Dramaturgia egolandiana (II)

Quiero empezar este post explicando que, los motivos de esta serie dedicada a la Dramaturgia Social, son un modo de reconocer intelectualmente algo que, creo, puede ayudar a hacer más comprensible y divertido el aprendizaje de nuestras habilidades sociales, con o sin mujeres de por medio. Y me parece importante porque, al igual que con otras muchas cosas, he comprendido y sentido su verdadero significado práctico tras mi incorporación a la comunidad de seducción. Ya sabes que seducir no es estudiar seducción ¿verdad?

Además de sonreír cuando lo oigo en los talleres de Ego, siento y comprendo que soy una especie de actor cuando, al estar con una chica, me sale un narrador que me permite avanzar con ella. También cuando calibro con el espectador, apuesto por una actitud, la comunico con coherencia y la beso. Algunas veces, al conocer a grupos de personas soy incluso consciente de representar un papel inicial, que da pie a la justa confianza para mostrarse con naturalidad. Siempre, claro, con un objetivo social, romántico o sexual que puede conseguirse con una comunicación adecuada.

Me gusta empanarme en mi nube cuando estoy con ellas y, por suerte o por desgracia, no soy todo lo consciente del uso de estas demoledoras herramientas comunicativas como me gustaría. Pero, ¿sabéis de qué sí soy consciente? Que cuando estás centrado en ella, en lo que necesita la interacción a cada paso y ella me responde… …aparecen solas… …el narrador pide desesperadamente salir como tú de un dentista, para dar vía libre a la expresión de la emoción por el momento que se está viviendo. Es tan bonito eso que está pasando ¿no crees? 😉 Entrena.

¿Qué aportó de novedoso el enfoque dramatúrgico de Erving Goffman para el estudio de las interacciones? Un enfoque simple pero divergente de convencionalismos. Explicar resultados en un campo social a partir de otro campo social. La técnica, la política, la cultura y el estructuralismo de la sociedad no ponen suficiente atención a la naturaleza expresiva que domina las relaciones humanas, desde lo más cotidiano a, por ejemplo, intentar acostarte con esa una mujer, que son representados como “dramas” dirigidos a un público concreto. ¿No es más sensato conocernos por las consecuencias dramáticas de nuestras actuaciones cuando interaccionamos con otros que, por ejemplo, estadísticas, patrones de consumo, comportamiento, pertenencia a grupo o determinadas creencias políticas o religiosas? Surge en mí la duda razonable ¿Tú que piensas?

De cualquier forma, la idea primigenia de que toda interacción social es una actuación, es más propia del Interaccionismo Simbólico que, como con cuyo nombre puedes intuir, sostiene que las interacciones se basan en el intercambio de símbolos (capacidad humana para referirse a algo sin nombrarlo directamente) que conducen a los individuos a conseguir sus objetivos en sociedad. Un símbolo en el cortejo puede ser cualquier señal de interés, más o menos explícita, por ambas partes. Cuando ella te mira y tú te preguntas si quizá pueda ser una señal sutil de invitación, está intercambiando contigo un símbolo, si has calibrado bien otros aspectos, con el que te pide que te acerques a conocerla.

Ese intercambio simbólico es el proceso inicial de comunicación que permite la interacción. Su símbolo es mirarte y tu intercambio comienza con la acción de moverte hacia ella. Saludas… …una pausa… …¿Qué tal?… La interacción ha comenzado por un intercambio simbólico, no verbal en nuestro ejemplo, pero ilustrador a todos los efectos.

Este particular enfoque tiene sus antecedentes en Herbert Mead, máximo representante de los interaccionistas simbólicos. Mantiene que el individuo en las relaciones de sociedad posee un yo (I) y un mí (Me). Uno es creativo, inconsciente y espontáneo y el otro, convencional, consciente y fabricado. Para que nuestra comunicación tenga sentido es importante:

  • La idea que tenemos de nosotros mismos y que influirá a la hora de actuar socialmente (en función de la consideración que nos tengamos.

En la actuación de seducción, la seguridad que tengamos en nuestro marco, nuestra confianza en nosotros mismos y en nuestra capacidad de resolver de forma emocional y creativa las restricciones en la escalada, será fundamental para conseguir lo qué queremos de ella.

  • La idea que tengamos del otro “generalizado”, es decir, nuestra concepción sobre alguien.

O sea, la idea preconcebida que hemos podido hacer de ella. Por esto se hace imprescindible obtener información lo antes posible de ella y sus vínculos con quien la acompaña.

Esto coincide con el “conocimiento de sí mismo” que debe tener el actor social de Goffman y de la audiencia “generalizada” (tipificada, estandarizada), compañeros de reparto “generalizados” y esa pedazo de profesional de la interpretación que te va a tener en jaque mientras interpretas el guión de tu vida, en el escenario que el destino te ha puesto.

Si en algo ayuda la aplicación del dramatismo al conocimiento de los porqués en las interacciones entre hombres y mujeres, es a analizar los modos de pensar de los actores sociales para así, atribuir motivos a las acciones que interpretan. Y sólo podrás conocer qué es lo que la mueve o la moverá hacia tu habitación si estás enfocado en lo que ella te va pidiendo y lo vas soltando con tu personalidad propia según avanza la escalada o interacción emocional – sexual.

Así lo creía Kenneth Burke, escritor y filósofo interesado, sobre todo, en la retórica y en la estética, siendo en nuestro contexto de seducción, la comunicación verbal y no verbal, el estilo, el charme francés, durante la seducción. Burke mantiene que, como actores sociales aplicamos una “gramática” formada por cinco principios clave que, combinándose y transformándose, responden a las preguntas básicas que se plantean siempre en una interacción

  1. ¿Qué se hace?
  2. ¿Cuándo o dónde se hace?
  3. ¿Quién lo hace?
  4. ¿Cómo lo hacen?
  5. ¿Por qué lo hacen?

Esta gramática de cinco principios clave estaría formada por:

    • Acto: la acción que ha tenido lugar, ya sea en pensamiento o en los hechos
    • Escena: la situación en la que ocurre la acción
    • Actor: la persona o tipo de persona que lleva a cabo la acción. Puede haber coagentes (dirigen el acto en el mismo sentido que el actor principal y contra-agentes (tratarán de orientar el acto en una dirección contraria a los propósitos del agente y del coagente)
    • Actuación: los medios o instrumentos utilizados por el actor para llevar a cabo el acto
    • Propósito: las propiedades personales del actor y que poseen valor motivacional (honestidad, valentía, inteligencia, etc)

Comprobemos si las aportaciones de Burke nos ayudarán a meternos entre las faldas de esa atractiva y apetitosa castaña a la que parece que nunca se le acaban los rizos. Veamos cómo quedaría nuestro planteamiento en dos extremos: esa película ganadora de Oscar en la que la entramos y la película que nos montamos para no entrarla. Me pido esta última

  • Acto: Incapacidad de abordar a una mujer con la intención de conocerla
  • Escena: Pub (que, como escenario definido, sabes que, simultáneamente, se dan otros elementos)
  • Actor: Tú, Ella, tus amigos y sus amigas
  • Actuación: inmovilidad
  • Propósito: mantenerte en la zona de confort con el ego bien guardadito y a salvo. Mantener intacta tu autoimagen.

Veamos cómo quedaría nuestra escena.

  • ¿Qué se hace?: Dos personas pierden la maravillosa oportunidad de conocerse
  • ¿Cuándo o dónde se hace?: irrelevante para lo que podría haber pasado en la vida de ambos
  • ¿Quién lo hace?: Una persona motivada por no correr riesgos y la que podría ser la mujer de su vida
  • ¿Cómo lo hacen?: con inmovilidad, nerviosismo, excusas, apatía y la nueva “procrastinación emocional”
  • ¿Por qué lo hacen?: porque él tiene miedo de ser rechazado y de ver su ego malherido por una mujer que no le conoce.

 

Y en tu última actuación ¿Cómo quedó la escena?

Saber qué mueve a una mujer en dimensión interpretativa, mediante el análisis de sus actos y su comportamiento, sin hacer caso necesariamente a lo que está diciendo, nos da una poderosa clave para, mientras la conocemos, conocer también nuestros “límites interpretativos” para hacer que la interacción siga avanzando hacia donde queremos… y nuestra vida con ello.

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