El secreto de la autoestima está en la zanahoria

En Egoland, después de 10 años de experiencia en el área de la seducción propia y de nuestras alumnas y alumnos,  nos hemos dado cuenta de que la gente más carismática es aquella que se atreve a llevar pantalones rojos. pantalones rojos autoestimaYa está. Lo hemos dicho. Nuestro mayor secreto queda pues al descubierto. Dicho esto, hoy vamos a hablar sobre la autoestima que, aunque resulta irrelevante al lado de lo de los pantalones, también parece tener cierta importancia en el ámbito de la seducción. Y es que hay que tener mucha autoestima para ponerse pantalones rojos.  

IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA

Ahora en serio. Al parecer, la autoestima es una de las dimensiones psicológicas más relevantes dentro de la seducción y, por qué no decirlo, de la vida.

Luis Tejedor marcó tres objetivos a conseguir para seducir más y mejor a las que llamó las competencias naturales de la seducción. Es decir, fomentar el carisma, fomentar la capacidad de conmover y mejorar nuestra capacidad de convencer.

Al abordar el carisma, al contrario que otras escuelas de seducción, Luis planteó el hecho de “seducirse a uno mismo” para poder seducir a los demás, por tanto uno de los objetivos fundamentales que proponía Egoland era un trabajo de dentro hacia fuera, mucho más importante que unas técnicas globales para todo el mundo independientemente de quien fueras.

En ese seducirse a uno mismo, hay una dimensión fundamental llamada “la autoestima”, que afecta a diferentes facetas de nuestra existencia, todas de una extraordinaria trascendencia en el terreno de la seducción:

  • LA CONFIANZA:

autoestima
Las emociones son el origen de la motivación, movilizan la conducta. Dentro del repertorio emocional de las personas, existen dos emociones que guardan una relación especialmente estrecha con la motivación. La ilusión y el miedo. La ilusión alimenta una actitud expansiva, nos motiva a explorar y a salir de nuestra zona de confort. El miedo nos paraliza y motiva una actitud conservadora. Evidentemente, la confianza está íntimamente relacionada con la ilusión y totalmente desvinculada del temor.  

¿Qué relación tiene todo esto con la autoestima? La evidencia científica ha demostrado de manera reiterada que cuando nuestra autoestima es baja, el miedo a fracasar o a ser rechazados prevalecerá sobre nuestra motivación por alcanzar nuevos retos.

De este modo, experimentaré una especie de parálisis que me dificultará la persecución de mis metas en la vida, ya que el miedo a fracasar me incitará a no asumir riesgos. Asumiré unos mecanismos de afrontamiento defensivos, según los cuales trataré de proteger la fragilidad de mi autoconcepto mediante la evitación de la acción. Me recrearé constantemente en la gravedad del fracaso y en la enorme probabilidad de que este ocurra.

Cuando nuestra autoestima es baja, el miedo a fracasar o a ser rechazados prevalecerá sobre nuestra motivación por alcanzar nuevos retos.

Sin embargo, si mi autoestima es elevada, mi pensamiento no dedicará tanto tiempo a pensar en la posibilidad de que las cosas salgan mal y se centrará más en los beneficios que puedo obtener al perseguir mis objetivos. De este modo, la ilusión se convertirá en el combustible que motive mi conducta y aprenderé a relativizar el fracaso y a verlo como una parte importante del camino.     

  • LAS HABILIDADES SOCIALES:

Cuando la autoestima de una persona esta dañada, se acentúa la importancia de la opinión ajena en la percepción de la valía personal. Tanto es así, que la opinión de los demás se convierte en una variable clave para gustarse a uno mismo. Antes de nada, cabe recordar que la opinión de los demás debería afectarnos hasta cierto punto si nuestra salud psicológica es buena. De lo contrario, tendríamos comportamientos egoístas, violentos o antisociales que podrían acabar llevándonos al ostracismo. Y no lo olvidemos, somos seres sociales. Es importante para nosotros contar con unas relaciones sociales saludables.

Sin embargo, nuestro bienestar psicológico también puede peligrar cuando conferimos demasiada importancia a la opinión de los demás. Esto es lo que ocurre en personas con una autoestima reducida. La opinión de los demás se convierte en la brújula que guía la propia conducta, traicionando de esta manera nuestros más genuinos deseos, opiniones y necesidades e intentando acomodarnos a cada persona que tenemos delante de manera camaleónica. Es así como traicionamos a nuestra autoestima, dejando de ser nosotros mismos para intentar acoplarnos a lo que creemos que los demás quieren que seamos.

Pero esta manera de actuar es contraproducente. El deseo de gustar más a los demás acaba provocando que resultemos inverosímiles, hipócritas, inseguros y, en definitiva, menos atractivos. A la gente le gustan las personas que se respetan a sí mismas, que son fieles a lo que piensan. Debemos aceptar que, hagamos lo que hagamos, jamás vamos a conseguir gustar a todo el mundo. Dejemos de intentarlo. Permitamos que nuestra identidad vaya cribando a las personas que se van presentando en nuestro camino, para acabar quedándonos con aquellas que sean compatibles con nosotros; que nos quieran por lo que somos y no por lo que pretendemos ser.  

 

  • LA AUTOESTIMA EN RELACIONES DE PAREJA:

Parece ser que tendemos a emparejarnos con personas que rondan nuestros niveles de autoestima. De esta manera, una pareja de personas con unos niveles de autoestima bajos tenderá a ser más insegura y menos capaz de comunicarse adecuadamente. Evidentemente, esto sentará las bases de una relación frágil, plagada de inseguridades y complejos.

La inseguridad de ambos miembros se traducirá en intensos episodios de celos y una profunda desconfianza mutua que intoxicará la relación. Se desarrollará una profunda dependencia por la aprobación del otro miembro de la pareja, dado que la autoestima de cada una de las partes estará en manos del otro. Y es que se recurrirá a la visión idealizada que la pareja tiene de uno mismo para alimentar nuestra autoestima, construyendo así una relación de codependencia en la que necesitaremos a la otra persona para poder querernos a nosotros mismos. Esto, a su vez, motivará un comportamiento de renuncia a aquellos aspectos de uno mismo que no se adapten a las expectativas de la pareja. En el largo plazo, esto generará un resentimiento y un distanciamiento, arrastrando la relación a la inevitable ruptura que, muy probablemente, resultara traumática por la dependencia emocional existente entre ambas partes.

Por el otro lado, cuando la autoestima de los miembros de la pareja es saludable, éstos no están necesitados de la aprobación del otro para gustarse a sí mismos, con lo que no se desarrolla una relación de dependencia tan dramática. Al contrario. Al sentirse dignos de ser amados, los miembros de la pareja se sentirán confiados y no experimentarán celos. Tampoco dependerán el uno del otro, ya que cada uno se responsabilizará de su bienestar personal y no necesitarán de la validación del otro para alimentar su autoestima. Los miembros de la pareja optarán por expresarse de manera genuina y honesta frente a la pareja, lo cual facilitará que se conozcan mejor mutuamente y que aprendan a gestionar sus conflictos de la manera más saludable posible. Evidentemente, su capacidad para comunicarse adecuadamente revertirá en el éxito y la durabilidad de la relación.

FUNCIONAMIENTO DE LA AUTOESTIMA

Los primeros años de vida son claves a la hora de construir nuestra autoestima. La manera en que nuestros progenitores nos eduquen, sus formas de mostrar afecto y la utilización del premio y del castigo serán esenciales a la hora de determinar nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos. Sin embargo, la autoestima es dinámica. No somos prisioneros del trabajo que hicieron nuestros educadores, y es que podemos aprender a reconstruirla y a cultivarla de manera que ésta se desarrolle saludablemente.

Existe la creencia de que nuestras circunstancias tienen un enorme peso sobre nuestra autoestima. Si tengo un buen trabajo, si tengo buenas relaciones sociales, si soy una persona atractiva… mi autoestima será buena.

La autoestima es dinámica. No somos prisioneros del trabajo que hicieron nuestros educadores, y es que podemos aprender a reconstruirla y a cultivarla de manera que ésta se desarrolle saludablemente.

Circunstancias 🡪 Autoestima

Efectivamente, nuestras circunstancias tienen cierto peso sobre nuestra manera de sentirnos con nosotros mismos, pero si nuestras circunstancias determinaran nuestra autoestima, la autoestima estaría reservada solo para aquellas personas que han nacido en el primer mundo, que se han criado en familias estructuradas y que desfilan por las pasarelas como modelos. Pero esto no sucede. De hecho, la relación sería más bien la inversa. Si confío en mí mismo, es más probable que asuma los retos necesarios para optar a un mejor puesto de trabajo. Si estoy en paz conmigo mismo, mis relaciones con los demás serán más naturales y satisfactorias. Si me quiero a mí mismo, es más probable que me cuide y que, por lo tanto, tenga un mayor atractivo físico. Es decir, si tengo una buena autoestima, mis circunstancias mejorarán.

Autoestima 🡪 Circunstancias

Pero, entonces ¿Qué factores determinan la autoestima? ¿Cómo se transforma? Para comprender cómo sucede la construcción de la autoestima, veamos un ejemplo.

Se hizo un estudio midiendo los niveles de autoestima de un grupo de taxistas y de un grupo de altos cargos de empresas importantes. Las condiciones laborales (p. ej., salario, carga de trabajo, número de horas a la semana) eran siempre mejores en el segundo grupo que en el primero. Es decir, las Circunstancias laborales eran siempre mejores en el grupo de los altos cargos. A la hora de medir los niveles de autoestima de unos y de otros, se pudieron observar unos niveles de autoestima ligeramente superiores en el grupo de los altos cargos. Sin embargo, los investigadores no conseguían entender que las diferencias fueran tan pequeñas, teniendo en cuenta la abismal diferencia entre las condiciones laborales de unos y de otros. De este modo, decidieron entrevistar a un taxista con buena autoestima y a un alto cargo con baja autoestima, para tratar de esclarecer los motivos por lo que las diferencias en autoestima eran tan bajas. En el caso del taxista, cuando se le preguntó por sus niveles de satisfacción con su trabajo, éste dijo que eran muy elevados ya que gracias a su trabajo podía llevar dinero a casa con el que sacar adelante a sus dos hijos, que iban muy bien en el colegio últimamente. El alto cargo respondió que sus niveles de satisfacción eran bajos, ya que estaba profundamente frustrado por no haber alcanzado la presidencia de su empresa todavía.

Como podemos observar, las diferencias en los niveles de satisfacción laboral de uno y de otro radica en el foco de atención en el que cada uno se centra a la hora de analizar su situación profesional. La manera en que valoran sus circunstancias.

Valoración de las Circunstancias 🡪 Autoestima

Esto es lo que ocurre con la autoestima. Cuando se padecen problemas de autoestima, generalmente existe una magnificación de los puntos débiles y una minimización de las virtudes. Y claro, cuando los defectos eclipsan con su tamaño a las virtudes, la atención tenderá a posarse sobre ellos más frecuentemente. De este modo, cuando me observo a mí mismo reflejado en un espejo tengo dos opciones: fijarme en los kilos que he ganado estas navidades o fijarme en lo bien que me queda el pelo últimamente.

Y es que la autoestima es precisamente eso; el reflejo que veo cuando pienso en mí mismo. Los humanos somos capaces de construir una imagen de nosotros mismos (una identidad o autoconcepto) y de otorgarle después un valor (hacer una autovaloración). Éste es un proceso que ocurre de manera incesante. Nuestro pensamiento dedica ingentes cantidades de tiempo a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad y sobre aquellas facetas que podemos mejorar de nosotros mismos.

coyete y correcaminos autoestimaMucha gente piensa, incorrectamente, que fortalecer la autoestima tiene que ver con alcanzar nuestras metas. Todas. Ser perfectos. Pero amigos, nadie es perfecto. Y, sin embargo, existe mucha gente con una autoestima saludable ¿Dónde está la clave?

Lo veremos con la metáfora del coyote y el correcaminos. El coyote se pasa la vida persiguiendo al correcaminos. Pero jamás lo ha alcanzado, ni lo hará. Todos somos coyotes, persiguiendo a nuestro yo ideal. Se trata de una persecución perpetua, interminable. Cuando alcance al yo ideal que persigo hoy día, mi yo ideal se habrá desplazado, habrá mutado. Como quien intenta alcanzar un arcoíris. Es simplemente imposible.

No obstante, es preferible que la tensión que existe entre quién soy y quién me gustaría ser, jamás desaparezca. En cierto modo, es esta tensión la que confiere sentido a nuestra vida, la que nos hace levantarnos de la cama por las mañanas, la que nos hace esforzarnos y sacar lo mejor de nosotros mismos. Pero, si la autoestima no tiene que ver con alcanzar al correcaminos ¿en qué consiste entonces? Al parecer, la autoestima depende de la manera que tenemos de animar a nuestro coyote para que persiga al correcaminos. Existen dos opciones: el látigo y la zanahoria.

La utilización del látigo consistiría en animar al coyote mediante azotes: “has engordado, vete al gimnasio”, “hace siglos que no tienes sexo, ponte las pilas”, “eres inútil, a ver si encuentras un trabajo de lo tuyo de una vez por todas”. El látigo, por lo doloroso, moviliza la conducta. Sin embargo, el combustible del cambio es la propia autoestima. Cada pequeño avance que hacemos hacia nuestro correcaminos se paga caro. Es probable que conozcas multitud de personas que han alcanzado grandes metas gracias al látigo. Gracias a una especie de disciplina autolesiva con efectos adversos. Si bien es cierto que el látigo puede producir grandes resultados, los daños colaterales sobre la autoestima son demasiado elevados. Además, hay ámbitos en los que el progreso es imposible de conseguir sin una buena autoestima. Véase, por ejemplo, el ámbito de la seducción y de las relaciones sociales. Mientras que puede resultar posible tener una autoestima debilitada y progresar a nivel físico, es complicado alcanzar una vida afectivo-sexual plena sin una buena autoestima de base ya que, como hemos visto, nuestra autoestima determinará en gran medida nuestros niveles de atractivo y la calidad de nuestras relaciones de pareja.     

La zanahoria parte de una filosofía diametralmente opuesta a la del látigo. El látigo posa su atención sobre el fracaso personal que suponen los defectos propios y los subraya para convertir la frustración en movimiento. Por el contrario, la zanahoria parte de una actitud de aceptación y compasión hacia el yo actual. El punto de partida es un profundo amor propio hacia nuestro coyote, aceptando las propias debilidades. A sabiendas de que jamás se logrará alcanzar la perfección, de que no podemos esperar a ser perfectos para querernos a nosotros mismos, porque es un hecho que jamás alcanzaremos a nuestro correcaminos. No obstante, no hay que confundir la zanahoria con el conformismo. La zanahoria también ambiciona el crecimiento. Pero en vez de centrarse en el sufrimiento que provoca no haber alcanzado nuestros objetivos, se centra en la alegría y la ilusión que suscita la idea de poder hacerlo con el esfuerzo y la perseverancia necesarias. Por ejemplo, “puedo gustarme y ser feliz sin pareja, lo cual no quita para que me motive la idea de poder llegar a compartir mi vida con alguien que me quiera y a quien quiera”.

En definitiva, este es el funcionamiento básico de la autoestima. Si te pica la curiosidad y quieres conocer tus niveles de autoestima (y de otras dimensiones psicológicas relacionadas con la seducción), puedes hacerlo en nuestra página web, en el apartado de Evaluación Gratuita (arriba a la derecha). Además, si quisieras trabajarla con nosotros, puedes pinchar en el link que se deja a continuación. Ahora toca ponerse manos a la obra, toca perseguir a nuestro correcaminos ¿A qué estás esperando?

Autor: Hugo Pérez

Cómo controlar la ansiedad y conocer a quien nos gusta

¡Bienvenidos mandangueros y mandangueras a un nuevo artículo! Hoy veremos un tema que puede parecer bastante peliagudo, pero ni mucho menos: cómo controlar la ansiedad.

Muchos de nosotros experimentamos un miedo inexplicable al intentar acercarnos por primera vez a conocer a alguien, vemos a esa rubia de escándalo, o a ese morenito interesante, y queremos saber quién es.

Pero de repente, cierta emoción aparece, y tanto nuestra emoción como nuestros  pensamientos nos llevan a predecir un desenlace catastrófico, y al final terminamos por no hacer nada, por no acercarnos y por seguir por donde habíamos venido, sin darnos la oportunidad de saber lo que habría pasado realmente.

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En este artículo vas a aprender algunas nociones básicas sobre qué es la ansiedad social, qué ocurre y qué genera en nuestro organismo y cuál es la forma de desarrollarse que tiene. Veremos también cómo controlar la ansiedad, y cómo algunas personas pueden auto-bloquearse y otras generan recursos para afrontarla.

En esta línea, por último os regalaremos siete herramientas útiles para no solo experimentar menos niveles de ansiedad al acercarnos a conocer alguien, sino aprender cómo superar esa ansiedad social de una manera más adaptativa, cómoda e incluso divertida.

1 | ¿Que es y cómo funciona la ansiedad?

Para empezar, vamos a matizar una de las diferencias entre las personas tímidas, las que padecen fobia social, o las que sienten ansiedad en un momento puntual (que somos todos como veremos más adelante).

A menudo podemos encontrarnos con artículos donde se habla de estos tres conceptos como si fuesen lo mismo, y esto puede provocar que una persona se etiquete de determinada manera, por experimentar ciertas dosis de ansiedad social en situaciones puntuales, que son normales e incluso adaptativas.

Para entendernos, vamos a diferenciar estos tres conceptos por su nivel de intensidad. Yendo de mayor a menor encontramos:

  1. Fobia social: Cuando la ansiedad social es exagerada, hasta el punto de no poder llevar una vida normal, e impedir que nos relacionemos en numerosas situaciones.
  2. Timidez: Cuando la ansiedad es más tenue, pero más estable porque forma parte de la personalidad, no viene de un acontecimiento, sino que está ahí de forma innata. Nos afecta en algunas situaciones, y provoca que nos cueste adaptarnos o prefiramos situaciones más  “discretas”.
  3. Ansiedad puntual: Cuando sentimos cierto grado de ansiedad, en situaciones novedosas a las que nos exponemos, y que la gran mayoría de nosotros experimenta, sin que eso signifique que no podamos llevar a cabo nuestra conducta.

Pero ¿qué es la ansiedad? Podríamos comenzar diciendo que es un estado de activación de nuestro organismo, que cumple una función adaptativa. Es decir, que ante una situación de peligro, nuestro cuerpo echa leña al fuego, y aumenta nuestros recursos internos: más riego sanguíneo, aumento del tono muscular, liberación de determinadas sustancias…con el fin de enfrentar o huir de un peligro o situación que consideramos amenazante.

Este dato es importante tenerlo en cuenta, porque encaja con uno de nuestros elementos identitarios: la utilidad.

La ansiedad es útil, en determinados momentos, grados y circunstancias.

Imaginemos ahora que estamos, solos en casa, en nuestra habitación escuchando ese disco de Jimi Hendrix que tanto nos gusta, y de repente creemos ver una sombra pasar por la puerta, aunque no tenemos ni idea de si era una sombra de verdad, o si era otra cosa.

Sin embargo a partir de aquí, anticipamos posibles peligros, causas, razones etc. Podría ser un ladrón, aquel camarero al que no pagamos le otro día, un terrorista, o nuestra madre pidiéndonos explicaciones por nuestra última juerga (¡en nuestro pisito de solteros o solteras!). Podríamos estar en peligro de muerte, o podrían querer robarnos, o atacarnos.

Ante estas suposiciones, que anticipamos y que ni siquiera sabemos si son reales o no, todo nuestro cuerpo se activa, es decir, experimentamos estrés; que es un proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento como amenazante o desbordante a sus recursos.

Resumiendo, nuestra mente genera una experiencia subjetiva de peligro, y por eso nos activamos; anticipamos esa alternativa tan temida, en la que si se diese, nos prepararíamos para defendernos o huir, sin que haya datos reales que lo susciten.

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De esto trata el libro de Robert Sapolsky “¿Por qué las cebras no tienen úlceras?”.

¡Ellas no pueden anticipar mentalmente que otra cebra les rechace, por eso nunca sienten esta ansiedad para acercarse a otra y cortejarla¡ ¡Malditas cebras con suerte!¡No tienen que aprender cómo controlar la ansiedad social!

Volviendo al ejemplo de la misteriosa sombra, al final, esto nos puede llevar a ser aventureros, raqueta de tenis en mano, u optar por meternos debajo de la cama y apagar la luz. A toda esta anticipación de acontecimientos, y su consecuente activación del organismo, es a lo que denominamos ansiedad.

Sin embargo, su presencia puede darse e incluso ser perjudicial en otros casos, cómo cuando sentimos ansiedad social, al acercarnos a esa personas que nos gusta(A no ser que sea una de esas que saca el cuchillo cada vez que alguien le saluda, pero afortunadamente hoy en día escasean).

¿Pero cómo funciona? ¿Qué pasa con esa ansiedad social? ¿Es ilimitada? ¿Vamos a petar como una palomita en el microondas si hablamos demasiado tiempo con esa persona? Afortunadamente no.

De hecho, los estudios han demostrado que la curva de la ansiedad (y por lo tanto la de la ansiedad social) se ajusta  a una curva normal como esta:

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Una curva normal, no es más que aquella que sigue una forma de campana. Empieza en un nivel inicial, aumenta hasta un nivel máximo, y después disminuye de nuevo. Esta grafica representa el hecho de que la ansiedad, es un proceso que a lo largo de un periodo de tiempo más o menos corto, aumenta hasta un punto máximo, y luego necesariamente, (porque de otro modo seria nocivo para el organismo) disminuye.

Como sucedía en el ejemplo que habíamos puesto en nuestra habitación, donde nos activábamos, teniendo en cuenta que sería contraproducente pasarnos en ese estado cuatro semanas seguidas.

¿Qué ocurre habitualmente cuando sentimos ansiedad social? Que en nuestra historia de vida, en ocasiones anteriores, cuando hemos sentido esta ansiedad, y hemos decidido no acercarnos, lo que hemos hecho es interrumpir  el proceso que sigue esa curva en un punto alto, previo al comienzo del descenso, evitando esta situación incómoda, que la ansiedad produce, o huyendo antes de tiempo. No hemos aprendido cómo controlar la ansiedad.

[bctt tweet=»Cuando cambias la forma en que mirar las cosas, las cosas que miras cambian. – Wayne Dyer» username=»»]

Es decir, que para nuestro cuerpo, esa curva solo es una curva que crece, y nunca disminuye, porque no permitimos conocer la segunda parte del proceso. Bajo esta interpretación, crecería hasta el infinito, hasta el descontrol, y experimentarla sería un problema porque no habría posibilidad de deshacerse de ese estado cuando ya no resultase beneficioso. Por lo tanto parece lógico frenar nuestros avances.

Por ejemplo, imaginemos que durante toda nuestra vida hemos experimentado esa ansiedad social. Por lo que hemos visto, ¿qué tipo de pensamientos creéis que tendríamos en ese momento? Evidentemente, aquellos que reafirmen nuestra experiencia de que la ansiedad es ilimitada y no va a disminuir mientras estemos conversando con otra persona:

Seguro que si me acerco me pondré nervioso, lo notará y haré el ridículo” ó “Ya me estoy poniendo nerviosa, seguro que cuando me acerque irá a peor y fracasaré”

Sin embargo, partiendo de la explicación anterior, este tipo de pensamientos provienen de una falta de conocimiento del proceso de ansiedad en el cual nos percatamos de su descenso. Es decir, que todas esas veces que hemos evitado ir a hablar con esa persona, o que hemos interactuado con alguien durante un periodo de tiempo demasiado breve y después hemos huido,  hemos aprendido, que la ansiedad social siempre va a estar ahí, intensa y permanente cuando nos acercamos a conocer a alguien. Hemos aprendido que va a crecer inevitablemente, sin que podamos hacer nada, y por lo tanto ¿para qué vamos a acercarnos a hablar con nadie? ¿Para vivir un pequeño infierno voluntariamente? Queda claro que nos gustaría controlar la ansiedad social.

Afortunadamente, somos seres humanos, y si la ciencia ha demostrado que la ansiedad sigue ese proceso de forma natural, quizás nuestra salida sea reaprender como funciona e interiorizarlo.

2 | ¿Por qué algunos de nosotros tenemos más dificultades para vencer la ansiedad?

Vamos a distinguir tres posibilidades que podrían darse en la vida de cualquiera de nosotros:

Rasgos de personalidad: La psicología utiliza el concepto de rasgo personalidad para hablar de la tendencia a comportarse de determinada manera. Partimos de la Teoría de los 5 grandes, que agrupa los rasgos principales de la personalidad del ser humano. Estos rasgos son:

  1. Extraversión
  2. Apertura a la experiencia
  3. Responsabilidad
  4. Amabilidad
  5. Inestabilidad emocional (o neuroticismo)

Hemos de entenderlos de manera dicotómica, es decir, que cada rasgo tiene dos extremos opuestos que lo definen.

Destacamos los dos primeros, porque adquieren más importancia en este contexto: la extraversión y la apertura a la experiencia. La extraversión se divide en:

+ Extraversión es la tendencia a centrarse en lo social, en lo externo.

+ Introversión quiere decir estar orientado hacia lo interno, hacia su mundo interior.

+ Y por otro lado el rasgo de apertura a la experiencia se divide en:

+ Personas más abiertas: más creativas, abiertas a nuevas ideas, que disfrutan probando cosas nuevas.

+ Personas más cerradas: disfrutan con las rutinas, con lo literal, lo que no cambia.

Por decirlo de algún modo, a medida que estos rasgos aparecen en nuestra personalidad, varía la tendencia a  vivir estas situaciones de una forma u otra en ese área concreta a la que se refiere el rasgo.

Por ejemplo; en una fiesta, Carlos que es más extrovertido, tenderá a presentarse a la gente que conoce y que no conoce. Sin embargo, María que es más introvertida, preferirá pasar desapercibida, o como mucho saludar a aquellos con los que tiene más confianza.

Las investigaciones, Bermudez (2000) entre otras,  plasman una correlación positiva entre las personas que son extravertidas y están abiertas al cambio, y bajos niveles de ansiedad social.

[bctt tweet=»La ansiedad es el vértigo de la libertad. – Soren Kierkegaard» username=»»]

En conclusión, hay personalidades que tienen más tendencia a experimentala y otras menos. De cualquier forma, estos rasgos son tendencias, que no determinan de forma inamovible la experiencia, otros factores, y nuestra propia interacción con el medio, pueden modificar estas condiciones. O dicho de otro modo, puedes haber sido una persona con cierta tendencia a sentir esta ansiedad durante mucho tiempo, pero si te dedicas a ir te viaje a menudo y buscar conversaciones por las plazas de Praga por ejemplo, tu ansiedad va a disminuir considerablemente.

Ambiente familiar:

La familia y los padres, y en concreto la relación con ellos, son referentes de educación en todas las áreas de nuestra forma de ser. Y esta área es una más. De forma que la manera en que ha sido nuestra relación con ellos, o la gestión de situaciones de este tipo, influyen directamente en como las experimentamos en otras etapas de nuestra vida.

Si la relación con nuestros padres, tendía a coartar nuestra socialización, evitar hablar sobre emociones, e incluso sobreprotegernos, es más probable que ahora tengamos más dificultad para comunicarnos, o para gestionar esa ansiedad. “Niño, tu ver, oír y callar” “Deja de decir tonterías”

Si por el contrario, fomentaba el ingenio, la comunicación, o las conversaciones sobre como uno se sentía en determinado momento, es más probable que el desenlace fuese una forma de vivir más productiva y adaptativa en estas situaciones. “¿Qué te ha pasado con tu amiga Marta? Cuéntame.”

La presencia o no de este aprendizaje y de estos recursos, influirán en cómo experimentar, cómo afrontar y finalmente cómo controlar la ansiedad.

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Experiencias significativas:

Tanto si hemos tenido éxito como si no, las experiencias que han sido importantes en nuestra historia de vida, influyen intensamente en el modo en el que predecimos que se desarrollaran las experiencias futuras.

Por ejemplo, si con quince años nos acercamos a esa chica o  a ese chico que tanto nos gustaba, y le dijimos “me gustas”, pero todo desemboco en un rechazo y en un montón de compañeros de clase riéndose de nosotros, es posible que en el futuro, hayamos desarrollado lo que se conoce como indefensión aprendida a este tipo de situaciones. En un lenguaje más coloquial:” No me voy a acercar a nadie más, voy a quedarme aquí quieto, sin moverme, a ver si vuelvo a fracasar”.

Pero por otro lado, puede que pese a ese “fracaso” hayamos puesto en marcha nuestros recursos, y aún así hayamos enfrentado la situación tanto esa vez, como en otras, desarrollando nuestra resiliencia, nuestra capacidad de superación, algo que favorecería que esta experiencia no fuese tan “traumática” en el futuro.

Si en el caso anterior, pese a haber recibido ese rechazo, nos hubiéramos mantenido fieles a nuestra forma de ser, y meses después hubiéramos repetido ese comportamiento con otra chica, teniendo la suerte de que respondiese favorablemente, habríamos dado un sentido positivo a nuestro fracaso anterior, utilizándolo para optimizar nuestros recursos, y habríamos llegado así a una situación mejor.

Del mismo modo las experiencias positivas, como si en este mismo caso la situación hubiese ido hacia delante de manera beneficiosa para ambos, determinan un aprendizaje adaptativo, que en el futuro nos capacita más para acercarnos a conocer a alguien en un momento dado.

En conclusión el desarrollo y el resultado de las situaciones que tienen importancia para nosotros, influyen en el aprendizaje que realizamos en torno a la ansiedad.

3 | ¿Podemos aprender a gestionar la ansiedad?

En general, todos vivimos en alguna etapa de nuestra vida, (habitualmente en la adolescencia) esa ansiedad social al iniciar una nueva relación.

Por un lado, conocer a alguien nos quita cierto control, cierta seguridad, porque no sabemos nada de la otra persona, ni de su forma de actuar, ni de sus posibles reacciones a nuestra conducta etc. Y ese descontrol, puede generar cierto grado de ansiedad, que todos experimentamos y por lo tanto es normal.

Por otro lado, entra en juego el afrontamiento. Ante la ansiedad, como antes apuntábamos podemos huir o afrontar la situación: Si huimos, no  experimentamos la situación, no ponemos en marcha ni desarrollamos nuestros recursos, y nos auto-bloqueamos.

Si la afrontamos, sea cual sea el resultado, positivo o negativo, aprovechamos esa experiencia para poner en marcha nuestros recursos y optimizarlos a través de nuestras vivencias y además nos permitimos experimentar el ciclo completo (descenso incluido) del que hablábamos anteriormente.

4 | Herramientas para aprender cómo controlar la ansiedad

Así que chicos y chicas, vamos a plantearos algunas ideas para controlar la ansiedad social, y sentirnos mejor al acercarnos a conocer a esa persona que tanto nos gusta; teniendo en cuenta que tanto la destreza, como los resultados que obtengáis se incrementaran de forma progresiva. Estamos hablando de un aprendizaje que lleva su tiempo y por lo tanto esto no es un botón de ON/OFF que podemos cambiar instantáneamente.

Cómo controlar la ansiedad – Utilizar la ansiedad cómo energía

Hemos hablado de la función adaptativa de la ansiedad, asi que vamos a darle una utilidad. ¿Cuál es esa utilidad?

#1 Esa activación nos permite estar más atentos, ser más ingeniosos, reaccionar más rápido a sus respuestas etc.

#2 Mostramos a la otra persona una parte de nosotros, que se genera inspirada en ella. Lo cual amigos, es realmente la esencia y el motivo por el cual nos acercamos a esa persona, ¡porque nos hace experimentar emociones!

#3 Si tenemos ese miedo a ser descubiertos, el único modo de acabar con él es empezar aceptarlo  mostrando lo que somos, con lo cual pasa a ser un recurso más de nuestra comunicación y bienestar personal. De esa manera, el control de “ser descubiertos” no es de la otra persona, sino nuestro, porque lo hacemos voluntariamente y con sentido del humor.

“Disculpad chicos/as, siento interrumpiros, pero os he visto desde ahí atrás, y aunque estoy bastante nervioso/a porque no acostumbro a hacer esto, quería conocerte. Soy Rosario, ¿Cómo te llamas?

Honestidad

Muy unido a esta herramienta, en Egoland siempre hemos defendido el atractivo de las personas autenticas y honestas. ¿A cuántas personas hemos oído decir eso de: busco a alguien que sea sincero y que sea auténtico?

Vamos a caminar de nuevo por esta senda. Porque además este recurso, nos va ayudar a deshacernos de ese miedo a ser descubiertos por un lado: ya que vamos a mostrar eso que tanto tememos que los demás descubran.

Honestidad y autenticidad

Y por otro lado vamos a mostrarnos como personas humildes, y a ser un referente de comunicación para la otra persona, haciéndole ver que somos de esos que prefieren dejarse de juegos y manipulaciones y expresar lo que son,  que ella o él tiene la libertad de hacer lo mismo, y que nosotros vamos a hacer que se sienta cómoda/o. Huimos del conflicto, y proponemos cooperar. Así empezaremos a notar que la ansiedad social, no solo se reduce, sino que los demás la interpretan de forma distinta, y eso nos ayuda a hacer lo mismo.

Habrá quien diga, ¿cómo voy a mostrar eso que tanto quiero ocultar, si es lo que me da miedo? Las dos herramientas siguientes, pretenden daros dos recursos diferentes para solventar esta duda:

¿Qué es lo peor que puede pasar?

¿Por qué somos tan kamikazes en Egoland? ¿Por qué ponernos en esta tesitura de imaginarnos el peor escenario? Porque cuando lo hacemos, cuando creamos ese escenario tan terrible, es la única circunstancia en la que podemos analizar el contexto y preguntarnos: ¿Es tan terrible? ¿Es el fin del mundo? ¿Podría continuar con mi vida si ocurriese esto? ¿Elimina las posibilidades de relacionarme con una persona de aquí en adelante?

[bctt tweet=»El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo. – Nelson Mandela.» username=»»]

De esta forma, es probable que nos demos cuenta, de que esa preocupación tan grande, se ha estado fundamentando en una interpretación nuestra de algo, que como tal, puede ser modificada.

Estamos en la cafetería de la universidad, y tres mesas mas allá está esa chica o ese chico de nuestra clase que nos llama la atención desde hace tiempo. Empiezan a invadirnos todas esas dudas, que a veces son un poco caóticas y ni siquiera podemos ponerlas en orden. Así que nos preguntamos. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Podría ser, levantarnos, tropezar con la silla justo antes de llegar allí, tirarle el vaso de café encima, y mientras se aparta con rapidez y con mala cara, decirle “¡Que aproveche!”, a la vez que salimos corriendo de ahí, avergonzados.

Y a partir de aquí esto puede servirnos para ser objetivos y preguntarnos: ¿Qué probabilidades hay de que se encadenen todos estos actos desafortunados? ¿Impediría aun así que mantengamos una conversación? ¿Lo recordaríamos dentro de 10 años como algo malo? ¿Lo recordaría la otra persona? E incluso ¿No podríamos usar esta situación aplicándole sentido del humor y disculpándonos para conocerla?

Jugar las debilidades: El sentido del humor

Esto es una de las aportaciones más relevantes de nuestro Luis Tejedor Egoh al campo de la seducción, que está explicada, más detalladamente en el libro Seductor, en las páginas 87-89, que puede ayudarnos a darle cierto humor y colorido al tema de la ansiedad social.

Imaginemos que tenemos muy mal pulso, que nuestras manos tiemblan habitualmente y que cuando nos enfrentamos a esta situación, empeora y se hace evidente para todo el mundo. “Como se dé cuenta de mi pulso, seguro que se ríe de mí y me dice que me largue…”

¿Qué podemos hacer? Evidentemente, ocultarlo  o justificarlo. Pero ¿hay quizás un camino más? ¿Uno en el cual en vez de estar frente a la otra persona metafóricamente, nos pongamos al lado del otro y riamos juntos? ¿Uno en el que conectemos al fin y al cabo?

como controlar la ansiedad

Jugar nuestras debilidades. Reírnos de nosotros mismos.

Cómo siempre apuntamos en Egoland, usar el sentido del humor con aquellas cosas que nos cuesta presentar al mundo, nos llevará a un estado de comodidad mayor. Por ejemplo:

“Hola, antes de que me lo preguntes, no me dedico a la cocteleria (mientras le mostramos nuestras manos, mirándolas con curiosidad, sin ocultar el temblor y sonreímos si queremos), es solo parte del terremoto que se ha encendido dentro de mí al plantearme venir a conocerte. Soy Jeremías, ¿cómo te llamas?”.

A través del sentido del humor, encontramos una utilidad a aquello que considerábamos inútil de nosotros, siendo extravagantes (porque estamos haciendo algo que no todo el mundo se atreve a hacer) y teniendo una actitud honesta de una forma cómoda y beneficiosa para ambos.

Generosidad

Un estudio reciente en la revista Motivation and Emotion, llevado a cabo por Trew y Alden, ha evidenciado que los actos de bondad, desde un mensaje verbal a una acción concreta, reducen los niveles de ansiedad. ¡Qué gran noticia para los que pretendemos ser más honestos y expresar nuestras percepciones sobre los demás!

Es decir, que la acción de ayuda (relajación) y la de ansiedad (tensión) son respuestas incompatibles, que no pueden darse a la vez en nuestro organismo, según ha demostrado la psicología.

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Por lo tanto otra herramienta para controlar la ansiedad, es tener comportamientos generosos y bondadosos con los demás. Acercarnos con el propósito de ofrecer algo; hacer sonreír como fin en sí mismo de nuestro querido Javi, diciendo algo como “hoy estás muy elegante” o “esos pantalones te quedan de lujo”, “siempre me parto el culo contigo”.

O de actuar,  invitando a una caña a un amigo, o acompañándole a comprarse un dron nuevo, no solo seremos más honestos y reforzaremos su autoconcepto (¡a todos nos gusta gustarnos!);  sino que además reduciremos los niveles de esa ansiedad social cuando nos plateemos acercarnos a conocer a alguien que nos gusta, entre otras situaciones.

Proceso

Pero no nos volvamos locos, no vamos a sentirnos cómodos ridiculizándonos, o a aceptar el peor escenario posible, o a ser completamente honestos con un desconocido de la noche a la mañana. Es hora de ver la ansiedad social y las propias interacciones, como un proceso y no como un resultado. Es mucho más sano para nosotros concebir todo esto como algo cambiante, flexible y modificable, que como algo tajante y rígido, ¿no creéis?, pero ¿por qué?

Veamos un ejemplo:

¿Qué ocurre si me acerco a esa persona, le suelto esa broma sobre mi mal pulso y me rechaza? Si lo vemos como un resultado, probablemente me venga abajo, me culpe, me dé vergüenza y me vaya.

Pero ¿y si lo vemos como un proceso donde la conversación podría continuar de otra manera, donde mis recursos podrían crear alternativas nuevas, o donde simplemente ese fracaso puntual me podría permitir aprender y mejorar para una próxima vez?

Mucho más desahogado y cómodo, ¿no creéis?

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De esta forma ganamos siempre, y nunca perdemos. Porque nuestro éxito ya no está en el resultado concreto de la interacción, sino en el mero hecho de comunicarnos. De hecho, iniciar la interacción y que esta se desarrolle sea como sea, para bien o para mal, ya es un éxito. Por lo tanto, las consecuencias para nosotros son mucho más controlables, porque no están fundamentadas en lo externo, ya que somos nosotros los que decidimos dar el primer paso e iniciar la conversación.

Y también porque nuestros fracasos, que es evidente que los habrá, ya no son algo negativo e inservible, sino una forma de mejorar y optimizar nuestros recursos.

De la misma manera que la ansiedad se experimentará, aunque cada vez sea más paulatina, hasta que incluso nos sirva como motivador, no porque la anulemos por completo, ya que siempre puede darse en cierto grado, sino porque hemos cambiado nuestra perspectiva, y hemos desarrollado nuestra autoeficacia cuando nos topamos con ella; es decir, nos sentimos capaces de gestionarla.

La interacción e incluso la persona que tenemos delante siempre tienen algo útil y bueno para nosotros, y está más justificado animarnos a apotarle algo bueno por nuestra parte, sin importar su reacción, algo que a la larga nos beneficia.

Exponerse genera aprendizaje

Por último, para terminar este viaje, en el cual hemos entendido cómo funciona y hemos planteado pautas para controlar la ansiedad social, solo queda deciros:

¡Manos a la obra chicos y chicas! Es hora de ser valientes y salir al ruedo.

Hemos explicado cómo funciona la ansiedad. Somos conscientes de que al principio, durante los primeros intentos la experimentaremos, pero sabemos que es la única manera de cambiar todo el fenómeno y que si persistimos ésta terminará disminuyendo (a no ser que seamos un prototipo de Monstruos S.A  y no seres humanos) porque estamos modificando nuestros esquemas mentales y nuestras experiencias; y esto nos llevará a interpretarla de otra manera.

controlar la ansiedad social

controlar la ansiedad social

Exponerse es una herramienta más, de hecho es la que nos permite poner en marcha todas las demás. Es la que nos permite probar nuestras habilidades y crear alternativas nuevas. Es la que nos permite aprender realmente y modificar la forma de vivir que hemos tenido hasta ese momento.

Hemos visto diferentes recursos y herramientas para facilitar la experiencia, como lubricarla mediante el sentido del humor, como visualizar un futuro negro para percatarnos de la probabilidad remota de que ocurra, o como ser honestos para librarnos de ese miedo a ser descubierto.

Utilizamos al fin y al cabo la humildad asertiva como enfoque relacional; exponemos nuestros deseos y necesidades, teniendo en cuenta los suyos, y sin ningún reparo de manifestar tanto nuestras virtudes como nuestros defectos y carencias a través del sentido del humor, para hacer más cómoda y auténtica esa experiencia, y ser referentes de esa conducta beneficiosa para ambos, para la otra persona.

[bctt tweet=»El camino es la recompensa. – Helio » username=»»]

Y como ya dijo Luis en nuestro libro “Seductor”:

El mundo se mueve y por supuesto nuestras mentes no están estáticas

Es hora de verbalizar nuestros deseos y empezar a ser más honestos y comunicativos con las personas. Es hora de recorrer esa distancia, conscientes de nuestros nervios, ponernos a su lado y preguntarle “¿Cómo te llamas?”.

Es hora de atrevernos a gestionar la reacción de esa persona, con nuestros recursos, de experimentar esa ansiedad social, el tiempo suficiente para darnos cuenta de que tarde o temprano descenderá, y de que al final acercarnos a esa persona que nos gusta no será un problema y la ansiedad nos resultará útil e incluso divertida.

Con esto, esperamos que sepáis cómo controlar la ansiedad con más facilidad.

 

¡Mucha suerte y muchos nervios Mandangueros!

 

por Wilton Araujo y Fernando Díez

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