El “ser” y el “deber ser” (II): ¿Cómo construimos el “deber ser”?

En la primera parte de este artículo veíamos el conflicto que supone que no coincida lo que “debe ser” con lo que las cosas realmente son.

Así que en esta segunda parte veremos cómo se nos inculcan ideas normativas heredadas, y cómo podemos generar ideas normativas propias.

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¿Cómo construimos nuestras ideas normativas o el “deber ser”?

Pensemos en la idea normativa de relación: Antes de tener una relación, yo ya vengo de serie con una idea de cómo debe ser, una idea que es una mezcla de los estímulos de mi entorno social, lo que he visto en televisión, lo que me han contado… pero lo más peligroso es que probablemente llegue a creer que es una idea propia: creada, reflexionada y aceptada conscientemente por mí. ¿Seguro? ¿O sólo soy como la niña que mencionaba en la primera parte?

Nos llegan ideas por una puerta trasera que probablemente ni siquiera sabemos que existe. Por ello generar ideas propias supone un ejercicio enorme de experiencia y reflexión. En el sentido literal del término reflexionar, es decir: “considerar nueva o detenidamente algo”.

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Una vez que reflexionamos racionalmente puede que el resultado, la definición obtenida, coincida o no con lo que se nos dijo que algo era, pero ya nos encontramos en otro nivel, en un espacio específico. Por ello no es mala señal cuando una idea nueva nos parece poco intuitiva, paradójica, o resulta extraña para la mayoría de la gente.
Nótese que el problema no es tener expectativas o ideas sobre cómo deben ser las cosas. La cuestión sobre la cual nos interesa reflexionar es si esas ideas nos ayudan o no a ser felices. Sí, felices. No estamos aquí para otra cosa por poco que lo mencionemos. En este sentido, cuidado con lo que consideramos normal, ya que puede ser nuestro peor enemigo.

Tampoco creamos que forjar un criterio propio es una cuestión que emerge automáticamente de los individuos, dado que la sociedad, como señalamos en la primera parte, está plagada de reglas y normativas heredadas, el proceso de aprendizaje y de creación de criterios propios encontrará como mínimo una buena dosis de resistencia social. Ya hablamos sobre el hecho social, la resistencia y las ventajas de extravagar en los tres artículos sobre “El hecho social y la extravagancia”.

Ante todo tenemos que estar preparados para que nuestras nuevas ideas y nuestros nuevos criterios se vean cuestionados por un colectivo que no estará precisamente predispuesto a aprobarlos y mucho menos, a probarlos.

Si me habéis seguido hasta aquí me diréis: bien Javi, pongamos que algo de razón tienes, pero, ¿cómo puedo cambiar mis ideas normativas?
¡Buena pregunta!

Primero tengamos en cuenta tres reglas. Cambiar una idea normativa (un “deber ser”) siempre será más fácil cuando:

más frustración provoque la idea normativa heredada cuando la contrasto con la realidad (un profesor que asume que los alumnos deben ser disciplinados por el mero hecho de ser alumnos, si lleva cinco años de docencia enfrentándose a alumnos que no lo son, experimentará frustración, y le resultará útil cambiar su definición para enfrentarse de modo más eficiente a la realidad);

− más funcional resulte la nueva idea respecto a la anterior (más felicidad y satisfacción genere la nueva concepción).

− menos personas se vean afectadas o focalizadas en el cambio (es más fácil convencer a tu chico de que no tiene sentido ser celoso que convencer a todos tus vecinos).

Teniendo en cuenta estas tres normas, voy a aplicar la sustitución de ideas normativas heredadas por ideas normativas propias, básicamente mediante la reflexión. Daré varios ejemplos. No serán cortos, ya que la sustitución de ideas heredadas conlleva un proceso muy estimulante y retador que se compone, por lo menos, de las siguientes fases: autoconocimiento, generación/sustitución de la nueva idea normativa, acción y comprobación.
Al igual que sucedió con los artículos sobre extravagancia, ahora que tenemos un trasfondo teórico sólido podemos volcarnos en los casos prácticos que tanto nos gusta a los devotos de San Ejemplo.
A ello nos dedicamos en el próximos artículos, uno de ellos enmarcado en el ámbito de la sexualidad.

PD: por supuesto, no dudéis que vuestros comentarios enriquecen este artículo y antes o después contesto a todos. Con cada comentario un niño se cura un esguince en algún lugar de Australia.

 

7 comentarios
  1. Ricardo
    Ricardo Dice:

    Muy interesantes ambos artículos, primera y segunda parte.

    Sé que el enfoque es sobretodo a nivel relacional, aunque creo que puede ser extendido a la propia evolución, tanto personal como social.

    Sin querer entrar en extenderme mucho más; digamos que es esa relación entre lo que pensamos que deben ser las experiencias vividas y lo que luego son, es esa relación la que permite sacar conclusiones para evolucionar, cambiar o simplemente aceptar y resignarse.

    ¿será entonces como reaccionemos ante este conflicto la clave para salir airosos?¿es mejor la resignación de así son las cosas que la rebeldia ante lo establecido?

    Nada más… Al fin y al cabo solo lo he escrito para que alguien sonria hoy.

    Un saludo y gracias por hacernos reflexionar un poco, tan necesario en estos tiempos en los que parece que el deber normativo es no preguntes, no te pares, no juzgues…

    Responder
    • Javier Santoro
      Javier Santoro Dice:

      Gracias por tu lectura, atención y comentario Ricardo. Espero que las próximas dos entregas, más prácticas, te resulten igual o más interesantes.

      Lo aquí expuesto es aplicable a innumerables situaciones, muchas más de las que yo mismo soy capaz no solo de imaginar sino además de percibir.

      Lo que dices es sustancial. Como sugieres, creo que el proceso «Deber ser heredado -> Contrastación con la realidad -> Generación de un deber ser propio» es una gran oportunidad para crecer. Una opción es resignarse, sí, pero no es la que aconsejo por no parecerme la más funcional. Como entendía que puede llegar a parecer que yo aconsejo la resignación en algún momento, al final de la tercera parte trato de despejar tal sospecha. Ya la tienes publicada.

      Por supuesto que el modo como reacciones ante un conflicto te hará salir más o menos airoso, pero modestamente aquí incido más en cómo interpretas lo que te sucede, por qué lo interpretas de ese modo, y qué te hace sentir esa interpretación. Insisto en el subtítulo de la primera parte: dime cómo defines y te diré qué sientes.

      También en la tercera y cuarta parte me declaro sin autoridad para decir si es mejor la resignación o la rebeldía. Y no creo que nadie la tenga en términos absolutos.

      Como le comenté a otra lectora en la anterior entrega, una de las claves de todo esto es la importancia del autoconocimiento y honestidad con uno mismo para ser más libre. Y en última instancia, más feliz. ¡Nada menos! Ya advertí con la primera entrega que me iba a poner ambicioso.

      Abrazo y hasta pronto!

      Responder
    • Javier Santoro
      Javier Santoro Dice:

      Si hay algo que me hace más ilusión que los comentarios es que la lectura os resulte útil. Gracias Joan, ya tienes la tercera parte.

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