidentemente, ocultarlo  o justificarlo. Pero ¿hay quizás un camino más? ¿Uno en el cual en vez de estar frente a la otra persona metafóricamente, nos pongamos al lado del otro y riamos juntos? ¿Uno en el que conectemos al fin y al cabo?

Cómo siempre apuntamos en Egoland, usar el sentido del humor con aquellas cosas que nos cuesta presentar al mundo, nos llevará a un estado de comodidad mayor. Revelar nuestras cartas de antemano para evitar la ansiedad de que las acaben descubriendo. Por ejemplo:

“Hola, antes de que me lo preguntes, no me dedico a la coctelería (mientras le mostramos nuestras manos, mirándolas con curiosidad, sin ocultar el temblor y sonreímos si queremos), es solo parte del terremoto que se ha encendido dentro de mí al plantearme venir a conocerte. Soy Jeremías, ¿cómo te llamas?”.

A través del sentido del humor, encontramos una utilidad a aquello que considerábamos inútil de nosotros, siendo extravagantes (porque estamos haciendo algo que no todo el mundo se atreve a hacer) y teniendo una actitud honesta de una forma cómoda y beneficiosa para ambos.

  • Generosidad

Un estudio reciente en la revista Motivation and Emotion, llevado a cabo por Trew y Alden, ha evidenciado que los actos de bondad, desde un mensaje verbal a una acción concreta, reducen los niveles de ansiedad. ¡Qué gran noticia para los que pretendemos ser más honestos y expresar nuestras percepciones sobre los demás!

Es decir, que la acción de ayuda (relajación) y la de ansiedad (tensión) son respuestas incompatibles, que no pueden darse a la vez en nuestro organismo, según ha demostrado la psicología.

Por lo tanto otra herramienta para controlar la ansiedad, es tener comportamientos generosos y bondadosos con los demás. Acercarnos con el propósito de ofrecer algo; hacer sonreír como fin en sí mismo de nuestro querido Javi, diciendo algo como “hoy estás muy elegante” o “esos pantalones te quedan de lujo”, “siempre me parto el culo contigo”.

O de actuar,  invitando a una caña a un amigo, o acompañándole a comprarse un dron nuevo, no solo seremos más honestos y reforzaremos su autoconcepto (¡a todos nos gusta gustarnos!);  sino que además reduciremos los niveles de esa ansiedad social cuando nos plateemos acercarnos a conocer a alguien que nos gusta, entre otras situaciones.

  • Proceso

Pero no nos volvamos locos, no vamos a sentirnos cómodos ridiculizándonos, o a aceptar el peor escenario posible, o a ser completamente honestos con un desconocido de la noche a la mañana. Es hora de ver la ansiedad social y las propias interacciones, como un proceso de aprendizaje y no como un resultado.

Veamos un ejemplo:

¿Qué ocurre si me acerco a esa persona, le suelto esa broma sobre mi mal pulso y me rechaza? Si lo vemos como un resultado, probablemente me venga abajo, me culpe, me dé vergüenza y me vaya.

Pero ¿y si lo vemos como un proceso donde este fracaso puntual me podría permitir aprender y mejorar para una próxima vez? Mucho más desahogado y cómodo, ¿no creéis?

De esta forma ganamos siempre, y nunca perdemos. Porque nuestro éxito ya no está en el resultado concreto de la interacción, sino en el mero hecho de aprender sobre cada interacción social. De hecho, iniciar la interacción y que esta se desarrolle sea como sea, para bien o para mal, ya es un éxito.

Además, nuestros fracasos, que es evidente que los habrá, ya no son algo negativo e inservible, sino una forma de mejorar y optimizar nuestros recursos. De hecho, a veces olvidamos que la escalera hacia el éxito se construye con fracasos. Que lo único que diferencia a Luis Tejedor de alguien que se adentra en este mundo por primera vez, es que Luis ha fallado y ha persistido muchas más veces. Y es que, la única manera de perderle el miedo al rechazo, es experimentándolo suficientes veces. Tantas veces como para saber que no es algo doloroso, tantas veces como para saber que los pilares de tu vida permanecen intactos tras cada envestida, tantas veces como para desvincularlo del ego y saber que no se dirige hacia ti, sino hacia tu propuesta.

La interacción e incluso la persona que tenemos delante siempre tienen algo útil, nosotros, y está más justificado animarnos a aportarle algo bueno por nuestra parte, algo que a la larga nos beneficia.

  • Exponerse genera aprendizaje

Todo lo anterior caerá en saco roto si no lo practicamos, por supuesto. No se puede aprender a andar en bici a través de manuales y no se puede perder el miedo al abordaje sin enfrentarlo.

Sin embargo, hay maneras y maneras de hacerlo. Nosotros sabemos que la gente que nos sigue quiere aprender a seducir. Pero también sabemos que no quieren sufrir en el proceso. Es por ello que nosotros proponemos hacer una exposición progresiva, esto es, ir asumiendo retos paulatinamente más difíciles. De este modo, iremos subiendo los escalones uno a uno, de manera que podamos disfrutar del camino en lugar de pasarlo mal. Para ello, os proponemos la siguiente escala de pasos, para que vayáis perdiéndole el miedo progresivamente:

  • Paso 0: preguntar por una calle a peatones aleatorios
  • Paso 1: preguntar por una calle a personas que me resultan atractivas
  • Paso 2: preguntar por una calle a personas que me resultan atractivas y hacer un cumplido antes de irnos
  • Paso 3: parar a personas que me resultan atractivas haciéndoles un cumplido
  • Paso 4: parar a personas que me resultan atractivas haciéndoles un cumplido, presentarme e iniciar una conversación

Siguiendo estos pasos, evitaremos tener que asumir retos demasiado exigentes en un primer momento y podremos encontrar el reto óptimo en función de nuestro nivel de ansiedad. Es interesante recordar, que los niveles de ansiedad son dinámicos, y varían enormemente de un día para otro. De este modo, ayer pude llegar al paso 4 pero hoy no me atrevo a hacer el paso 3. Es importante normalizar estas variaciones y emplear esta escala como método de calentamiento para aquellos días en los que me siento menos sociable.

Dicho lo cual… ¡Manos a la obra chicos y chicas! Es hora de ser valientes y salir al ruedo.

Hemos explicado cómo funciona la ansiedad. Somos conscientes de que al principio, durante los primeros intentos la experimentaremos, pero sabemos que enfrentarnos a ella es la única manera de hacer que disminuya. Recordemos que, si persistimos, ésta terminará disminuyendo porque estamos modificando nuestros esquemas mentales y nuestras experiencias; y esto nos llevará a interpretarla de otra manera.

Exponerse es una herramienta más, de hecho es la que nos permite poner en marcha todas las demás. Es la que nos permite probar nuestras habilidades (generosidad, humor, valentía, gestión emocional…) y crear alternativas nuevas. Es la que nos permite de los errores.

Hemos visto diferentes recursos y herramientas para facilitar la experiencia, como lubricarla mediante el sentido del humor, como visualizar un futuro negro para percatarnos de la probabilidad remota de que ocurra, o como ser honestos para librarnos de ese miedo a ser descubierto.

Utilizamos al fin y al cabo la humildad asertiva como enfoque relacional; exponemos nuestros deseos y necesidades, teniendo en cuenta los suyos, y sin ningún reparo de manifestar tanto nuestras virtudes como nuestros defectos y carencias a través del sentido del humor, para hacer más cómoda y auténtica esa experiencia, y ser referentes de esa conducta beneficiosa para ambos, para la otra persona.

Es hora de verbalizar nuestros deseos y empezar a ser más honestos y comunicativos con las personas. Es hora de recorrer esa distancia, conscientes de nuestros nervios, ponernos a su lado y preguntarle “¿Cómo te llamas?”.

Es hora de atrevernos a gestionar la reacción de esa persona, con nuestros recursos, de experimentar esa ansiedad social, el tiempo suficiente para darnos cuenta de que tarde o temprano descenderá, y de que al final acercarnos a esa persona que nos gusta no será un problema y la ansiedad nos resultará útil e incluso divertida.

Con esto, esperamos que sepáis cómo controlar la ansiedad con más facilidad.

 

¡Mucha suerte y muchos nervios Mandangueros!

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