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La etiqueta: experiencia y ejemplo de la herramienta

Experiencia de David, conociendo a una chica por la calle y aplicando su encanto, su humor y la herramienta «la etiqueta».

herramienta de seducción etiquetaEs Julio, un viernes caluroso donde los haya. Con mi habitual despiste me había dejado las gafas de sol en casa, así que andaba con los ojos achinados intentando esquivar la marabunta de gente, que como yo, andaba por la Plaza de Sol. Entre conversaciones ajenas y otros ruidos, escuché un sonido muy peculiar que me hizo levantar la mirada. ¡¡Unos tacones!!  Pero no fueron los tacones, si no ella, la que me hizo saber que iba a ser una situación memorable.

Con el sol en contra solo podía percibir su silueta, el tamaño de sus tacones era directamente proporcional a la confianza que tenía en sí misma y que además le permitía lucir con orgullo un escote, muy de mujer, que sacaba su parte más salvaje. Ella disfrutaba de ser el centro de atención y yo no me iba a ir sin valorárselo.

-¡Disculpa! (se para y me mira desconcertada). ¿Sabes qué para “eso” hace falta carnet? (señalando los tacones).

– Jaja ¿A sí? No lo sabía.

– Sí, pero dime tu nombre y haré como que no he visto nada, así nos ahorramos multas, burocracias y demás historias aburridas.

– ¿Qué suerte tengo no?, me llamo Harianne.

– Creo que la suerte es para ambos, yo me llamo David. (Dos besos)

No sé si fueron mis ojos achinados o mi amenaza de multarla por no llevar dicha documentación, pero después de una charla sobre su país de origen y sus múltiples viajes internacionales, nos dimos los teléfonos, prometiéndonos que nos veríamos al día siguiente. No suelo hacerme de rogar y en esta ocasión, en especial, tenía que aprovechar el tiempo, ya que ella se marchaba temprano el domingo y hablando en plata, me moría por disfrutar de ella un día más.

Al día siguiente con un mensaje nos confirmamos que llegaríamos puntuales. Cuando nos vimos, en seguida compartimos una sonrisa y caminamos hasta una cafetería cercana, la conversación fluía mientras nos conocíamos, por su forma de hablar sabía que estaba en frente de una mujer inteligente y encima había recorrido más mundo que yo, cosa que me fascinaba. Se acercaba el momento de hacer un pequeño tour andando por Madrid, así que dimos un paseo por el Templo de Debod y llegamos a la la azotea del Círculo de Bellas Artes, empezamos a hablar el uno del otro, de lo que más nos gustaba de nosotros y se notaba que nos estábamos haciendo tilín.

 

Me lo estoy pasando realmente bien.

Yo también David, te confieso que cuando te di mi numero no sabía que íbamos a encajar así, eres muy divertido.

No te quites merito, si te ríes tanto haces que me sienta súper gracioso y si me miras así, me pones un poco nervioso.

-Jajaja

-Del 1 al 10 ¿cómo está siendo este día para ti?

Mmm difícil pregunta. Creo que un 8 (mira al infinito pensativa y casi al instante contesta), un 8,5.

-Nada mal, eso es una notaza. Y ¿Cómo crees que podría mejorar?

-No sé. (una respuesta rápida y seca. Ella me veía venir desde 1km)

-¿Qué te parece si vamos a mi casa y preparo unos mojitos?

-No. Creo que vas un poco rápido, nos conocimos ayer.

 

¡¡¡Toma ya!!! Ella parecida tenerlo todo muy claro y pensé que iniciar una guerra dialéctica solo reafirmaría más su postura, a si que decidí utilizar la herramienta de “la etiqueta” que consiste en adjudicar una serie de cualidades a una persona, con el fin de que esta sea consecuente con las mismas una vez aceptadas. De esta forma y valorando su posición, esperaba obtener una respuesta más positiva, ya que pensaba volver a proponer  ir a mi casa para continuar con este día tan estupendo que tanto nos estaba inspirando a ambos y quería que ella fuese congruente con su forma de pensar y ser.

-Harianna, me sorprendes.

-¿Por qué?

-Porque cuando hablas tengo la sensación de estar delante de una mujer que sabe perfectamente lo que quiere.

Si, por suerte siempre he tenido claro lo que quiero en mi vida.

-Pues en el colegio al que yo iba, me enseñaron que eso era sinónimo de madurez.

-Eso dicen, sí jaja.

-Entonces cuando deseas algo, no te importa lo que piensen los demás ¿verdad?

-Así es, siempre he hecho lo que he querido y hasta ahora no me ha ido nada mal. ¿Quién mejor que yo va a saber lo que necesito?

-Me gusta que seas independiente, pero me gusta aun más que seas una chica del siglo XXI.

 

Su expresión había cambiado por completo, estaba más relajada y sin darse cuenta estábamos acercando nuestras posiciones y para colmo nuestra mirada se tornaba más cómplice por momentos.

-Vaya boquita que tienes madrileño…

-Creo que en eso compartimos premio.Harianna, después de todo lo que nos hemos dicho, ahora me apetece más preparar ese mojito, ¿Qué decides?

-Vale, pero no puedo irme muy tarde.

Al terminar lo que estábamos tomando, ella pagó la cuenta mientras me recordaba que era una mujer del siglo XXI. Yo conocí mejor su forma de pensar y ella descubrió que le gustaba montar en moto, camino a mi casa.

DAVID DE BANEGAS

4 comentarios
  1. JM
    JM Dice:

    Si me hubiesen puesto ejemplos así de didácticos cuando iba al cole, seguro que hubiese sacado más nota en literatura. Gracias por el artículo David!

    Responder

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