Feminismo y Femineidad

 

Una vez, volviendo de la capital en el tren capté una frase suelta: “Las mujeres que se arreglan es porque no tienen nada más que ofrecer.”


Parpadeo incrédulo.
Tos.
Silencio.

¿¡Qué!?

Queridos niños, bienvenidos a barrio sésamo capítulo uno: “Como defender la igualdad de sexos sin caer en el feminismo extremista.” (AKA «Machismo encubierto», AKA «Autoodio», AKA «Como nos gusta a las mujeres matarnos entre nosotras»).
Y sí. No puedo evitarlo. Ese tipo de comentarios me enervan. Me ponen enferma, sin remedio ni paliativo posible. Dejemos claro un concepto: Defender la igualdad de sexos es procurar que la mujer tome su posición en el mundo al mismo nivel que el hombre, como MUJER. En ningún caso significa parecerse más a los hombres o adoptar sus roles: Eso NO es productivo. Solo refleja un machismo implícito, tal como el comentario anteriormente citado. Chicas, si queréis dar una imagen de ser una mujer independiente y fuerte, resuelta y capaz de llevar las riendas de su propia vida en la sociedad actual, no es necesario llevar un mostacho como Mario Bross o las axilas a la francesa.

Primera lección de hoy, quiero que todas os mentaliceis y visualiceis esto, y luego quiero que lo digais en voz alta, bien alto:

 

Me siento orgullosa de ser mujer.

 

Y ser mujer lleva dentro del pack ser femeninas. No es tampoco una obligación, ni mucho menos. Hay mujeres que no lo son, e, igualmente suelen ser apaleadas por lenguas de víboras con el apelativo conocidísimo de “marimacho”. Así pues, ¡Viva la dicotomía! O eres un neandertal con pechos o una zorra que vende su cuerpo… ¡Oh, sí! ¡Gracias a Dios por el apoyo entre las mujeres!

Nunca me he considerado una chica especialmente bonita, más bien me he sentido el patito feo del grupo desde que tengo memoria. Cuando era pequeña, era la primera que crecí entre chicos mayoritariamente y rehuí jugar a papas y a mamás en pos de ser la espía asesina de la unión soviética en mil y un juegos de guerra con mis compañeros de infancia. Aún así, con la edad, la femineidad que anda de capa caída por comentarios como esos, se fue haciendo un huequecito en mí. No me considero tonta, pero eso no significa que no se me vayan los ojos detrás de un par de zapatos preciosos. Chicas, no os avergonceis de sacar vuestro lado más coqueto y femenino: Es un arma de calibre grueso en el mundo de la seducción.

La femineidad, el mimo a nuestro aspecto y el recelo personal forma parte de un conjunto igual de importante que pueda serlo la capacidad intelectual de cada quien. Para mí, la virtud siempre ha sido el punto medio, y veo igual de incompleta una persona que se dedique únicamente a su cuerpo que una persona que haya olvidado que existe una cosa llamada ducha. Ojo al dato, chicas, no estoy hablando de ir de punta en blanco, provocando, o según los cánones de belleza estandarizados, pero hagamos honor a la archiconocida sentencia: “Mente sana in corpore sano.”

Punto y aparte de estas (suponía yo) cosas más que trilladas (andaba errada, visto lo visto), me pararé un poco más en el punto estrictamente de las mujeres. Es un suplicio intentar abrirse paso con distancias de hormiga (y sobretodo en la temática de seducción y habilidades comunicativas) en un mundo donde todavía se pueden escuchar frases como: “Todas las mujeres son unas zorras menos mi madre y la mía.”. Pero si nos tiramos piedras a nuestro propio tejado la cosa se pone ya imposible. Nosotras no somos hombres. Nacimos con unos atributos diferentes y complementarios, igual que el sexo masculino para con el femenino. ¿Significa eso que debemos dejar a un lado nuestra naturaleza intrínseca para tener un espacio en este mar lleno de tiburones? ¿Quiere decir que para competir con un hombre o para seducirlo debemos de adoptar sus roles masculinos? ¿No es eso una renuncia? El truco está en estar a la misma altura que los hombres, pero no dejar de ser lo que somos, MUJERES. Y muy a bien de serlo.

Hay mujeres que nacen con ese aire felino que se pega a la interminable línea de sus piernas. Las sonrisas, juegan en las comisuras de labios carnosos. Saben el arte de las miradas entre el cabello. Tienen un aura inherente, como un aroma característico. La dualidad entre niña y adulta. Los arrebatos infantiles y las inocencias pícaras de la seducción. Hay mujeres que llevan implícito en la piel su naturaleza más sinuosa.

Y hay mujeres que no. Pero que pueden aprender y mejorar para ser la mejor versión de ellas mismas (para eso estamos aquí, ¿No?).

Y ni unas ni otras son mejores ni peores. Son iguales. Tan capaces y dignas como los son las mujeres comparadas a los hombres. El coeficiente intelectual, señores y señoras, no es inversamente proporcional a la altura de los tacones o relativo a la longitud de la falda.

Los sexos: Equiparables, pero no equivalentes. Mujer, siempre. Y libre de serlo.

En todas sus formas.

La gata negra

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